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    Ese gato

    A los fondos de mi casa, un tapial marcaba la vecindad de un matrimonio muy anciano y que a su vez, tenían un amplio fondo ya bastante descuidado, al que se sumaba un galponcito lleno de cachivaches de cosas inservibles que, por lo visto, no se resignaban a tirar a la basura.

    20 de septiembre de 2025 - 17:30
    Ese gato
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    En un tiempo, el marido carpía el fondo con una azada y tenía más o menos prolijo el lugar. Pero la ancianidad ya no le permitía tales desarreglos y ese patio ya tenía características selváticas. Cuidaban también varios árboles de mamón y un inmenso arbol de palta. Cuando maduraban los mamones solía traerme varios de regalo para hacer dulce. Siempre tuvimos un relación muy cordial ya que los dos eran muy conversadores y muy amables. Por esa razón nunca me quejé del descuido de su patio y los problemas que originaban.  Uno de ellos era que esos arboles de mamón tenían como contrapartida la atracción que producían en las ratas. Ellos tenían un portón de chapa que daba a calle Asunción y enfrente, hay un baldío, aún hoy, que pertenece a la CGT donde se guardan volquetes y fuente de guarida de plagas
    Yo en ese tiempo tenía una perra dálmata, hermoso animal y compañero de juegos de mis hijos, ya que temprano esperaba impaciente a que se levantaran para ir a la escuela. Solo esperaba para que le acariciaran las orejas y los acompañaba hasta la puerta de calle. Sin embargo, era totalmente ineficaz en la persecución y captura  de las ratas. Estas le pasaban entre las patas sin que pudiera atrapar ninguna. Además, se desplazaban tranquilamente por los muros y mi perra solo las ladraba incapaz de alcanzarlas allí.
    Pero un día, uno de mis hijos trajo un gato que lloraba en la calle y le dio leche. Era un gato adulto y por supuesto que el gato comenzó a conquistarlo arrimandose y pasandole la cola acompañado con su ronroneo. Y el gato se quedó, con el acuerdo de todos, menos el mío. No me gustó ese gato.
    No es que no me gusten los gatos, porque no es así. No me gustaba ese gato.
    Tal vez por verlo tan sucio, pues los gatos, como todo felino, se acicalan ellos mismos y siempre lucen bien. Creo que ese gato no me gustaba porque se me ocurrió que estaba enfermo, sino estaría limpio
    Puse como cndición que lo bañaran y le dieran un atiparasitario.
    Cumplidas mis condiciones, quedó bastante presentable. 
    Pero el gato seguramente intuyó mi antipatía y me ignoraba olimpicamente. Era yo la unica persona a la cual el gato no se acercaba.
    Pero lo que dio resultado fue el combate a las ratas del vecino. Nunca vi que atrapara ninguna. Sin embargo la presencia de las ratas fue menguando hasta desaparecer del todo. Posiblemente el olor del gato fue suficiente para que buscaran otro sitio para vivir sin sobresaltos. 
    Sin embargo, el gato seguía sin gustarme y por eso no permitía que entrara a la casa, a pesar de que se llevaba bien con la perra.
    Pero un día estaba haciendo los papeles semanales de mi trabajo. En una de esas levanto la vista de ellos porque advertí un cierto movimiento y veo con sorpresa que el gato estaba adentro sobre un mueble mirándome fijamente. Por supuesto que lo eché afuera y le pregunté a mi señora si ella lo había hecho entrar a lo que me respondió que no. Los chicos estaban en la escuela, así que por algún lado se había logrado colar
    Era curioso porque las ventanas de mi casa tienen tejido de alambre fiambrera todas ellas.
    Era todo muy extraño todo lo referente a ese gato.
    Yo suelo quedarme leyendo por la noche, hasta que me da sueño. Mientras leía, algo me tenían intranquilo y sin poder precisar la razón. Tuve que leer la misma página varias veces porque no estaba concentrado en lo que leía.
    Hasta que me di cuenta de que EL GATO HABÍA ENTRADO DE NUEVO y como siempre, mirándome fijamente. Me levanté de inmediato y lo corrí, ya que, además, quería saber por dónde entraba, ya que por allí también saldría. Tarea infructuosa porque el gato corría por toda la casa y no salía por ningún lado, hasta que se vio acorralado y me enfrentó. Agarré una silla para defenderme y abrí la puerta para que salga, cosa que logré.
    Recién entonces pude dedicarme a leer sin esa inquietud anterior que mencioné. O eso creía yo, porque el diabólico animal se instaló debajo de mi ventana y comenzó un raro y ronco maullido que ponía los pelos de punta.
    Al día siguiente, cuando me levanté, había olor a orín de gato y este provenía de mi máquina de escribir portátil Olivetti Lettera y de mi portafolios que el gato había orinado prolijamente. Esa máquina de escribir se hacía una valijita y yo la llevaba en mis viajes. No había duda en que la cosa iba conmigo.
    Mi determinación era que el gato debía desaparecer, y no era arbitraria
    Bueno, ese gato no va más, pero conmigo no se iba a dejar agarrar.
    Afortunadamente, la muchacha de la limpieza se ofreció para llevarlo y todos concordamos en que era la mejor solución.
    Finalmente, entonces, el gato partió con ella, aunque yo temía que volviera, a pesar de que ella vivía cerca del Club Hípico. Aunque me dijo que estuvo con ella ese día, le dio de comer y se quedó un día más y luego desapareció. Pero a casa no volvió …afortunadamente

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    Darío H. Garayalde
    Darío H. Garayalde
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