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    Septiembre: entre lápices y vetos

    Me encuentro con un grupo de jóvenes y luego con otro, y con otro. La propuesta es hablar de sus preocupaciones, sus miedos, sus expectativas. Están en la escuela y, entre muchas otras inquietudes, se repite, invariablemente: el futuro! Eso ha sido siempre me dirán, el temor por lo nuevo y lo desconocido, el crecimiento, la asunción de responsabilidades, decidir el futuro. Es verdad, eso forma parte de los desvelos de la edad, pero ahora siento cierto dramatismo en esos desasosiegos y que no es, solamente una intranquilidad que se resolvería con una orientación vocacional.

    13 de septiembre de 2025 - 09:30
    Septiembre: entre lápices y vetos
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    ¿Qué hacer después del secundario? Se repiten los jóvenes casi siempre con una gran lucidez respecto del difícil horizonte del futuro, de las incertidumbres, de los nubarrones y la oscuridad que hacen obstáculo a la elaboración de un proyecto de vida, de realización personal y colectiva. ¿y si me equivoco en mi elección?, ¿y si me doy cuenta que no era lo que quería?, y si me va mal?, interrogan en esa bala de plata que tienen, que imaginan, que fantasean, porque parece una elección definitiva, aunque haya una cuota de realidad en sus dudas, en sus alarmas. Es que estudiar o trabajar, las alternativas que se les plantea a los adolescentes expresan cada vez más, estrecheces, dificultades. Muchos optan por intentar en las fuerzas de seguridad. Hay una seguridad imaginaria allí, sueldo fijo, obra social…también la omnipotencia que revela el reverso de una carencia. ¿Trabajar en qué?, ante la precarización laboral, el negreo, la explotación, qué destino posible? ¿Podré trabajando concretar los sueños de construir una familia, tener hijos, una vivienda, cierto bienestar? ¿Estudiar cómo, en donde, qué, con qué medios? En un país cuyos gobernantes han atacado violentamente la Universidad pública. Esta nota está justamente inspirada en el veto presidencial de la ley de financiamiento universitario. Ese ideal de ascenso social está siendo confiscado por políticas de ajuste e inmoralidad, de saqueo de la Patria y de los sueños. ¿Será en parte esa falta de horizontes, esa ausencia de futuro que quiebra las esperanzas de los jóvenes, la que los empuja a las drogas, a las depresiones, al suicidio, al delito, a la ludopatía virtual, y otros graves emergentes sociales de la época? Para colmo les han hecho creer a los jóvenes y sus maestros, a los adolescentes y sus padres y sus profesores que está mal hablar de política en las escuelas, es decir, le sustraen las herramientas para discutir seria y profundamente sobre las causas de estas políticas que los destruye, y sobre las herramientas con las que podrían cambiar la realidad. Castran su pensamiento y solo les dejan el miedo. La confusión, la angustia, la incertidumbre, la desesperanza, la tristeza, la frustración, el fracaso. Nada de pensar en las causas y nada de imaginar cambios posibles, rebeldías y revueltas. El objetivo es que no piensen. Cómo hizo la Dictadura con los chicos, casi niños, adolescentes de la “Noche de los lápices”, ese episodio trágico ocurrido el 16 de septiembre de 1976, en el que 10 estudiantes secundarios fueron secuestrados, torturados y siete de ellos desaparecidos: Claudio de Hacha, María Clara Ciocchini, María Claudia Falcone, Francisco López Muntner, Daniel Racero, y Horacio Ungaro. Los cuatro sobrevivientes fueron: Gustavo Calotti, Pablo Díaz, Patricia Miranda, y Emilce Moler. Esos chicos querían construir sus destinos y el destino de la Patria basados en los ideales de la solidaridad, el amor, la igualdad y la justicia. Militaban en los barrios solidariamente. Fueron marcados por las bestias genocidas cuando encabezaron la lucha por el boleto estudiantil. Y fueron mascarados por eso. Fueron masacrados por la Dictadura genocida que reivindica, a la vez que niega, el gobierno actual de Javier Milei, Victoria Villarroel y sus cómplices. Reivindican
    genocidas, asesinos, que desaparecieron a los mejores estudiantes, a los mejores jóvenes de una generación, aquellos destinados a cambiar el mundo. Tenemos hoy que recordarlos y honrarlos luchando, expresándonos, y hablando de política, no censurando el pensamiento, disidente, crítico, insurgente, hablar de todo aquello que posibilite la construcción de ese mundo justo e igualitario, es el mejor homenaje que podemos hacerle a los chicos de la noche de los lápices, que estarán presentes, ahora y siempre!
     

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    Sergio Brodsky
    Sergio Brodsky
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