“Hoy sabemos que en los primeros años del siglo XX nuestro mundo estaba siendo observado por unos seres más inteligentes que el hombre y, sin embargo, igual de letales”. A las 20 horas del domingo 30 de octubre de 1938, la noche de Halloween, una voz grave hizo este anuncio en la cadena CBS en los Estados Unidos.
De repente, un corte dio paso a un boletín informativo: “Señoras y señores, interrumpimos nuestro programa para comunicarles una noticia de última hora procedente de la Agencia Intercontinental Radio. El profesor Farrel del Observatorio de Mount Jennings de Chicago reporta que se ha observado en el planeta Marte algunas explosiones que se dirigen a la Tierra con enorme rapidez. Continuaremos informando”. El relato ganaba en intensidad y dramatismo, tortuoso y magnético parecía tornarse espeluznante.
El pánico se apoderó de los oyentes. La radio era el principal y masivo medio de comunicación. Se dice que más de doce millones de personas escuchó el programa. Algunos de ellos, se lanzaron a la calle, con paños mojados en la cara para protegerse de supuestos gases venenosos, o recogían imprescindibles alimentos para trasladarse a otra ciudad; otros recurrían a las guardias de los hospitales, muy alterados. Unas personas transmitían desesperados y dramáticos mensajes que no habían escuchado, pero estaban convencidos de haberlo hecho. Alguno, disparó al aire armas de fuego e incluso, otro se suicidó.
Era la paranoia generada por un ataque marciano a la pequeña localidad de Grover´s Mill en Nueva Jersey transmitido en directo por la radio. Nadie percibió que no era en una ciudad importante como Los Ángeles, Washington o Nueva York, lo que podría ser motivo de duda. En realidad, Orson Welles junto a un grupo de actores de la compañía de teatro The Mercury Theatre representaban una adaptación de la novela “La guerra de los mundos” de Herbert George Wells.
No puede desconocerse que el contexto mundial era acuciante. La amenaza nazi en Europa y las dificultades económicas que durante toda la década afectaron a los Estados Unidos, eran las preocupaciones que forjaron el caldo de cultivo propicio para la reacción del público.
Orson Welles, quién al momento de la transmisión radiofónica tenía 23 años, había nacido en Kenosha, Wisconsin, a orillas del lago Michigan, el 6 de mayo de 1915. Pertenecía a una familia acomodada y desde temprana edad se interesó por el teatro. Como sus padres se habían separado, el amante de su madre, el doctor Maurice Bernstein, se convirtió en el protector e impulsor de las inquietudes artísticas de Welles. “Tenía una mente prodigiosa, conocía bien la gran literatura del canon occidental y recitaba de memoria largos pasajes en verso y prosa”, cuenta Peter Biskind en la introducción de “Mis almuerzos con Orson Welles. Conversaciones entre Henry Jaglom y Orson Welles”.
Así muy joven fue a Dublín, Irlanda, actuando en el Gate Theatre, luego de su participación en el Art Institute of Chicago. De Dublín fue a Nueva York a actuar en teatro. Muy joven dirigió adaptaciones de obras de Shakespeare. Algunos de los textos del bardo inglés luego las llevó al cine. Fundó la compañía de teatro The Mercury Theatre, que fue con la que ideó y concretó la emisión radiofónica de “La guerra de los mundos”.
Debido a la gran repercusión de la difusión radial de esa obra, al año siguiente el, en esos años, importante estudio RKO, lo contrató para que dirija tres películas con total autonomía y poder de decisión (algo absolutamente poco frecuente), y, por lo tanto, tener la última palabra sobre el montaje definitivo.
El primer proyecto que Welles acercó al estudio, fue una adaptación de “El corazón de las tinieblas” (que años después fuera llevado al cine en la versión de Francis Ford Coppola, John Milius y Michael Herr en “Apocalypsis now” (1979). No se pudo concretar y dos años después, abandonando el proyecto anterior, colaboró en el guion, de Herman J. Mankiewicz de “Ciudadano Kane” (1941), película estrenada el 1° de mayo de 1941 y con la que revolucionó el cine.
Welles había dirigido solo una película, “Too Much Johnson” (1938) y algunos cortos antes del Kane. A pesar de su inexperiencia, consiguió innovar en la narrativa, el estilo, la fotografía, la técnica y la música del cine. No hay antecedentes reconocibles en la historia previa, de incluir al género “documental” como integrante de una ficción.
