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    Fassbinder y sus melodramas insolentes

    Entre páginas y pantallas

    11 de octubre de 2025 - 20:30
    Fassbinder y sus melodramas insolentes
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    El 8 de mayo de 1945 se produjo la capitulación de Alemania ante los representantes de las fuerzas aliadas en Karlshorst, un barrio alejado del centro de Berlín. Los comandantes en jefe del Ejército, la Armada y la Aviación nazis firmaron la rendición incondicional en un edificio de la Wehrmacht (la denominación que se le daba a las fuerzas conjuntas alemanas y que luego fue el edificio central de las tropas soviéticas) y así se puso fin a la Segunda Guerra Mundial en Europa. Luego, los espeluznantes bombardeos nucleares en Hiroshima y Nagasaki, derivaron en la rendición de Japón y comenzó un nuevo “orden” internacional, que en cierta forma -con la guerra fría- hizo perceptible el axioma que “la paz es la continuación de la guerra con otros medios”, invirtiendo la frase de Carl von Clasewitz.
    En la Alemania derrotada y destrozada, el 31 de mayo de 1945, nacía Rainer Werner Fassbinder en el pequeño poblado de Bad Wörishofen, en Baviera, al sureste de Alemania. En ese pueblo, hacia fines del siglo XIX, el sacerdote Sebastian Kneipp había incursionado y difundido las virtudes de la hidroterapia.
    El padre de Fassbinder, Helmut, tenía dos hijos de matrimonios anteriores y no tenía muy en cuenta a Rainter. Era médico que atendía en su consultorio de la calle Sandlinger de Münich, mayoritariamente, a prostitutas. La madre, Liselotte Pempeit, traductora de inglés, había nacido en Danzig (hoy Gdansk), en Polonia de padres alemanes. Rainer, era hijo único de esa pareja y su madre tampoco lo consideraba demasiado. Cuando sus padres se separaron, Rainer fue a vivir junto a su madre a Colonia. Liselotte, que había conformado nueva pareja con un joven de diecisiete años, contrajo tuberculosis y por tal razón, estuvo dos años en un sanatorio. En ese lapso, Rainer con poco más de siete años, iba al cine a ver dos y a veces tres películas diarias, enviado por su madre para que no esté en la calle. Sin embargo, la libertad de que gozaba le permitía también vagar por la ciudad con otros chicos.
    Su paso por las instituciones escolares fue erratica. No se adaptaba a ninguna norma. Se fugaba y abandonó la escuela antes de su graduación. A los quince años se fue a Colonia a vivir con su padre. Ya escribía obras de teatro, poemas y cuentos cortos. La fascinación por el cine y la constante indagación de las conductas humanas le forjaron los argumentos que generaron obras de teatro y películas absolutamente personales. 
    Al volver a Münich, a los dieciocho años, comenzó a estudiar teatro. Se une al grupo de teatro “Action Theater (Teatro de acción)”, luego rebautizado como Antiteater, un teatro de vanguardia de la ciudad bávara, donde se perseguía subvertir los valores y convenciones que la tradición teatral procuraba perpetuar. Esa impronta lo cautivó, “allí me sentía excitado por lo que ocurrían en el escenario, por la forma en que estaba ocurriendo y por lo que se estaba transmitiendo a la sala. Entre los actores y el público se creó como una especie de trance, algo parecido a un anhelo colectivo por una utopía revolucionaria. Aún no había terminado la representación cuando tomé la decisión irrevocable de trabajar allí, en aquel teatro y con aquel grupo”. Reconoció siempre a Bertold Brecht como una referencia teatral. Con ese grupo estrena su primera obra teatral, “Gotas de agua que caen sobre piedras ardientes” en 1965. Un hombre de mediana edad y un joven conforman una pareja a la que se suma una muchacha. La crueldad, el desamor y el egoísmo conviven en esta obra, que años después fue llevada al cine por el propio Fassbinder y en el 2000, en otra versión, fue la ópera prima de Francois Ozon. En ese grupo conoció a Hanna Schygulla que junto a otros actores y actrices con los que Fassbinder compartió las tablas, convocó luego para alguna de sus películas.
