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    Charles Chaplin y la sempiterna búsqueda del oro

    Entre Páginas y Pantallas

    21 de junio de 2025 - 18:30
    Charles Chaplin y la sempiterna búsqueda del oro
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    La comedia, según los críticos, es un género que requiere una cuidada y adecuada elaboración a fin de conmover a los espectadores. En realidad, más que el drama, el que a priori sería un género que llegaría con mayor facilidad a la emoción. Es posible efectuar perspicaces planteos sociales en tono de comedia que consiguen demostrar con claridad los conflictos que se pretenden dejar en evidencia. El guion debe tener una consistencia que atrape y convenza a la audiencia en medio de situaciones que puede ser disparatadas, infrecuentes o incluso surrealistas.
    En el cine mudo, la gestualidad era un recurso no solo habitual sino imprescindible para transmitir emociones y sentimientos y, a la vez, establecer las claves interpretativas necesarias para la comprensión de la trama. Incluso al rever hoy esos films con la perspectiva actual se perciben sobre-actuaciones absolutamente necesarias para el momento en el cual se realizaron esos films.
    En ese marco, Charles Chaplin fue uno de los más significativos artífices del cine silente. Y en particular, de la comedia, encubriendo agudas críticas sociales bajo el barniz de ese género.
    En 1925, Chaplin ya asentado en los Estados Unidos, había conformado una trayectoria de marcado nivel autoral. Unos años antes, en 1920, con una entrañable película, “El pibe” o “El chico”, cuestionaba con severidad la situación de la niñez abandonada. En 1925, decide acometer con la obsesión calvinista del golpe de suerte; la búsqueda de la riqueza individual como principal (y en cierta medida, único) objetivo de vida. 
    En 1846 una expedición encabezada por George Donner y James F. Reed atravesó los Estados Unidos para dirigirse a California. Habitualmente los migrantes atravesaban el país, cruzaban las altas cumbres nevadas de las montañas y llegaban a Nueva Helvetia (hoy, Sacramento). Sin embargo, Donner y Reed organizaron una caravana de carretas con familias dispuesta a asentarse en la costa Oeste de ese país en el invierno del 1846-1847, pero sufrió un retraso considerable atento que los encargados de la expedición optaron por transitar una nueva ruta, infrecuente para esos tiempos, llegando a Sierra Nevada, donde soportaron temperaturas muy bajas y numerosas nevadas. Tal situación les provocó numerosas pérdidas humanas, de animales y de carga. “De ciento sesenta pioneros sólo sobrevivieron dieciocho; la mayoría de ellos perecieron de hambre y de frío. Algunos practicaron el canibalismo, comiéndose a los muertos; otros asaron sus botas para apaciguar el hambre”, cuenta Chaplin en su autobiografía. Finalmente, un grupo reducido fue encontrado por un equipo de rescate y llevado a California. A esta fallida experiencia, se la conoció como la Expedición de Donner. 
    Chaplin se basa en esa historia, vinculándola con otra experiencia dramática y producto de la ambición: la fiebre de los buscadores de oro en el río Klondike, conocida también como la fiebre del oro del Yukón o la fiebre del oro de Alaska, que se produjo hacia 1896 cuando George Washington Carmack encontró depósitos aluvionales de oro en el arroyo Rabbit (hoy Bonanza) en el oeste de Yukón, Canadá. Este arroyo fluye hasta el río Klondike, la noticia se difundió e hizo que muchas personas inopinadamente decidieran encarar la aventura sin hesitar en lo complejo del traslado, el clima inclemente y la posibilidad de encontrar cantidades que no fueran significativas o directamente no encontrarlas.
    En una época que las filmaciones se realizaban en estudios y no existían los recursos técnicos y logísticos para utilizar escenarios naturales, Chaplin optó por recrear la lejana e inasequible Alaska en las montañas de Nevada. Sin embargo, algunas escenas fueron realizadas en los estudios y en ellas, la nieve fue recreada con 100 barriles de harina, 285 toneladas de sal y 200 toneladas de yeso.
    Chaplin cuenta en su autobiografía (que en la versión al castellano contó con la traducción de Julio Gómez de la Serna) que “durante seis meses ideé una serie de secuencias cómicas y empecé a rodar sin guion, teniendo la impresión de que saldría alguna de las incidencias de la comedia. Claro es que me encontré en muchos callejones sin salida y que fueron descartadas muchas secuencias divertidas”.
