El desastre de Curupaytí
Quiero comenzar la columna de esta semana recordando a una persona que tuvo una influencia significativa en mi vida. Estoy refiriéndome a Jorge Layerenza, un excelente profesor de historia del que pude absorber algo de su sapiencia y conocimientos. Fui su alumno en el Colegio Capuchinos en 1991, último año activo de su extensa carrera docente. Con posterioridad, mantuvimos una gran amistad. Fue quien me ayudó en la preparación del examen de ingreso al Colegio Militar. Cuando pensé en escribir sobre la Batalla de Curupaytí, afloraron en mis recuerdos las charlas con Jorge sobre el desastre militar aliado conducido por Bartolomé Mitre, en el cual murieron diez mil soldados, siendo uno de los eventos bélicos más cruentos y sangrientos de la Guerra de la Triple Alianza.
Antes de comenzar con la crónica del enfrentamiento militar, quiero responder a esta inquietud: ¿Cuál es la forma correcta de escribir el nombre en el cual se sucedieron los hechos sangrientos de setiembre de 1866?
La forma correcta puede ser “Curupaity”, “Curupaytí” o “Curupayty”, dependiendo del contexto, ya que se refiere a lugares y eventos distintos en Argentina y Paraguay.
Curupaity: se refiere a la localidad argentina localizada en la provincia de Santa Fe.
Curupaytí: es el nombre de un club de rugby de Buenos Aires, y también, es utilizado para referirse a la batalla de la guerra del Paraguay.
Curupayty: es la forma más utilizada para el Puerto Curupayty, en Paraguay, y para reseñar a la batalla a la que nos referiremos a continuación.
El significado de la palabra, es “lugar de muchos algarrobos” o “lugar donde abunda el curupá”, un término guaraní que hace referencia a la predominancia de este árbol en la región.
La Batalla de Curupaytí
La batalla se sucedió el 22 de septiembre de 1866, siendo un enfrentamiento clave durante la Guerra de la Triple Alianza, que enfrentó al Paraguay contra las fuerzas aliadas de Argentina, Brasil y Uruguay hasta su finalización el 1 de marzo de 1870.
El ejército paraguayo, bajo el mando del general José Eduvigis Díaz, construyó extensas y bien ocultas trincheras en la región de Curupaytí, a orillas del río Paraguay, cerca de Humaitá. Estas fortificaciones incluían fosos, estacas y barreras de plantas espinosas. Las lluvias previas a la batalla ayudaron a ocultar estas preparaciones, convirtiendo el terreno en una gran desventaja para el ejército aliado.
La contienda comenzó con un bombardeo de la escuadra brasileña al mando del almirante Marqués de Tamandaré, sobre las defensas paraguayas. A pesar del intenso bombardeo con 101 cañones de la flota imperial, este resultó infructuoso ya que los acorazados no lograron penetrar ni destruir las fortificaciones. La flota se retiró después de que el buque de Tamandaré y otros fueran dañados por la artillería paraguaya.
Luego del bombardeo naval, las fuerzas terrestres aliadas, divididas en cuatro columnas, intentaron avanzar sobre el campo de batalla. Sin embargo, el avance fue frenado por las trampas ocultas y la férrea defensa paraguaya, lo que resultó en un desastre para los atacantes.
Los errores militares de Mitre
Bartolomé Mitre ostentaba el cargo de General en Jefe del Ejército Aliado, siendo el comandante de las fuerzas de la Triple Alianza cuando se sucedieron los hechos de Curupaytí. Esta fue la primera batalla planeada y comandada por él, que terminó en una tragedia.
Mitre un gran estudioso de las estrategias militares que se desarrollaban en el viejo mundo, planificó, que luego del bombardeo naval, citado precedentemente, se debería llevar a cabo un ataque frontal contra las posiciones paraguayas. La siguiente fase, sería simular una retirada aliada para que los guaraníes saliesen de sus defensas y salieran en persecución de sus tropas. Luego de un lapso de tiempo, la coalición se detendría, daría frente a los perseguidores para batirlos fuera de sus fortificaciones.
Los paraguayos se manejaron con instinto e inteligencia, ya que, nunca salieron de sus fortificaciones y observaron cómo los aliados avanzaban a campo traviesa, sin cubierta ni encubrimiento, realizando un esfuerzo descomunal entre los pantanos y el fango. No debemos dejar de pensar, en el intenso fuego de artillería y fusilería que iban sembrando de cadáveres de soldados de la Triple Alianza en el campo de batalla. En esta acción, moriría el hijo de Domingo Faustino Sarmiento, Dominguito.
Mitre no tuvo en cuenta la existencia de los “abatíes”, que resultaron ser infranqueables para los hombres a su mando, sumado a la falta de coordinación con las fuerzas navales brasileñas. En síntesis, demostró una gran impericia para la conducción de operaciones militares, como ya había acontecido en el pasado. El 31 de mayo de 1855 en la batalla de Sierra Chica, enfrentó a pueblos originarios. Las tropas a su mando (superiores en número y armamento) fueron rechazadas por las fuerzas lideradas por Juan Calfucurá y el cacique Catriel, sufriendo una dura derrota que le valió el apodo de “Bartolo Sierra Chica”. Mitre intentó ocultar la magnitud de ambos fracasos militares, presentándolos como una demostración de heroísmo.
Consecuencias de la Batalla de Curupaytí
El desenlace de la batalla significó una victoria decisiva para el Paraguay. El desastre aliado paralizó su ofensiva militar durante varios meses, reavivando el rechazo popular a la guerra en Argentina y provocando levantamientos en las provincias. El general Bartolomé Mitre fue relevado de la dirección de las tropas aliadas, que pasaron a ser conducidas por el general brasileño Luís Alves de Lima e Silva, Marqués de Caxias.
Las fuerzas de la Triple Alianza sufrieron alrededor de 10.000 bajas, mientras que las bajas paraguayas fueron de 92 muertos. Los muertos fueron arrojados al río.
Como corolario, la epidemia de fiebre amarilla de 1871 en Buenos Aires que, si bien no fue una consecuencia directa de la Guerra de la Triple Alianza, se cree que fue propagada por los soldados que regresaban del Paraguay tras la contienda, haciendo de esta guerra un factor desencadenante para su llegada a la capital argentina. La epidemia causó miles de muertes, provocó el abandono de la ciudad por parte de las autoridades y las clases altas, y generó obras de infraestructura para mejorar el saneamiento y la salud pública.
La batalla de Curupaytí es un ejemplo de una eficiente táctica defensiva, bien planificada y ejecutada, que incluyó la construcción de un “portentoso” sistema de trincheras y el uso efectivo de la artillería. Esta contienda militar ilustra el fracaso de los ataques frontales mal preparados contra posiciones defensivas bien establecidas y la importancia de los conocimientos técnico-táctico en la guerra.
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