    Fassbinder se aventuró en el cine, dirigiendo cortos en 8 mm y haciendo algunas actuaciones, ejerciendo como director asistente y técnico de sonido. Tuvo una época previa en la cual para contar con algún dinero se prostituyó con hombres. Pudo realizar dos cortos entre 1965 (“Los vagabundos”) y 1966 (“El pequeño caos”) gracias a la financiación de uno de sus amantes.
    Reconociendo la influencia de la Nouvelle Vague francesa, Fassbinder comenzó una frenética carrera cinematográfica dirigiendo en sólo trece años, cuarenta películas. Fue parte, aunque con una identidad clara, de lo que se llamó el Nuevo Cine Alemán que, a partir del Manifiesto de Oberhausen de 1962, propugnaba “una nueva libertad. Libertad de las convenciones tradicionales. Libertad de la interferencia de los productores y sus intereses comerciales. Libertad del patronazgo de los grupos de interés”. Formativa, generacional e intelectualmente, Fassbinder se encuentra más cercano a sus contemporáneos, Win Wenders (nacido en 1945), Werner Herzog (en 1942) y Volker Schlöndorff (en 1939). 
    Con su particularidad, el cine de Fassbinder transita el horror cotidiano de la guerra, la posguerra, las relaciones humanas, con una mirada sobre un universo que lo rodea: la homosexualidad, las drogas, la noche, la inmigración, filmado con una velocidad creativa y una identidad de la Alemania, cruda, visceral y caótica; lo que lo hacía original y controvertido. Fue un creador integral y absoluto. No solo escribía los guiones y dirigía, sino también hacía el montaje, la fotografía y la dirección artística de varios de sus films. 
    Mientras estrena sucesivamente obras de teatro, realiza su carrera cinematográfica. Su primer largo, “El amor es más frío que la muerte” (1969), donde actúa Hanna Schygulla, un thriller sobre un matón sin patrón al que un grupo de gánsteres pretende contratarlo como sicario. Se establece una relación entre él y uno de sus vigilantes.  Lo filmó en 24 días y aparecen los ejes temáticos de su filmografía, el desengaño, la crueldad, las infidelidades, el desasosiego, los conflictos de una juventud apática frente al capitalismo y el sexo sin convenciones. Fue nominada al Oso de Oro como mejor película en el Festival de Berlín, comenzando el reconocimiento internacional de su obra.
    En 1971, Fassbinder ve una serie de películas de Douglas Sirk en una retrospectiva. Le provoca tal interés que va hasta Lugano, en Suiza, donde residía Sirk para conocerlo y como ha contado el director norteamericano: “hablamos de arte y literatura, de teatro y cine, hasta altas horas de la madrugada (…) del teatro clásico español, de la extraordinaria fecundidad de Calderón y Lope de Vega, a quienes sus contemporáneos atribuyeron la autoría de mil obras (…) Rainer, que me había escuchado con mucha atención, digo: Quiero ser tan prolífico como ellos”.
    Fassbinder y Sirk conformaron una amistad y admiración mutua. El cine de Sirk, sobre todo “Todo lo que el cielo permite” (1955), “Escrito en el viento” (1956) e “Imitación de la vida” (1959) en tono de melodrama, con su crítica a la falsedad y superficialidad de la sociedad norteamericana, fue un modelo para el cine que a partir de ese encuentro realizó Fassbinder, incorporando el melodrama a la acidez de la temática de sus películas. Sirk ha sido un referente para varios cineastas, además de Fassbinder, como Pedro Almodóvar y Todd Haynes, que incorporaron la ironía, la crítica social, el melodrama y la estética de Sirk en sus films. Si bien la mayoría de las películas de Raoul Walsh son western, policiales o de aventuras, el contenido melodramático de ellas, también han influido en el universo de Fassbinder.
