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    ¿Cómo vemos cuando una figura pública engaña a su pareja?

    Figuras públicas que han engañado a su mujer, han visto como su carrera se fue a un precipicio sin salida. En los Estados Unidos cuando un representante público engaña a su pareja, se lo castiga, y generalmente deben renunciar a su gestión, porque la opinión pública les da la espalda y les exige, que no pueden continuar por que violó la ética pública.

    17 de mayo de 2025 - 17:30
    ¿Cómo vemos cuando una figura pública engaña a su pareja?
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    Un caso notorio fue en 1985, cuando el precandidato demócrata a la presidencia, Gary Hart, favorito en las encuestas para ser el representante de su partido y enfrentase a Ronald Reegan. Se lo consideraba el nuevo Kennedy, pero un traspié con su secretaria, retratado en su falda en una revista puso fin a su carrera política, condenándolo al ostracismo. 
    Con la salvedad del ex presidente norteamericano Bill Clinton que en el juicio político que se le llevó a cabo, pudo zafar a pesar de que era un infiel compulsivo. Obviamente que la economía tuvo mucho que ver, ya que el crecimiento económico, el bajo desempleo y la óptima administración de los recursos públicos (no los impúdicos) que estaba llevando fueron los resortes que lo salvaron del infierno.
    Los norteamericanos piensan que, si un funcionario público tiene una esposa a la que prometió fidelidad, que la conoce como ninguno, es la madre de sus hijos, y la engaña con otra persona, entonces al votante que no conoce, seguramente lo traicionará sin escrúpulos.
    La frivolidad es un desvalor bien arraigado en los argentinos que puede comprobarse con un simple razonamiento. Si alguien sale en las tapas de las revistas, en la televisión o en las redes y que, además es infiel por naturaleza, el promedio argentino piensa que es un tipo piola, de la noche, que tiene onda.
    Esto no quiere decir que los norteamericanos sean más éticos o tengan más valores que nosotros, que ellos son unos santos y nosotros un pueblo sin redención. Solo es una muestra de una tendencia que se percibe cada vez que ocurre algo así, si le preguntáramos a los hombres argentinos que opinión tienen de Silvio Berlusconi, contestarían que es un grande que no deja títere con cabeza. 
    Y es en esta cuestión, como nuestros valores pasan solamente por el engaño, la viveza criolla, y el debilitamiento de las instituciones. A instituciones más fuertes, más valores arraigados. Nuestras charlas son fútiles y banales, desde el ejemplo de figuras conocidas y como aplicamos en ellos nuestras ideas y creencias. Nos damos cuenta que nuestros valores son materiales y los años de desastres institucionales se aplican sin saberlo y quererlo a la vida de nosotros (la gente común).
    La infidelidad femenina
    Estudios científicos demostraron que los hombres casados producen más esperma cuando su esposa se encuentra afuera de su casa por cuestiones laborales, que cuando se encuentra enferma. Especialistas explican que ese incremento es que el hombre sospecha que su mujer lo puede llegar a estar engañando. 
    No se trata de procederes racionales, si no de reacciones físicas y orgánicas que tienen su origen en los genes y en un ambiente social pasado que es totalmente diferente al actual. Desde el punto de vista genético la simple probabilidad de que la mujer sea infiel, el hombre lo equipara con más espermatozoides, de forma de tener más chance de competir por la fertilización de su óvulo.

    Bioy Casares, un infiel marcado por la vida
    Adolfo Bioy Casares fue un excelente escritor argentino que tuvo una vida muy particular. Fue un eximio amante, a pesar de haber estado casado con la escritora Silvina Ocampo.
    Bioy tenía un estilo tan particular que le permitió ser amado por diferentes clases de mujeres. El escritor tenía miedo de sufrir por el amor de una mujer: “En mis primeros amores siempre fui desdichado, entonces pensé que de alguna manera había que corregir eso. Y me esmeré mucho”.  
    La solución a ese acertijo de la desdicha que lo marcó profundamente en sus años mozos, fue resuelta de una manera ingeniosa, tenía que tener tres mujeres, que las tres piensen que son únicas. Y donde una lo dejaba, inmediatamente la reemplazaba por otra. Mantener siempre tres novias, aunque las tres sospechen que hubiera otras, y que ellas se preocuparían por no perderlo.

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    Juan Ignacio Garasino
    Juan Ignacio Garasino

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