Entre Ríos, la nueva tierra prometida
Hace alrededor de dos siglos el gobierno zarista, propiciando el desarrollo agrícola en Ucrania, fundó, entre otras colonias, varias con total elemento judío, con autoridades comunales propias y en sistema de enfiteusis, que se dedicaban al cultivo extensivo de todo tipo de cereales, incluso maíz, girasol y pequeñas parcelas de lino, como también todo tipo de hortalizas y plantas de guías (sandías, melones, zapallos, etc.).
Durante muchos años han acumulado experiencias en la lucha con la naturaleza y parece paradójico que mientras con fines políticos el mismo gobierno incitaba a realizar pogroms antijudíos, el ministerio de agricultura ruso prestaba asesoramiento técnico y ayuda material a las colonias judías sin discriminación alguna.
Ya en el año 1900 había colonos de ese origen, especialmente en la zona de Basavilbaso, Entre Ríos, colonizados por la Jewish Colonization Association, mientras que agentes de esta institución filantrópica recorrían las colonias judías rusas exhibiendo carteles mostrando cómo en la Argentina pastaban los animales en verdes praderas en pleno invierno, tomando agua en los arroyos. Todo esto resultaba sumamente atractivo para quienes debían atender un establo varios meses al año bajo un espeso manto de nieve.
Ante comentarios de la posible guerra ruso-japonesa (1905) muchos jóvenes de las primeras reservas del ejército emigraron a la Argentina, diseminándose en las colonias ya existentes, siendo también futuros candidatos a colonizar, contando con la experiencia agrícola de varias generaciones, no necesitaban instrucciones ni adaptación al suelo, más aún, servían para enseñar a los nativos a labrar la tierra.
En 1908 fue fundada la colonia Santa Isabel al sur del departamento Concordia, como si fuera una mesopotamia rodeada al norte por el arroyo Rabón y al sur por el arroyo Grande, con una superficie de alrededor de 13.000 hectáreas con los primeros cincuenta y un colonos, la mayoría de ellos ucranianos, los que luego fueron incrementándose. Su nombre se debe a que los propietarios de estas tierras, los hermanos Mathven, al venderlas a la J.C.A. estipularon una cláusula de que no fuera cambiado el nombre del establecimiento que era “Santa Isabel”. Allí fueron colonizados mis abuelos Adolfo Gorskin (paterno) e Isaac Nijamkin (materno) que tuvieron seis y ocho hijos cada uno respectivamente, trabajaron la tierra arduamente y contribuyeron en gran medida a la formación social y cultural de la colonia. De estas dos familias hoy existen cuatro generaciones de argentinos que honran la tradición y la trayectoria de sus mayores.
Quisiera terminar este comentario haciendo una cita del escritor inglés Bertrand Russell, premio Nobel de Literatura, año 1950: “Este tiene que ser un mundo en el cual el cariño pueda obrar libremente, el amor esté purgado del instinto de la dominación; la crueldad y la envidia hayan sido disipadas por la alegría y el desarrollo ilimitado de todos los instintos constructivos de vida que la llenen de delicias espirituales. Un mundo así es posible. Espera solamente que los hombres quieran crearlo”.
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