Francisco Ramírez y su breve vida
Francisco Ramírez fue una estrella fugaz, pero de una enorme luz. Una luz tan intensa que dejó en sombras en poco tiempo la figura de don José Artigas.
Regresaba triunfante a Entre Ríos luego de haber batido en la Cañada de Cepeda junto a Estanislao López a las tropas porteñas del Directorio al mando del Brigadier D. José Rondeau como general en jefe, determinando la caída del Directorio.
A consecuencia de esta victoria, nació el Tratado de la Villa del Pilar, representado Buenos Aires por don Manuel de Sarratea y don Pedro Capdevila, comisionado por el Excmo. Cabildo y por los generales Francisco Ramírez y Estanislao López por el Litoral el 23 de Febrero de 1820. A las conferencias asistió el mayor Lucio Mansilla invitado extraoficialmente para asesorar en su redacción.
El Tratado del Pilar, “el más grande de los pactos preexistentes” consagra por primera vez, los dos grandes principios del derecho público argentino: el sentimiento de la unidad nacional y el respeto a las autonomías provinciales.
Sin embargo, el Tratado del Pilar también perfilaba el acta de defunción política del general D. José Artigas como primera figura del federalismo rioplatense. Naturalmente que provocó la ruptura entre ambas figuras. Así lo hace constar Artigas en un Bando que pone fin a la relación entre ambos. Artigas, con los restos de su ejército vencido por los portugueses en Tacuarembó, sale a enfrentar a Ramírez en Entre Ríos en las cercanías de Rosario del Tala, sobre el arroyo “Las Guachas”.
BATALLA DE “LAS GUACHAS”
Fue muy violento el encuentro, con ventajas para Artigas, debiendo retirarse Ramírez, pero ordenadamente hacia La Bajada (Paraná) para unirse al comandante Romualdo García. Recibió este, orden de Ramírez de reunir toda la fuerza que pudiese, formando este una división de 400 hombres de caballería y 300 de infantería.
Mientras tanto Artigas había hecho su campamento en la costa del rio Gualeguay, desde donde comenzó a citar milicias de Corrientes y de Misiones, logrando reunir unos 3.000 hombres.
A todo esto, en Paraná, Ramírez recibió enviado por el Director Sarratea, como estaba convenido, el vestuario y armamento en tres buques de guerra mandados por el capitán de Marina Monteverde. Ramírez puso todo su empeño y habilidad en preparar y organizar los elementos de la defensa de los que disponía.
Movió su ejército hacia la “Plaza Nueva” y acampó a ocho leguas de Paraná. Ordenó al comandante Romualdo García que pusiese la plaza en defensa, fosándose las calles y colocándose allí cuatro piezas de artillería volante guarnecida por 300 infantes al mando del mayor Mansilla.
LA BATALLA DE “LAS TUNAS”
Sin embargo, apremiado por la cercanía de Artigas, ordenó al mayor Mansilla que saliese de la ciudad con su batallón de infantería y toda la artillería incorporándose al grueso del ejército. El 23 de junio se presentó el General Artigas en el arroyo “Las Tunas” y al día siguiente se entabló el combate de 800 hombres de la caballería de Ramírez, 200 de infantería y las cuatro piezas de artillería volante contra 3.000 de la caballería del General Artigas.
En el primer encuentro, volvió cara el ala derecha que mandaba el General Ramírez, ante la superioridad numérica ─ pero haciendo el mayor Mansilla una acertada descarga de fusilería de su infantería por filas, lo mismo que las cuatro piezas de artillería mandada por el valiente capitán D. Francisco Pereira, contuvo al enemigo, regresando al combate el ala derecha que mandaba Ramírez. Cargó intrépidamente el mayor Mansilla, de frente y en cuadro─ su izquierda rechazó al enemigo, y casi toda la línea del General Ramírez persiguió tenazmente al ejército de Artigas en fuga hasta 10 leguas, dejándolos dispersos.
Al día siguiente entró triunfante en Paraná. El pueblo de Paraná, que desde las alturas pudo ver parcialmente el combate, comprendió que la participación del mayor Mansilla fue determinante para el resultado de la batalla. Como resultado, Ramírez lo ascendió en el lugar del combate a teniente coronel.