    En “Las amargas lágrimas de Petra von Kant” (1972), basada en una obra de teatro de su autoría, Fassbinder incorpora plenamente la concepción del cine de Sirk. Petra es una diseñadora de moda de Bremen, en el noreste de Alemania. Vive en su casa que es a su vez estudio junto a su secretaria Marlene. Con la irrupción de Karin (Hanna Schygulla), una modelo, bella y hierática, se genera una relación sentimental y tormentosa. Es considerada una de las más importantes películas de Fassbinder y fue nominada al Oso de Oro en el Festival de Berlín.
    Dos años después, Fassbinder aborda el prejuicio racial y la diferencia de edad en una relación amorosa con “Todos nos llamamos Ali” (1974). Una mujer alemana de sesenta años y viuda tiene un romance con un trabajador marroquí veinticinco años menor. El Hedi ben Salem, su pareja en esos años, fue el protagonista de la película. Y el Festival de Cannes concedió el premio del Jurado Ecuménico y el de FIPRESCI (Federación Internacional de Prensa) al film.
    Fassbinder interpreta y dirige “La ley del más fuerte” (1977). Un obrero de origen humilde de Alemania del Este obtiene la lotería y comienza una relación con un hombre de una posición social más alta. Éste se aprovecha de la situación y lo somete, llevándolo a situaciones indeseables.
    Una de las escasas ocasiones que Fassbinder filma una obra de otro autor es “Desesperación” (1978). El dramaturgo Tom Stoppard le acercó la idea de llevar a la pantalla la novela homónima de Vladimir Nabokov. En un juego de dobles, el protagonista, un fabricante de chocolates, buscando solucionar su crisis existencial, resuelve adoptar la personalidad de un vagabundo al que decide asesinar. Dirk Bogarde (el protagonista de “El sirviente” (1963), “Portero de noche” (1973) y “Muerte en Venecia” (1971)) y Andrea Ferreol asumen los papeles principales.
    Hanna Schygulla es la protagonista de “El matrimonio de María Braun” (1979). Con esta película, Fassbinder inicia una trilogía en la que focaliza como centro neurálgico la situación de las mujeres, fundamentalmente en el marco de la Segunda Guerra y la reconstrucción y recuperación alemana. 
    En ésta, María, la protagonista, al inicio contrae matrimonio con Hermann, quién es enviado en 1943 al frente ruso. Al final de la guerra, aparece como desaparecido y María para sobrevivir debe trabajar en el mercado negro y como camarera en un bar, donde se relaciona con un soldado norteamericano, quedando embarazada. Hermann, que no había fallecido, sino que estaba preso, retorna. Fassbinder rescata la entereza de las mujeres alemanas afrontando la realidad compleja de tener que subsistir y abrirse paso en un contexto de dolor y angustia. Hanna Schygulla obtuvo el Oso de Plata como Mejor Actriz y Fassbinder el Premio de los lectores del Berliner Morgenpost además de la nominación para la película al Oso de Oro en el Festival de Berlín y la nominación a los Golden Globe como Mejor Película Extranjera. Por otra parte, fue la película de mayor concurrencia en Alemania desde el final de la guerra. 
    Las otras dos películas de esa trilogía fueron “Lili Marleen” (1981) y “Lola” en el mismo año. La primera, interpretada por Hanna Schygulla, está ambientada en los años de la Segunda Guerra. Una cantante alemana, basada en Lale Andersen, interpreta el tema que le da titulo al film. Se convierte en una canción favorita de las fuerzas armadas y por lo tanto admirada por los soldados. Es protegida por un alto oficial nazi, pero su relación con un director de orquesta suizo judío, basado en Rolf Liebermann, la convierte en sospechosa de traición. Otros intérpretes son Giancarlo Giannini y Mel Ferrer.