    Charlot, el vagabundo, personaje típico de Chaplin, al comienzo de la película es el último de una larga fila de buscadores que se terminan perdiendo por efecto de una gran tormenta de nieve. Y al decir de André Maurois, citado por Manuel Villegas López en “Charles Chaplin. El genio del cine”, “comienza como una novela de Flaubert, la interminable fila de buscadores como un largo párrafo”. Charlot luego, entra en una casa aislada donde vive un fugitivo de la justicia, quien no quiere darle cobijo. Además, se suma otro personaje, también perseguido por la tormenta. 
    Los tres quedan conviviendo lo mejor que pueden. Charlot comprueba que no era tan áurico ni promisorio el destino que se prometía y el hambre acecha hasta finalmente ser un convidado indeseable. Hay una sucesión de escenas extraordinarias que se han convertido en íconos del cine. Charlot echa sal a una vela y se la come. Luego que el presidiario se va de la casa, el otro personaje divaga y ve a Charlot como una gallina. Un oso que entra lo salva de una muerte segura y entonces, los dos deciden comerse uno de los zapatos. Charlot lo pone al fuego, prueba si está a punto, disputan entre los dos las mejores partes y finalmente Charlot come los cordones como unos tallarines y los clavos como huesecillos. Una escena antológica. 
    Luego el film continúa con una serie de avatares en un ámbito sórdido más por la desazón y la insatisfacción de los atraídos por la fortuna ingente e inmediata (en realidad inexistente) que por la propia ruindad de la locación. Y hay complicaciones adicionales en el traslado hasta unas tierras lejanas e inhóspitas.
    Avanzando el relato, Charlot se siente atraído por Georgia, a quien conoce en un cabaret. Recrea Villegas López en el libro mencionado, ella “viene hacia Charlot, bella, sonriente, plena de amor, y todo se hace luz para el tímido vagabundo, perdido en aquel mundo bárbaro”. Pero fiel a las películas de Chaplin, se debe a un malentendido porque el interés inicial de ella es otro galán. No obstante, luego Georgia le promete compartir la cena de año nuevo. A última hora, no va; él la espera inútilmente y entre sueños recrea el gag de los panecitos. Este gag, tan celebrado cada vez que se ve la película era motivo para que los proyeccionistas detuvieran la película para pasarlo otra vez. Se cuenta que Chaplin se basó en una idea de Roscoe “Fattu” Arbuckle, un cómico norteamericano qué a su vez, había sido uno de sus mentores y había dado las primeras oportunidades a Buster Keaton.
    Respecto a la forma de generar hilaridad, es justo recordar qué Chaplin ha manifestado que la repetición de un chiste, provoca una reacción menos estentórea del público y repetido una vez más ya la audiencia rara vez se ría. Además, en función de la integridad, combinación y equilibrio que tiene que tener un guion de comedia, es atendible lo que ha afirmado Groucho Marx en el sentido que la risa producida por un gag o chiste no dura más de cuatro segundos. 
    Fruto de la casualidad, Charlot se encuentra inopinadamente con una mina de oro que lo hace rico. Vuelve a su país sin Georgia. Sus caminos se cruzaron sin que ninguno de los dos se entere que se estaban buscando. Charlot por una desventura cae dentro del barco que lo lleva en un rollo de cuerda y se lo confunde con un polizón. Repentinamente, Georgia, que también iba en ese viaje, lo rescate y finalmente quedan juntos.
    “La quimera del oro”, que antes de tener ese nombre, como proyecto se denominó “Lucky Strike” o “The Northern Story”, “es una obra lírica, fragante y límpida, como una balada”, según el autor mencionado. Por otra parte, el mismo Chaplin afirmó en un reportaje su predilección por el film, “lo que he hecho en La quimera del oro es exactamente lo que quería hacer. No tengo excusas ni coartadas. Esta película la he hecho tal y como he querido”.
    “La quimera del oro” fue una de las películas que Chaplin realizó con su propia compañía, United Artists, creada conjuntamente con David W. Griffith, Mary Pickford y Douglas Fairbanks, justamente para tener independencia creativa y poder llevar a la pantalla su visión de la sociedad y no estar atado a los designios de los estudios con los que habían trabajado. 
    La película fue estrenada en el Egyptian Theatre de Hollywood (que había sido inaugurado en 1922) el 26 de junio de 1925 y luego en el Strand Theatre de Nueva York, en la esquina noroeste de la calle 47 y Broadway, en Times Square y se convirtió en un éxito, alcanzando en poco tiempo una recaudación de 6 millones de dólares, equivalentes a 186 millones de dólares de hoy. A partir de “La quimera del oro”, al decir del crítico Manuel Villegas López en el libro mencionado, “el mundo entero comienza a comprender que (Chaplin) no es un bufo extraordinario, ni un actor excepcional, ni un cinematografista magistral, sino mucho más que todo eso: un genio. El cinema tiene un genio”.

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    Gustavo Labriola
    Gustavo Labriola

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