Una ciudad, en parte destruida, con espacios abiertos donde antes había edificios, separada por un muro. Un cielo que se devela siendo ojo. La torre de una iglesia derruida. Un ángel, desde una altura que le permite una perspectiva panorámica, escudriña la ciudad (su ciudad, la que es propia desde antes que fuera una ciudad), a los transeúntes y a sus pensamientos. Unos niños que perciben lo que los adultos no.
Es Berlín, en 1987, cuando la fisura del ominoso muro separaba políticamente a una ciudad desde hacía más de veinte años. Es el comienzo de “El cielo sobre Berlín” o “Las alas del deseo”, la poética, extraordinaria y conmovedora película de Wim Wenders.
Wilhem Ernst Wenders nació el 14 de agosto de 1945 en Düsseldorf, capital del estado de Renania del Norte-Westfalia, ubicada a la vera del Rin, al Oeste de Alemania. Su padre era el cirujano Heinrich Wenders y su familia, conservadora católica. En algún momento de su juventud, estudiando medicina y filosofía en la universidad de Friburgo de Brisgovia (que pertenecía a la Iglesia Católica) se vio interesado en seguir la carrera sacerdotal (aunque luego en la década del 80 se convirtió al protestantismo), pero luego se inclinó por la fotografía.
En 1966, instalado en París, era un asiduo concurrente a la Cinemateca francesa, viendo hasta tres películas diarias. Cuando se creó en Munich la Universidad de Televisión y Cine, comenzó a frecuentarla y ya en 1967 realizó su primer corto “Escenario”. A partir de ese momento comenzó una carrera personal y se convirtió conjuntamente con Rainer Werner Fassbinder, Werner Herzog y Volker Schlöndorff, con quienes compartía generación, una de las figuras centrales del “Nuevo cine alemán”.
Con Werner Herzog coincide el multipropósito de encarar tanto largometrajes de ficción, documentales y cortos con una variedad y generalidad que lo ha hecho transitar diversas y variadas latitudes. Ellos han compartido con Fassbinder (en la corta carrera de éste, lamentablemente troncada por su propia decisión) la vorágine y el apasionamiento de filmar frenéticamente.
Wenders en su extensa trayectoria filmó cortos ficcionales, documentales y publicitarios (entre ellos, uno para Renault en Argentina en el año 2020); otros para Barilla, Ferragamo y otras importantes marcas); video clips musicales para U-2, Die Toten Hasen, Willie Nelson y Talking Heads y largometrajes. En total realizó casi un centenar de films. Muchos de ellos se inscriben en lo mejor del cine de los últimos años.
Una somera reseña podría comenzar con “El miedo del arquero al tiro del penal” (1972), película basada en un cuento que también luego fue obra teatral de Peter Handke. Historia de Josef Bloch, un hombre angustiado, operario despedido de su empleo, que había sido arquero de un equipo de futbol de una liga menor. Tuvo que dejar la práctica del futbol por un error en la portería y deambula entre la sinrazón de una existencia gris y la ausencia de remordimiento ante sus actos. Fue la primera colaboración entre Wenders y Peter Handke, escritor austríaco, ganador del Premio Nobel de Literatura en 2019. Ya esa película le concedió a Wenders su primer premio importante, el FIPRESCI (Federación Internacional de Prensa de Cine) en Venecia.
A Handke, por otra parte, sobre todo al momento de la recepción del Premio Nobel, se lo ha considerado críticamente en función de sus posiciones políticas. Siempre se ha manifestado contrario al crecimiento de la derecha y ultra derecha en Europa, pero la principal controversia respecto a sus posiciones se derivan de su visita en 1996 a Serbia, luego que se masacraran a más de ocho mil musulmanes bosnios en Srebrenica, y Handke en un diario de viaje “Un viaje a los ríos: Justicia para Serbia”, criticó a los periodistas occidentales que, a su entender, informaron tendenciosa y parcialmente lo sucedido en Serbia. Se criticó también el hecho que Handke pronunció un panegírico en el funeral de Milosevic, en el año 2006.
