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    Leer para vivir

    Un hombre leyó tanto que se volvió loco, “se enfrascó tanto en su lectura, que se pasaba la noche leyendo de claro en claro y los días de turbio en turbio, y así del poco dormir y del mucho leer, se le secó el celebro de manera que vino a perder el juicio” (1), y tanto “llénesele la fantasía de todo aquello que leía en los libros que montó en su rocinante la loca aventura de despojar al mundo de injusticias, que quiso que la vida se pareciese a los libros.

    23 de agosto de 2025 - 09:30
    Leer para  vivir
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     Algunos siglos después, un hombre que leyó con pasión al hombre que se había vuelto loco de tanto leer, se contagió de la misma enfermedad y sintió bajo sus talones el “costillar de Rocinante” (2), y se dio a la tarea de cambiar el mundo, recorrió las sendas del orbe con el mismo delirio de combatir arbitrariedades y sometimientos, de curar enfermos de injusticia, como a la Vieja María, para quien la vida fue un “rosario completo de agonías”, para quien no hubo hombre amado ni salud ni dinero, apenas el hambre para ser compartida” (3), hasta el último instante en que habrá recordado nuevamente como al principio,  al personaje de Jack London para atravesar digno las balas enemigas y convertirse en un símbolo del hombre nuevo, que llevaba fatal, enorme, luminoso,  las ropas hecha jirones, los pies descalzos  y una cartera llena de libros que devoraba en la selva, arriba de los árboles en los que se aislaba para pausar la letra y la lucha, cualidades ambas, esenciales a un revolucionario. 
    Otra vez, una vez más, como un ejemplo entre la unidad indisociable entre letra y vida,  un hombre tan triste de amor escribió una novela en la que imaginó el suicidio que dispuso en su joven personaje, tanto que cientos de muchachos desencantados de un mundo que los ignoraba, imitaron en lo real al joven de la ficción. La vida y las letras, descarnadas, urdieron la tragedia (4). 
    Son solo algunos de los curiosos y reveladores ejemplos en los que la lectura y la vida se entretejen tan estrechamente, tan estremecedoramente  que valorar  ese acto como mero entretenimiento significa una rebajada  banalidad. Porque está claro que leer cambia la vida, que leer cambia el mundo.  La vida se lee, para que tenga algún sentido, y, en el mejor de los casos, se nos lee. Un hombre llega a la casa con los ojos cansados y se sienta en la orilla de la cama de su pequeño hijo donde todas las noches le lee un cuento. Esta vez deja la luz apagada que le lastima y no lee, sino que narra una historia. Se trata de la historia  de un niño, de un pobre niño que recorre las calles vendiendo el diario. Sus pies se hinchan, encallecidos, cansados, pero no cesa su labor porque su mamá  está enferma y no puede trabajar. Una de sus pocas distracciones es ir al circo a contarle al elefante sus pesares. El enorme animal se hace su amigo,  lo sube a su lomo, todos los días del reparto, casa por casa para que sus pies descansen  y todo el mundo se maraville del niño antes ignorado, de ese niño que puede ahora, gracias a su extravagante amigo, llevar los remedios y alimentos que su madre necesita. Ese hombre era mi padre y aún recuerdo la espera ansiosa de su llegada, nocturna, fatigada, para escuchar los cuentos, sus cuentos, e imaginar entre las  sombras las siluetas de los extraordinarios  personajes de fantasía que desplegaban sus actos más heroicos o miserables que casi siempre imitaban la vida, o la creaban, o la recreaban. Es probable que esa lectura tierna en el encuentro nocturno con mi padre, ese placer en la imaginación creadora, esas noches felices, hayan  sido una fuente motivadora de la vocación que profeso y  ejerzo,  de leer entre líneas, allí donde la palabra se quiebra y trastabilla, en los dichos en que se confiesa  como lapsus, sueños y síntomas, las profundas verdades que el sujeto desconoce,  azorado  de sí mismo. No otra cosa que un acto de lectura que alivia el sufrimiento  del cuerpo y el espíritu es el psicoanálisis. Claro que leer cambia el mundo, lo llena de poesía, de belleza, de imaginación creadora, construye sujetos sensibles y amables, inteligentes, con pensamiento crítico, frente a la brutalidad y el salvajismo actual, vaya si leer es un acto político, cultural decisivo para combatir el retroceso atávico de la actualidad, para embestir a  las bestias que  se enseñorean por las calles de la violencia y el desatino. Escuchar así en la voz del Poeta Meneguin –rodeado de amantes de la lectura,-la poesía de Cavafis anunciando los bárbaros, que aquí sí, ya llegaron, escucharlo a Witman en el primer piso de la biblioteca Popular épicamente recuperada de las garras de las fieras, es además de un placer, un acto político y poético categórico e irrebatible. Claro que leer cambia el mundo. Solo hace falta ver como desesperan los tiranos la censura y la quema de libros para comprobarlo, para atacar y evitar el saber, la imaginación del pueblo con la que se decide su destino, el placer de entregarse a un diálogo genial con personajes que generosamente nos brindan su intimidad y sus conocimientos, que construyen de la ficción realidad y de la realidad ficción. Hay que leer a los niños, hay que leerles a los niños en las noches encantadoras y las primaveras de ensueño y darles libros a los jóvenes y transmitirles que la lectura es la vida y que la vida sin la profundidad de la lectura carece de sentido, hay que arrojar a la basura celulares que empobrecen el alma y marchitan la frescura natural de su vivacidad. Es un enorme desafío que tenemos que asumir en una batalla cultural contra el horror y la barbarie que solo propone destrucción y muerte.  Mañana, domingo 24 de agosto, es el día del lector, en homenaje al gran escritor Jorge Luis Borges en su natalicio, aquel  que construyó una íntima y frondosa biblioteca con libros, dice, no forzosamente famosos que interesa a los profesores menos  que  la belleza, en los vaivenes y en las fechas de la literatura y en el prolijo análisis de libros que se han escrito para ese análisis y no para el goce del lector, Jorge Luis Borges, que se jactó de ser un excelente lector, más que un escritor, o en todo caso, un sensible y agradecido lector ¿(5).
    “Don Quijote” Miguel de Cervantes Saavedra.
    Carta del Che Guevara a sus padres
    “Negra María vas a morir “Poema de Ernesto Che Guevara
    “Las Penas del Joven Werther” Goethe
    “Biblioteca Personal” Jorge Luis Borges.
     

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    Sergio Brodsky
    Sergio Brodsky
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