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    Reabre el segundo piso del Museo con la historia del Puerto de Concordia

    EL RINCÓN DEL MUSEO

    01 de noviembre de 2025 - 19:30
    Reabre el segundo piso del Museo con la historia del Puerto de Concordia
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    Desde el Museo Regional Palacio Arruabarrena anunciamos con mucho entusiasmo la reapertura de su segundo piso, luego de distintas reparaciones llevadas adelante por su equipo de trabajo. Esta nueva etapa incluye la habilitación de la Sala Puerto de Concordia, un espacio que difunde el papel fundamental que tuvo el puerto local en el desarrollo económico, social y cultural de la ciudad.
    En el marco de esta reapertura, compartimos con nuestros lectores algunos datos históricos sobre el Puerto de Concordia, tal como fueron esbozados por Luis María Medina en su obra “Recopilación histórica de Concordia”, que nos permiten conocer los antecedentes y comprender la magnitud de su influencia en la región y en el país:
    Mucho antes de la inauguración oficial del puerto, en 1904, existieron otros puntos de embarque que cumplieron funciones similares. Entre ellos se destacaba el conocido como Palavecino, ubicado en la zona de San Carlos, frente al muelle de Salto. Más tarde, también se utilizó el embarcadero de la Barra del Yuquerí, donde se instalaron los hornos de ladrillos de la familia Arizabalo y, posteriormente, el Saladero Chico de los hermanos De la Cruz.
    Antes de contar con el puerto, ya funcionaba un servicio regular de vapores que transportaban carga y pasajeros entre Buenos Aires y Salto. Estos barcos también trasladaban encomiendas y correspondencia. Entre las embarcaciones que prestaban este servicio se encontraban el “Viena”, “París”, “Eolo”, “Helios”, “Londres”, “Washington”, “Bruselas”, “Alvear”, entre otros. En las tareas de trasbordo participaban el “Guaraní” y el “Guayrá”, así como los más modernos “Ciudad de Asunción” y “Ciudad de Corrientes”, impulsados por hélices. En cuanto a los vapores exclusivamente de carga, se destacaban el “Atahualpa”, “Batitú”, “Labrador” y una verdadera flota de remolcadores, chatas, lanchas y lanchones destinados al transporte de mercaderías.
    Estos servicios eran operados por la empresa naviera “Nicolás Mihanovich”, fundada por un empresario de origen austríaco. Los vapores postales realizaban tres viajes semanales de ida y vuelta entre Buenos Aires y Salto.
    Antes de la construcción del puerto, los barcos fondeaban en medio del río. Los pasajeros y sus equipajes eran trasladados en una embarcación chata y de poco calado, conocida como “bife”, que era remolcada hasta unos planchones de madera montados sobre caballetes de hierro. A través de estos, se accedía a tierra firme. El procedimiento se repetía en sentido inverso al momento de embarcar.
    El recorrido fluvial comenzaba en Buenos Aires y finalizaba en Salto, haciendo escala en todos los puertos ubicados a ambas orillas del río Uruguay.
    Además de la flota de Mihanovich, numerosas embarcaciones a vela surcaban el río. Estas se utilizaban para transportar cargas pesadas como hierro, madera, sal gruesa y cemento portland. Su capacidad variaba entre cuarenta y ciento veinte toneladas. Eran las encargadas casi exclusivas del traslado de nafta y querosene, y se identificaban con una bandera roja que advertía sobre el peligro de su carga.
    Con la habilitación del puerto actual, se produjo un notable aumento en el movimiento de carga y pasajeros. La ubicación estratégica de Concordia la convirtió en un centro ideal para la distribución de mercaderías hacia una amplia zona del interior del país. La influencia del puerto se extendía a localidades como Villaguay, Federal, Feliciano, La Paz, Federación, Chajarí, la provincia de Corrientes e incluso Paraguay, a través del eje Posadas–Encarnación. A su vez, desde estos puntos llegaban productos para ser embarcados en Concordia con destino a la Capital Federal.
    Las tareas en tierra involucraban a cerca de trescientos trabajadores, y no era raro que se organizaran turnos nocturnos cuando las operaciones de carga y descarga lo requerían.
    Al estar habilitado para operaciones de importación y exportación, y al cobrarse aquí los derechos aduaneros correspondientes, Concordia llegó a ocupar el cuarto lugar en el país en materia de recaudaciones aduaneras, solo detrás de Buenos Aires, Rosario y Bahía Blanca.
    Era habitual observar la descarga de productos provenientes directamente del extranjero. Entre ellos se contaban aceite de oliva, quesos, frutas secas, vinos, champagne, perfumes, licores, aceitunas, conservas envasadas, vinos secos o prioratos en cascos, sal gruesa, alpargatas, sidras, telas de uso doméstico provenientes de Italia, Francia, España y Portugal; whisky, jamones, dulces, mermeladas, golosinas, casimires, productos industriales y carbón de piedra de Inglaterra; artículos para carpintería y herrería, aparatos fotográficos y de precisión, motores a explosión y eléctricos de Alemania; sanitarios, tractores, arados, cosechadoras, molinos y automóviles como los Maxwell, provenientes de Estados Unidos. Estos vehículos llegaban completamente armados y encajonados, listos para su uso una vez desembalados. También se recibía nafta y querosene en cajones de madera que contenían dos latas de 18 litros cada uno.
    Desde Suecia y Noruega llegaban, además del tradicional bacalao en cajones, grandes partidas de cemento portland en barricas de madera de 180 kilos. De la India se importaba casi toda la arpillera.
    Este panorama, aunque resumido, da cuenta de la diversidad de productos que llegaban a Concordia desde distintos puntos del mundo. A ello se sumaba un importante volumen de exportaciones, que completaba el movimiento comercial del puerto.
    Y todo esto representaba únicamente el tráfico propio, al que debía añadirse el tránsito con destino a Paraguay, lo que incrementaba aún más su relevancia.
    Los días festivos y los domingos, el puerto se convertía en un punto de reunión para la comunidad, que se acercaba a presenciar la llegada de los vapores de pasajeros. El vecindario distinguía, incluso antes del arribo, si la embarcación que se aproximaba era el “París”, el “Washington” o el “Alvear”, gracias a los tonos particulares de sus silbatos, que anunciaban desde lejos su inminente atraque.
    Tras esta etapa de esplendor, el puerto de Concordia —como muchos otros del río Uruguay— comenzó a ver disminuida su actividad, afectado por diversos factores que atentaron contra su continuidad.
    Hoy, esa historia vuelve a estar al alcance de todos. El Museo Regional Palacio Arruabarrena invita a la comunidad a recorrer la Sala Puerto de Concordia, ubicada en el segundo piso recientemente reabierto, y a reencontrarse con esta historia de navegación, comercio y encuentro que marcó profundamente nuestra identidad.
    Nos volveremos a encontrar en una semana para seguir descubriendo más historias de Concordia y la región.
    Museo Regional Palacio Arruabarrena, dirección: Entre Ríos y Ramírez. Visitas guiadas de lunes a viernes de 8 a 12 hs.

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    Museo Regional Palacio Arruabarrena

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