LiON D' ORS
La mítica pizzeria de la familia Martinez, en la esquina noreste de Pellegrini y Buenos Aires, de nuestra natal Concordia, concentra grandes recuerdos emocionales de quienes vivimos las doradas décadas de los 60 y 70, en esta "perla del Uruguay", que fue nuestra ciudad.
En su planta baja, contigua a la vereda, la larga vidriera por Buenos Aires era paralela a la gran barra iluminada. Ello le otorgaba ese diseño comercial típico de las grandes urbes, traída a la ciudad por sus importantes arquitectos e ingenieros. Al fondo el gran horno, siempre prendido hasta altas horas de la madrugada le daba esa atmósfera particular, cálida, apacible, que hacia deseable nuestro trasnoche juvenil.
Veníamos de todos lados y de variados sectores sociales: de los bailes del Ferro, del Español, el Progreso o de Las Colonias. De la fiesta popular de la Rural, de los Estudiantes o de la Citricultura, del vermouth o asalto de la vecina o de un bacanal cumple de quince de una bonita amiga, donde la mayoría éramos colados.
O simplemente íbamos, sabedores del ambiente agradable que allí campeaba, su cercanía con los transportes públicos, y el premio especial si Boca ganaba en el fútbol: la ansiada porción "regalo" de los hermanos Martínez; los maestros pizzeros por excelencia de la ciudad.No había mejor lugar nocturno en Concordia para saciar nuestro vacío estómago de madrugada, alargar la noche provinciana del finde largo o contarnos nuestras aventuras juveniles de una semana cualquiera.
"Te acomodaste con Susana? Te vi bailando los lentos. Alcanzaste a charlar con Ricardo?. Estaba más fachero que nunca”.
Eran diálogos comunes con una buena música de fondo puesta en la "fonola" por los románticos de turno. Momentos únicos, inolvidables, de una juventud que bailaba al ritmo del Club del Clan, escuchaba radio, se enamoraba con las revistas de novelas y mostraba sus dotes físicas en la vuelta a la Plaza, en Los Sauces, los arroyos o en las piletas de los distintos clubes. Ignorabamos los años violentos por venir y desconocíamos que nuestro querido Salto Grande, de rocosos saltos y agua cristalina, se convertiría en el monumento de cemento que nos une a la Republica Oriental.
La vida sabía a esa "pizza excelsa" de la madrugada del secundario concordiense. Se vivía al ritmo de Palito, Leo, Billy o Frank Sinatra, soñabamos un futuro maravilloso, protegidos y amparados por nuestra familia en un mundo feliz. O que solo mostraba puertas afuera, ser feliz?...
Algunos memoriosos, cuyos recuerdos admiro, sitúan los primeros acordes y pruebas de "Los Linces" en el primer piso del comercio.
Nuevos boliches inundaron el centro y la peatonal, originales aromas acompañan el ritmo monótono de la ciudad de los azahares y músicas distintas dan identidad a las jóvenes generaciones, que sabrán labrar un futuro digno al porvenir.
Sin embargo, como en la novela "En busca del tiempo perdido" de Marcel Proust, en este rincón amable de nuestra memoria, yace la icónica pizzeria "Gran LION D' ORS" :
SALUD!!!.
Carlos García
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