    “Lola” es una adaptación de “El profesor Unrat” de Heinrich Mann que había sido también adaptada para “El ángel azul” (1930) de Josef von Sternberg, donde se destacara Marlene Dietrich. Es sobre una cantante de cabaret (Barbara Sukowa) y su relación con un ingeniero, presidente de una comisión de urbanismo que, en 1957 se encarga de controlar la reconstrucción de la ciudad de descubriendo una trama de corrupción y especulación generalizada.  
    En 1980 realizó 14 episodios de la serie de televisión “Berlin Alexanderplatz”, sobre la novela de Alfred Döblin. Escrita entre 1927 y 1929, se la considera una de las obras más importantes de la literatura alemana del siglo. Deja en evidencia la crisis económica y de desempleo en los años veinte, en época de la república de Weimar. Un transportista y proxeneta sale de la cárcel para reencauzar su vida, en medio de las grandes dificultades que la posguerra ha introducido. La visión cáustica de Fassbinder generó una serie de objeciones de la Iglesia y organismos de padres de familia.
    Con “La ansiedad de Veronika Voss” (1982), Fassbinder obtiene el Oso de Oro en el Festival de Berlín. Se basó en la historia de una actriz de cine alemana que, al finalizar la guerra se vio marginada debido a que se la vinculó con el régimen nazi, porque su carrera cinematográfica la hizo en los años del Tercer Reich, cuando simultáneamente varios cineastas, actores y actrices eran perseguidos y debían huir de Alemania. Está inspirada en Sybille Schmitz, quien el 13 de abril de 1955, sometida a la dependencia de la morfina provista por una médica supuestamente inescrupulosa, se suicidó. 
    Su última película, “Querelle” (1982) la rodó durante veintidós días en el mes de marzo de 1982. En realidad, fue póstumo dado que se estrenó luego de su fallecimiento. Es una adaptación libre del texto homónimo de Jean Genet, el provocador y perturbador novelista y dramaturgo francés. Con decorados ostensibles y una estética rozando lo kitsch, Fassbinder recrea al marinero Querelle (Brad Davis) y su seductor encanto que atraía tanto a hombres como a mujeres. Actuaron Franco Nero y Jeanne Moreau. Fue criticado por la crudeza de algunos diálogos y algunas escenas, pero sus seguidores la consideran como una película de culto. 
    Fassbinder no eludió su compromiso político frente a las desigualdades sociales. En declaraciones periodísticas, afirmaba: “No veo motivos para sentirme feliz cuando compruebo cómo vive la gente. Cuando me cruzo con ellas en las calles y en las estaciones ferroviarias, cuando veo sus rostros y sus vidas, me siento embargado por la desesperación”. Robert Fischer, editó la recopilación de entrevistas que le hicieron a Fassbinder en su vida en el libro “Fassbinder por Fassbinder”, y en él dice: “leyendo a Fassbinder hablar de su obra, de arte y de política, asombra sobre todo la coherencia y la imperturbabilidad con que intenta describir una y otra vez su visión de sí mismo y del mundo. El mismo trató una vez de formular este fenómeno: “Uno no nace con una cantidad fija de cosas para decir que paulatinamente se van agotando. Todo depende del grado de consciencia con el que uno vive su vida. Lo que nutre mi trabajo es mi vida: las personas que me encuentro, mis sueños y los libros que leo”.
    Filmó como vivió. Sin límites, acelerado, exigente, desafiante, rebelde, sensible, insurgente. No tuvo reparos en hundir la crítica en una sociedad que marginaba y que la consideraba presa del consumismo y desentendida de la humanidad de la persona. Consumía drogas frecuentemente. Descansaba pocas horas por día. En su vertiginosidad, sentenciaba: “Ya dormiré cuando esté muerto”. Falleció por sobredosis el 10 de junio de 1982, en Münich, a los 37 años. 

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    Gustavo Labriola
    Gustavo Labriola
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