Del pasado cultural en una colonia de la J.C.A.
Transcurría el año 1958 (¡hace 67 años!) y yo era secretario de la Comisión Directiva de la Sociedad Cultural Max Nordau de Pedernal, Colonia Santa Isabel, Entre Ríos. La institución estaba presidida en ese período por el señor Marcos Segal. Nos propusimos realizar algún evento para recaudar fondos y “remozar” la institución: cambiar el piso del salón, comprar un telón nuevo para el escenario, pintar el salón y la biblioteca, adquirir libros, pero sobre todo romper la monotonía campesina para los jóvenes —y no tan jóvenes— de esa segunda camada de hijos de inmigrantes ya perfectamente adaptados a la vida rural entrerriana.
Luego de varias reuniones, toda la comisión estuvo de acuerdo en organizar un gran festival danzante para conmemorar la llegada de la primavera.
Las tareas rurales de la colonia estaban en su apogeo: todas las instituciones funcionando de manera organizada, buen rendimiento de la cosecha anterior y perspectivas de que la naturaleza siguiera siendo pródiga; buenas pasturas, tambos que producían (2.000 litros de leche diarios enviados a Concordia) y la cremería de la familia Postan obteniendo premios por la calidad de sus quesos en distintas exposiciones. La cooperativa local “La Unión”, donde yo trabajaba, tenía el galpón lleno de bolsas de cereal; el bañadero de hacienda funcionaba permanentemente, igual que el local de remate feria; y la estación del ferrocarril mantenía un movimiento constante de trenes, coche motor y las zorras del personal. Era un clima muy positivo.
Al considerar la organización del festival, hubo consenso en que nuestro salón sería pequeño para albergar a la concurrencia esperada. Entonces resolvimos tomar el riesgo y realizar el evento en el galpón del ferrocarril. Se presentó una nota de pedido al jefe de estación —persona muy integrada a la comunidad—, quien no dudó en ceder el enorme galpón.
De inmediato nos abocamos a la tarea: apilar en una estiba las pocas bolsas de cereal que aún quedaban (ya casi todo había sido enviado en los trenes), limpiar a fondo y comenzar a organizar la cantina, además de ubicar mesas y sillas, propias y prestadas por diversas entidades. El galpón era grande… pero el entusiasmo era mayor.
Un miembro de la comisión viajó a Concordia para imprimir los volantes en Casa Fornes —que siempre cobraba después del evento— y contratar la orquesta. A su regreso informó: “Contraté la orquesta de Jazz de Rudy Varela y la Típica de Esteban de los Santos”, dos conjuntos muy populares en ese momento.
Sería muy extenso detallar todo lo que implicó la organización. Se habilitaron dos puertas de entrada —apostando al éxito o al fracaso—, con dos personas cobrando entradas y dos agentes de policía custodiando el orden.
Y llegó el día: 19 de septiembre de 1958. El tiempo acompañó con días templados. Hubo una gran publicidad en diarios y radios, incluso en CW31 Radio Salto, de Salto, ROU, cuyos programas bailables eran muy escuchados en la colonia.
Toda la comisión y los jóvenes que colaboraban esperaban ansiosos el comienzo de la fiesta. Al atardecer llegaron dos vehículos desde Concordia con las orquestas. La cantina estaba muy bien provista de bebidas en bateas con hielo, muchos sándwiches y tortas. Con las primeras sombras comenzaron a llegar todo tipo de vehículos. El predio del ferrocarril y las calles adyacentes se colmaron.
Antes de la medianoche fuimos a pedirle a don Pancho Migueles, dueño de un bar y billares, que nos facilitara todas sus mesas y sillas, porque las que teníamos ya estaban ocupadas. Las orquestas tocaban sin cesar. Llegaron colectivos de pueblos y ciudades vecinas y dos desde Concordia. La cantina pedía ayuda a los padres de los jóvenes. Los remates de tortas y pollos no daban abasto. Un colono flaco y alto, con su señora bajita, daba rienda suelta a su entusiasmo bailando un pasodoble a grandes zancadas…
Y llegó el momento de elegir a la Reina de la Primavera. Se vendían boletas para votar, que luego se colocaban en una urna. El recuento, “muy fiscalizado”, dio como resultado:
* Reina de la Primavera: señorita Ada Rosa Yankelevich
* Vice Reina: señorita Aida Munich
(En las fotos aparecen siendo coronadas, tomadas por el fotógrafo Foto “El Arte” de Concordia. Son las únicas que conservo).
Aún recuerdo con emoción —como una postal— ver bailar un vals a mis padres y a tantos otros colonos con sus señoras, sonriendo, disfrutando, pidiendo a los jóvenes “mozos y mozas” otra bebida, otros pasteles… También asistieron abuelos ancianos que desde su silla aplaudían, como la madre de don Bernardo Taublib, que por insistencia de sus compañeros de mesa salió a bailar con su señora Dora Blatt.
Fue la fiesta bailable más grande realizada en la colonia, hasta que comenzó a palidecer el lucero de la madrugada y las responsabilidades del campo llamaron a retomar la rutina.
Lamentablemente, la mayoría de esas personas que tanto hicieron por nuestra patria chica —cada una desde su lugar— ya no están entre nosotros. Su descendencia hoy está dispersa por el país y el mundo.
Y así transcurre la vida…

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