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    Ibeta volvió a salir a la calle gracias a la ayuda de vecinos solidarios

    Ibeta tiene 85 años y desde hace tiempo su vida se había vuelto muy limitada. Una fractura en la cadera y en la pierna, sumada a una rehabilitación insuficiente, la dejó sin posibilidad de caminar sola

    10 de septiembre de 2025 - 13:30
    Ibeta volvió a salir a la calle gracias a la ayuda de vecinos solidarios
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     El dolor permanente y la falta de movilidad la obligaban a depender de otros para cada traslado: de la cama a la silla, de la casa a la vereda.
    Durante más de un año su familia había gestionado ante el PAMI una silla de ruedas, pero la respuesta nunca llegó. La única que tenían era inutilizable: sin ruedas. “Estaba continuamente sentada y la tenían que alzar para llevarla de un lado a otro”, contó Mariela Seguí, quien, junto a su esposo, Ramiro Loker, se puso al frente de un pedido solidario. La pareja, conocida en Concordia por su labor comunitaria, publicó la necesidad en redes sociales. La respuesta no tardó: primero apareció una silla en malas condiciones, que necesitaba arreglo, y luego llegó el gesto definitivo. Un hombre —que prefirió no dar su nombre— donó la silla de ruedas de un familiar. Gracias a esa acción, Ibeta hoy puede volver a salir de su casa y disfrutar de la calle, acompañada de sus seres queridos.
    “Lo importante es que la abuela ahora está de 10. Ya la pueden sacar a pasear, y eso le cambió la vida”, destacó Mariela.

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    Trabajo a pulmón
    El caso de Ibeta es apenas una muestra de lo que Mariela y Ramiro hacen a diario. Sin hijos y con una enorme vocación de servicio, recorren barrios y asentamientos de la ciudad para asistir a quienes más lo necesitan. “Lo hacemos a pulmón, con la ayuda de la gente, porque sin eso no se puede. Concordia es muy generosa”, remarcó Mariela.
    A lo largo de los años, la pareja organizó pedidos de alimentos, ropa, útiles escolares y pañales, llegando a zonas donde casi nadie se anima a entrar por la inseguridad. También acompañan a niños de familias atravesadas por la violencia o las adicciones, buscando que encuentren un espacio de contención. “Hoy en día trabajamos para los chicos, para que no tengan que ver lo que pasa con sus papás. La idea es acompañarlos”, explicó. 
    Si bien en ocasiones reciben alguna pequeña colaboración del municipio o de Bienestar Social, la mayor parte de lo que consiguen proviene de vecinos solidarios que se suman a cada iniciativa. “Siempre hay corazones generosos que responden”, dijo Mariela, convencida de que la unión comunitaria es la verdadera fuerza que transforma las realidades más difíciles.
    La historia de Ibeta es un ejemplo concreto de cómo la solidaridad puede devolver dignidad y esperanza. Y también, de cómo dos personas, con compromiso y empatía, logran encender en Concordia una red de ayuda que no deja de crecer.

     

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