La última del año
Nos acercamos hacia el final de otro año más, a ustedes seguramente le habrán pasado cosas lindas y otras no tan agradables. Pero este final de año no es uno más, ya que ha transcurrido un cuarto de siglo. Toda una vida. Muchas veces nos quedamos atados a episodios traumáticos, pero que ciertamente año tras año, quedan a años luz. Como cuando yo era chico y veía libros con fotos de la Segunda Guerra Mundial, ciertamente me parecían totalmente viejos. Esto me lleva a pensar sobre la percepción y la perspectiva del tiempo que vivimos las personas.
De chicos, todo lo viejo, lo percibimos como tal y las personas más grandes, las apreciamos más viejas de lo que en realidad son. De grandes, episodios de más de 30 años nos parecen que ocurrieron ayer nomás.
Tal vez, sea una percepción que se relaciona con la finitud de la vida. Cada año que pasa puede ser visto con el vaso medio vacío: un año menos, o lo opuesto: un año en el cual acumulamos experiencia y sabiduría para el futuro. Depende de cada quien, de cómo nos sintamos, porque seguramente todos los años no son iguales para usted o para mí.
Durante más de 15 meses, nos encontramos ininterrumpidamente colaborando con este prestigioso matutino de nuestra querida y entrañable ciudad. Es un placer, sentarme a escribir todas las semanas sobre personajes históricos o sobre temas cruciales, como lo son la educación y la seguridad.
Dios mediante, el año entrante nos encontrará con más y mejores historias de Concordia y del mundo. Deseo para estas fiestas una ciudad prospera, ciudadanos comprometidos con el bien común, felices y dichosos de sentirse concordienses.
Para finalizar, en el momento del brindis, piense y póngase feliz con la familia que tiene, que construyó, por sus afectos y sus amigos. En el fondo, todo lo material, un puesto laboral o lo que sea, nos hace perder el norte, nos quita energías, nos enferma y la vida pasa muy rápido, es efímera.
Recuerdo una vez, cuando iba a la escuela secundaria, creo que había salido mal en alguna materia. Un compañero del Colegio Capuchinos, que con los años se convirtió en un amigo entrañable, me dijo; Juan Ignacio, en veinte años me voy a c…… de la risa de la nota de geografía. Tenía razón, que no nos distraigan las pavadas, las superficialidades que el árbol, no nos tape el bosque. Vivamos, disfrutemos porque la vida es hoy. Cuesta, no digo que sea fácil, pero es un deber intentar darles la vuelta a los fracasos. ¡Felicidades!
Se crea la expectativa de que en las vacaciones compensemos con el goce y el placer, las frustraciones surgidas del trabajo alienado, de las angustias, amarguras y tensiones producto de actividades rutinarias y no creativas, de sueldos que no alcanzan, de reconocimientos ausentes y Jefes autoritarios. Las vacaciones pueden abrirse entonces como una experiencia de tedio y vacío que intentamos llenar con objetos de todo tipo, “All inclusive”, incluido más de una vez como oferta en los grandes hoteles, para que no queden dudas de que de lo que se trata es de tapar todo vacío con el consumo que se pretende felicidad.
Como en la depre de los domingos, tributaria de la frustración de las expectativas del fin de semana, después de cinco días de hastío y cansancio, las vacaciones corren el riesgo de convertirse en un largo domingo.
El segundo componente que cita el Psicólogo es la convivencia.
Así como la expectativa frustrada de goce puede desplazarse al ámbito de la convivencia, el alargamiento de esta misma y la falta de ejercicio de compartir tantas horas, práctica desacostumbrada, da más lugar a los roces, las disputas, los conflictos, sucedidos por estados de ánimo exasperados o tristes.
Creo que es muy importante tener en cuenta estos aspectos para reflexionar sobre las vacaciones como un espacio para conectarnos más con afectos que con objetos e intentar lograr el descanso en un ámbito de encuentro personal y familiar.
En este momento tan particular que vivimos, la mayoría de los argentinos no pueden vacacionar. Si nos dejamos guiar por los medios de comunicación todo el país está en estos momentos deleitándose con las playas brasileñas. Esos destinos minados de argentinos, contrastado con el vacío de los lugares turísticos de nuestro país, son ya un síntoma del ajuste económico brutal que han sufrido los trabajadores y de una economía de la plata dulce que ya hemos padecido hasta el cansancio.
Aquí la mayoría no puede irse de vacaciones sino que no llega a fin de mes, sobre todo aquellos que están perdiendo el trabajo y los más vulnerables, como los jubilados.
Para quienes nos toca quedarnos, recuperamos, con una mirada de turista, las bellezas incalculables de nuestra ciudad y disfrutamos de ellas, aunque muchas de ellas, que las vacaciones de la niñez nos traen como recuerdo de aguas cristalinas, hermosos bañados como Los sauces, Cambá Paso, el puente Alvear incluso, hayan padecido la sucia herida de la mano del hombre.

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