En 1974, Wenders realiza “Alicia en las ciudades”, basado en un guion propio y es su primer acercamiento a los Estados Unidos. Un periodista alemán volviendo de un viaje de ese país se involucra en el aeropuerto de Nueva York con Alicia, una chica de nueve años y su madre. Debe hacerse cargo de Alicia, temporariamente porque su madre repentinamente desaparece. Es además una aproximación a intereses que serán constante en el cine de Wenders: los paisajes urbanos y transparentar los sentimientos mediante la fotografía.
“El amigo americano” (1977) está basado en la novela policial de Patricia Highsmith “El juego de Ripley”, que tuviera luego otras versiones, entre ellas una de 2002 dirigida por Liliana Cavani. En la película de Wenders el protagonista es Dennis Hopper, también actúa Bruno Ganz y tienen participaciones especiales los directores de cine Nicholas Ray (a quien Wenders le dedicara algunos años después el documental “Relámpago sobre el agua”), Jean Eustache y Samuel Fuller. Ese singular hecho, que tres directores con importante trayectoria hayan participado en el film era ya, un rasgo clarísimo de la consideración que se le comenzaba a tener a Wenders. La película le valió a éste el Premio como Mejor Director, en la entrega anual de los Premios al cine Alemán.
Con “El estado de las cosas” (1982), Wenders aborda el cine dentro del cine. En Portugal, un director filma una película de ciencia ficción, pero se debe interrumpir el rodaje por falta de fondos. El elenco y el equipo técnico quedan a la espera en un viejo hotel. Se suceden los conflictos propios de un grupo recluido sin definición clara respecto al futuro y por otro lado el director y el director de fotografía (Samuel Fuller, nuevamente) hablan sobre cine en numerosas alusiones a películas clásicas. Venecia volvió a premiar a Wenders, esta vez con el León de Oro (máximo premio) y el de la Prensa Internacional.
“Paris Texas” (1984), fue realizada en los Estados Unidos, con guion de Sam Shepard y las actuaciones de Harry Dean Stanton, Natassja Kinsky, Dean Stockwell y Aurore Clément. Una oda sobre la memoria, el amor y el territorio. Notable película de un hombre que intenta recuperar el tiempo y la realidad perdida, filmada en un escenario desértico en busca de la Paris ubicada en el Estado de Texas donde había quedado su pasado y lo que más quería. Una bellísima película que entre otros premios obtuvo tres en Cannes. La Palma de Oro (principal galardón), el de la Prensa Internacional y el del Jurado Ecuménico.
“Tokio – Ga” (1985) fue el primer acercamiento de Wenders a Japón. Es un homenaje a Yasujiro Ozu, el gran director nipón, con entrevistas a sus colaboradores y un acercamiento al Tokio de Ozu y al contemporáneo.
Luego llegó “El cielo sobre Berlín” (1987), extraordinario film, en cuyo guion participó Peter Handke y con las actuaciones de Bruno Ganz, Otto Sander (los dos ángeles), Peter Falk y Solveig Dommartin. Tuvo numerosos premios, entre ellos el de Mejor Director en el Festival de Cannes. Unos años después, en 1993, Wenders realizó “¡Tan lejos, tan cerca!”, una secuela de la anterior, en la que uno de los ángeles (Bruno Ganz) se convirtió en humano y ahora, el otro ángel y una angela (Natassja Kinski) observan a la Berlín unificada. Ganó el Gran Premio del Jurado del Festival de Cannes.
En 1998, Brad Sirberling realizó “Un ángel enamorado”, una versión norteamericana de “El cielo sobre Berlín” con Nicholas Cage y Meg Ryan que dista muchísimo de la película de Wenders en otro intento frustrado de remakes hollywoodenses fallidas. Cabe recordar, entre otras, las dos copias malogradas, con plagio inclusive, que se hizo en el país del norte de “Hombre mirando al sudeste” (1986) del argentino Eliseo Subiela. “Mr. Jones” (1993) de Mike Figgis con Richard Gere y Lena Olin y “K-Pax” (2001) de Iain Softley con Kevin Spacey y Jeff Bridges.
