Una historia de amor, fe y coraje: Lautaro y Martina, desde Concordia hasta Israel
Nuestra historia empezó con crayones y juegos en el jardín de infantes, cuando apenas teníamos cuatro años. Éramos Lautaro y Martina, dos chicos que compartieron banco en la primaria y risas en los recreos. El primer amor, inocente y sincero, llegó antes de que entendiéramos del todo qué significaba estar “de novios”. Teníamos apenas diez años, pero ya algo nos unía.
El tiempo pasó. La secundaria nos encontró en caminos distintos, pero las redes sociales mantuvieron encendida una conexión que nunca se apagó del todo. Fue recién en 2020, en plena pandemia, cuando volvimos a hablarnos. Ocho meses de charlas virtuales reavivaron un vínculo que dormía, hasta que el 16 de septiembre volvimos a vernos en persona. A los pocos días, el 28 de septiembre, decidimos formalizar lo que ya sentíamos: estábamos enamorados. Teníamos solo 16 años.
Desde entonces, no nos separamos más. Crecimos juntos, maduramos, y empezamos a soñar en grande. Entre esos sueños, había uno que nos hacía latir fuerte el corazón: vivir en el exterior, conocer nuevas culturas y probar la vida desde otro lugar. Ese deseo se volvió real: hoy vivimos en Beer Sheva, Israel, y trabajamos aquí, construyendo nuestro proyecto de vida.
La situación en Israel no es fácil. Las tensiones se sienten, la realidad es compleja. Pero a pesar de eso —o tal vez por eso— nuestra historia se volvió más fuerte. Porque cuando el amor es verdadero y la fe es profunda, todo lo demás encuentra su lugar.
Hace poco nos casamos, y lo hicimos en un sitio tan inesperado como mágico: las ruinas de Yam Fort, en Ashdod, frente al mar, rodeados de historia, de silencio y de cielo. Allí dijimos “sí”, después de casi cinco años juntos, con el corazón lleno de gratitud.
Nuestra ceremonia fue un reflejo de quienes somos: incorporamos tradiciones judías que tienen un profundo valor para nosotros, pero, sobre todo, pusimos a Dios y a Jesús en el centro. No se trata de religión, sino de una relación viva, cotidiana, real.
Hoy, lejos de casa pero más unidos que nunca, vivimos esta nueva etapa con ilusión, alegría y la certeza de que los sueños —cuando se caminan con amor y propósito— se cumplen.
Y lo que vendrá, aún no lo sabemos… pero lo esperamos con los brazos abiertos.
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