La mujer de la fila. La vida da vueltas inesperadas
Las reclusiones en institutos penitenciarios afectan a los internados y, en su mayor parte, a su familia. El grado de perturbación depende de innumerables factores. Ya nada es igual, a partir del ingreso del imputado, con o sin condena. Los hechos fácticos que hayan configurado la razón de la detención se erigen independientes de las consecuencias de la misma.
Es preciso considerar que, además, las requisas en las visitas de los familiares se tornan episodios altamente traumáticos para éstos. Y no necesariamente se cuenta con un interés de la sociedad para encontrar los mecanismos más acordes a contemplar tal problemática.
Andrea, la protagonista de “La mujer de la fila”, película de Benjamín Ávila, es una viuda de alrededor de cuarenta años, empleada en una inmobiliaria, madre de tres hijos que lleva una vida típica de clase media en Buenos Aires, al comienzo de este siglo.
Gustavo, su hijo adolescente, es detenido, inesperadamente (para ella), cuando, en una mañana, se disponía a llevar a sus dos hermanos menores al colegio. Es llevado a la cárcel de Ezeiza y su madre, absolutamente convencida de una injusta detención, trata de impedir que se lo trasladen. Es golpeada por un agente policial; desesperadamente, se comunica con un abogado de confianza y se dirige al penal intentando explicar a algún interlocutor lo (a su entender) desacertado de la acción.
Así comienza la película, inspirada en una historia real, la de Andrea Casamento. Ávila, director también de “Infancia clandestina” (una aproximación a su propia infancia) conjuntamente con el brasileño Marcelo Müller elaboraron el guion que incluye hechos ficticios en busca de incorporar dramatismo como, se explicita al final de la película. El director ha afirmado que conoció la historia por Mariana Volpi, una abogada que trabaja en la Procuración penitenciaria que a su vez se había interesado por una charla TED en la que había participado Andrea Casamento.
La trama refleja el periplo de Andrea disponiendo todo su tiempo en procurar, en principio, la liberación de su hijo y cuando entiende que ello no será factible con la premura que esperaba, en utilizar los escasos encuentros de las visitas familiares para contener a Gustavo y acercarle comida y ropa.
Precisamente las visitas, filmadas íntegramente en el pabellón 4 del penal de Ezeiza, son las ocasiones en que el dramatismo aflora con mayor patetismo (es la primera vez que se filma en ese lugar). Se intercalan las requisas con su dosis de indignidad y el denso ambiente que subyace en esos escasos minutos en los que los familiares pueden encontrarse con los presos. Los momentos que las compañeras de éstos, permanecen en la fila para ingresar a la cárcel se perciben interminables y, solo, compartir la ansiedad de la espera lo hacen más tolerables. Más del 90% de la población carcelaria son varones, por lo que sus mujeres se encuentran solas e incomprendidas. No es frecuente en el cine argentino la posibilidad de retratar con fidelidad la realidad de esos avatares.
Los prejuicios sociales, frecuentemente, impiden tomar conciencia que la condena que debe soportar el privado de su libertad no debería involucrar discriminaciones ni maltratos a los familiares. Forma parte, incluso en esos ámbitos, una especie de status-quo que convalida la supremacía determinada por uniformes y/o la fuerza. No obstante, como en otros órdenes, la solidaridad (expresada en la película por “La 22” y Alejo) entre pares o entre aquellos que compatibilizan con la situación del otro, conciben una especie de comunidad que genera un amparo que torna más tolerable el calvario del sufrimiento. Algo así, como sucede en ocasiones, en la sociedad.
A propósito, “La 22” acompaña a Andrea a comprender el microclima jerárquico y emocional que impera en esos ámbitos y la acerca al resto de mujeres que comparten igual desgaste emocional y Alejo, un preso del que se termina enamorando Andrea, establece una esfera de protección de Gustavo en la vida carcelaria.
Natalia Oreiro que había actuado en “Infancia clandestina” compone con enorme sensibilidad y compromiso, el papel de Andrea, en una actuación que es reconocida por la propia Andrea Casamento (la mujer de la fila real) que ha afirmado “me sorprendió cómo hace gestos y tiene actitudes en las que soy exactamente yo. La veo en la pantalla y me veo a mí. Yo vibraba de la misma manera que se la ve vibrar cuando actúa”. La actriz chilena Amparo Noguera es “La 22”. El actor argentino radicado en España Alberto Ammann es Alejo y Federico Heinrich es Gustavo.
La dirección de actores por parte de Ávila es uno de los grandes aciertos de la película, consiguiendo actuaciones absolutamente convincentes, acompañado por la dirección de casting de María Laura Berch, que ha sido la encargada del casting de “El viento que arrasa” (2023), “La sociedad de la nieve” (la película de Bayona sobre el avión de los rugbiers uruguayos en la cordillera), “El aroma del pasto recién cortado” (2024) y la serie “El eternauta” (2024), entre otros. Por otra parte, Berch con Laura Chiabrando ha dirigido “La noche sin mi” (2025).
Ávila que también había realizado la serie “Diciembre 2001” (2023) está a cargo de la cámara, a veces en mano, utilizando primeros planos repetidamente, y consiguiendo escenas notables como la inicial, con el reflejo de Gustavo en el iris de Andrea o la mirada de Martina, su hija, cuando Andrea estalla en una discusión en la cocina de la casa de su madre.
A propósito del tiempo y el esfuerzo que implica la filmación de una película que necesariamente debe contar con financiamiento, el proyecto recibió el apoyo del INCAA en 2018 al ser seleccionado como ganador en el Concurso Federal de Desarrollo de Proyectos de Largometraje “Raymundo Gleyser”, pero recién se pudo concretar hace un año y fundamentalmente porque contó con el apoyo de la Asociación Civil de Familiares de Detenidos (ACiFaD), el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), el Comité Nacional para la Prevención de la Tortura (CNPT), la Procuración Penitenciaria de la Nación (PPN) y la Asociación Argentina de la Justicia de Ejecución Penal (AAJEP).
Andrea Casamento vive actualmente con Alejo Fernández, con el que ha tenido un hijo y ha sido, junto otras mujeres, la impulsora de la ACiFaD, para visibilizar la situación de más de medio millón de parientes de detenidos. Ellos, mediante las acciones que llevan a cabo permiten fortalecer los vínculos familiares. Y además, como afirma Andrea, “la vida dá vueltas inesperadas (…) no sólo te puede pasar sino (…) algún día los presos van a salir y es hora de que podamos pensar que es lo que les ofrecemos para obtener el resultado esperado que es que todos podamos vivir en comunidad”.
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