Si bien originalmente el guion fue escrito por Herman J. Mankiewicz, un aquilatado guionista de Hollywood, la idea fue de Welles. Era, desde ese punto de vista, un riesgo mayúsculo, dado que la historia en clave de ficción estaba basada en un empresario de la prensa, propietario de dos de los más importantes periódicos de la época; era más que un axioma referido a William Randolph Hearst. Un riesgo que Welles en su “irresponsabilidad” juvenil asumió.
Willam Randolph Hearst fue un periodista, editor, político, empresario de la prensa, dueño de 28 periódicos entre ellos The San Francisco Examiner, The Boston American, The Washington Times, (uno en cada una de las principales ciudades norteamericanas) y de empresas editoriales, compañías y emisoras de radio y revistas como Cosmopolitan y Harper´s Bazaar. Se lo consideró como el impulsor de la prensa amarilla o sensacionalista, adicionando títulos efectistas a artículos redactados sin rigor periodístico y apostando a vender la mayor cantidad de ejemplares gracias al morbo y la inquina generada en sus publicaciones. Le gustaba afirmar respecto a su participación en sus periódicos y revistas “Yo hago las noticias”, evidenciando que trastocaba la noticia para conseguir un resultado más indecoroso.
Al momento del estreno de la película, Hearst tenía casi ochenta años y una gran fortuna. Había incursionado en la política, habiendo sido miembro de la Cámara de Representantes. Orson Welles en “Ciudadano Kane” asumió además de la dirección la interpretación de Charles Foster Kane, un personaje que, indisimulablemente, representaba a Hearst. Un magnate que, habiendo soportado la pobreza en su juventud, alcanza una riqueza inconmensurable conseguida a fuerza de una ambición desmesurada e inmoral. De forma tal, entre otras señales, que una palabra clave, pronunciada al inicio del film “Rosebud – capullo rosa” (que en la película es una alusión a un recuerdo de infancia) era, según cuenta Biskind en el prólogo mencionado, “esa parte donde la espalda de su amante, la actriz Marion Davies, perdía su augusto nombre”.
Si bien al momento del estreno la película no tuvo gran repercusión en el público, la crítica la elogió, catalogándola casi por unanimidad como la mejor película realizada hasta ese momento. De manera que como en otros casos relevantes, “Ladrón de bicicletas” (1948) de Vittorio de Sica, la taquilla no determina, como algunos quieren afirmar con desprecio y perversión, la calidad de una película, ni es apropiado para determinar la realización o no de una película.
Además del elenco integrado, en parte, por los compañeros del Mercury Theatre, como Joseph Cotten, Agnes Moorehead, Everett Sloane; Welles, con sus veinticinco años recurrió a grandes referentes como la fotografía a cargo de Gregg Toland, colaborador de grandes películas de William Wyler y John Ford y la música de Bernard Herrman, el artífice musical de varias películas de Alfred Hitchcock, los que posibilitaron la concreción de una obra maestra. Obtuvo nueve nominaciones a los premios Óscar, entre ellas tres para Welles (mejor actor, director y guion original). La Academia, posiblemente por influencias de Hearst, solo lo premió por el guion.
Después de realizar “Soberbia” (1942), como sucedió con varios artistas en Estados Unidos por el macartismo, Welles fue denunciado como comunista. Por tal razón se fue a Europa para seguir su carrera. Realizó, entre otros films, “Macbeth” (1948) sobre la tragedia de Shakespeare; “Sombras del mal” (1958); “El proceso” (1962) sobre el texto de Kafka; “Campanadas a medianoche” (1965). Dejó inconclusa “Don Quixote” (1972) sobre la obra de Cervantes. En el Festival de Venecia, el 31 de agosto de 2018 se estrenó otra inconclusa película experimental de Orson Welles sobre el cine dentro del cine, “Al otro lado del viento”.
El 10 de octubre de 1985, hace cuarenta años, Welles falleció en Los Ángeles. Dueño de un fuerte carácter, con actitudes muchas veces arrogantes, ha desmerecido la trayectoria de muchos de sus colegas (solo ha reconocido a Harold Lloyd como especialista en gags, a John Ford, con el que coincidía en usar en pocas situaciones plano general y definía a Buster Keaton como genio, afirmando que “El maquinista de la general” (1924) es prácticamente la mejor película que se haya hecho jamás. La película más poética que he visto en mi vida”), pero los especialistas lo han valorado significativamente. British Film Institute (BFI) en 2002, lo ha definido como el mejor director de la historia del cine.
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