En 1999, Win Wenders filmó en Cuba “Buena Vista Social Club”, un emocionante documental sobre la agrupación musical que unos años antes se había conformado a instancias de Ry Cooder. Ese conjunto durante casi dos décadas deslumbró con sus interpretaciones de la música tradicional de Centroamérica (el son cubano, el bolero, la guajira y el danzón) era integrado por veteranos intérpretes (Compay Segundo, Rubén Gonzalez e Ibrahim Ferrer) y es reflejado en actuaciones y reportajes por Wenders. Fue nominado al Oscar como mejor Documental y recibió numerosos premios en varios Festivales.
Otro acercamiento al mundo del cine es “Llamando a las puertas del cielo” (2005). Sam Shepard, autor también del guion es un actor de westerns atrapado por la bebida y la melancolía, abandona una filmación al enterarse de la existencia de un hijo que no conoce, de un viejo amor y va en su busca, pero asimismo en procura de encontrarse interiormente.
Con otro documental, “Pina” (2011) Wenders también fue nominado al Premio Oscar. En este film, efectúa un homenaje a Pina Bausch, la reconocida coreógrafa y pionera de la danza contemporánea alemana que había fallecido poco tiempo antes. Bausch había nacido en 1940 en Solingen, una localidad cercana a Düsseldorf y se había convertido en una estrella de relevancia internacional. Incursionó en una danza expresionista, experimentando sentimientos de angustia existencial, anomia y disociación. En el documental varios discípulos de Bausch interpretan sus creaciones más famosas.
La última película de Wenders, “Dias perfectos” (2023) es un nuevo acercamiento al Japón. Ha contado que había sido convocado por Koji Yanai, hijo del magnate dueño de la empresa textil japonesa Uniqlo, y por las autoridades del barrio de Shibuya (el principal barrio comercial de Tokio) para que conozca su proyecto de renovación de inodoros públicos en Tokio (el Toko Toilet Project) que estaba llevando adelante la Nippon Foundation. Esta institución lo hacía para modernizar la higiene pública del distrito en diecisiete baños de alta tecnología que ubicaron en esa zona. La convocatoria a Wenders era a efectos de realizar cortos documentales de difusión y a partir de ello consideró la posibilidad de narrar la historia de un encargado de la limpieza de esos cubículos.
Así, cautivado por la cultura japonesa, elaboró el guion con el creativo publicitario Takuma Takasaki y focalizó la trama en un personaje, Hirayama, interpretado magistralmente por Kôji Yakusho, un hombre ordenado, aplicado en su trabajo, metódico en sus rutinas diarias, atraído por el “komorebi” (la luz que se filtra a través de los árboles) que se encarga de fotografiar en sus descansos para el almuerzo. Algo de Wenders tiene el personaje, escucha la música de Lou Reed y Patti Smith en cintas analógicas, lee libros de William Faulkner y Patricia Highsmith y el amor por la fotografía es también una característica del director alemán. La película ganó la Palma de Oro y Yakusho el Premio al Mejor Actor en Cannes y representó a Japón en la entrega de los Premios Oscar como Mejor Película Extranjera.
Wenders, es uno de los directores que nunca ha hecho concesiones en su carrera. Ha sido siempre personal, construyendo una filmografía coherente, manifestando su interés en la cosmovisión de las culturas de los distintos lugares del planeta. Es posiblemente junto con Kubrick, de los pocos que ha incursionado casi todos los géneros conocidos. Sus personajes son, en cierta manera, sinceros e inocentes pero decididos en sus intenciones. Tiene especial cuidado por la fotografía y la música de sus películas. Sus ámbitos evidencian influencias de Edward Hopper. Reconoce un gran amor por el cine y referencia y homenajea a sus preferidos, sean Ozu, Ray o Antonioni.
Isabel Coixet ha dicho respecto a Wenders: “ha prestado su imaginario, en el que coexisten sin esquizofrenias el western, la road movie, la reflexión política, la indagación poética, el thriller y el drama, a muchos cineastas del mundo que siempre estaremos en deuda con él. El cine de Wenders es el de un artista que se sale constantemente de su zona de confort, que indaga sin tregua en el misterio de las relaciones humanas, que busca nuevos horizontes para cuestionar la realidad que le circunda, que no se rinde”.
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