PERSECUCIÓN DE ARTIGAS
En Paraná se dedicó Ramírez con su característico empeño y capacidad organizativa, de reunir todos los elementos necesarios para reforzarse. Al día siguiente se puso en marcha hacia el Gualeguay, siguiendo los rastros de la tropa de Artigas, obligándolo a tener que luchar sin poder detenerse a organizar los dispersos para buscar reforzarse en Corrientes. Ramírez lo alcanzó en Sauce de Luna, batiéndolo nuevamente. El 22 de julio lo obligó a presentar combate nuevamente en el Yuquerí Grande, luego en Mocoretá el 23 y el de Avalos el 24, que nos muestra como Ramírez, que conocía como nadie a Artigas y su popularidad en la campaña, necesitaba no darle tregua, cosa que logró hasta que lo obligó a cruzar la frontera al Paraguay con un puñado de sus hombres, para caer en manos del Dr. Gaspar Rodríguez de Francia quien lo tomó prisionero, y no lo dejó salir más, donde vivió hasta su muerte, 30 años después.
VUELTA A LA LUCHA
La popularidad de Ramírez y la consolidación del sistema federal, produjo la reacción del centralismo porteño de los directoriales que volvían, los que fueron contra Santa Fe, y aunque derrotados por López en “el Gamonal”, en el acuerdo de paz, lograron seducir a Estanislao López y a espaldas de Ramírez firmando un tratado entre Santa Fe y Buenos Aires con la mediación de Córdoba (Tratado de Benegas).
Este pacto significaba que López abandonaba la política de su antiguo aliado Ramírez para sumarse a la de Buenos Aires.
Ramírez le recordó a López su compromiso con la causa federal, pero López le contestó que el Tratado de Benegas lo ligaba a Buenos Aires.
Así estaban planteadas las cosas, Ramírez decide entonces abrirse paso por la fuerza de las armas. Concentra su poderoso ejército en Calá con refuerzos de correntinos y misioneros. Luego con unos 800 hombres cruza el Paraná y desembarca en las cercanías de Coronda (Santa Fe) en los primeros días de mayo de 1821. Mientras tanto, también estaban listos 2,700 hombres para cruzar el Paraná y tomar Santa Fe al mando de Romualdo García y Lucio Mansilla. Luego de esa acción se reunirían con el Supremo que avanzaría desde el sur. Junto a Ramírez cabalgaba La Delfina, bella compañera que vestía uniforme de coronel, con casaca roja y sombrero con pluma. A Ramirez se le sumó Anacleto Medina llegando a tener 1.000 hombres de caballería en territorio de Santa Fe.
Mientras tanto, desde Buenos Aires había partido el general Gregorio Araoz de Lamadrid para combatir al Supremo Entrerriano. Cuatrocientos hombres de la mejor caballería de Ramírez, al mando de Anacleto Medina, derrotaron el 8 de mayo, en el combate de “Barrancas” a las tropas de Lamadrid y los santafesinos que se le habían unido. Aunque superiores en número, las tropas de Ramírez los persiguieron hasta cerca de Rosario.
Desde Santa Fe Había salido el comandante Orrego en auxilio de Lamadrid.
El Supremo recibió noticias de este movimiento y decidió impedir la reunión de las tropas santafesinas con las de Buenos Aires, contramarchó entonces en procura de Orrego y lo alcanzó en el “Carrizal de Medina” el domingo 13 de mayo. “Se combatió encarnizadamente desde cerca del mediodía hasta el anochecer. En aquel encarnizado combate, Ramírez cargó varias veces con su lanza con virolas de plata al frente de sus escuadrones. Allí cayó herido de bala el valiente Piris” dice Gianello
Pero un suceso que echa sombras sobre la conducta de Mansilla, por no llamarla lisa y llanamente traición.
Habíamos dicho que Romualdo García y Lucio Mansilla tenían orden de Ramírez de cruzar el Paraná y tomar Santa Fe. Se embarcaron en la escuadra de Monteverde y en la madrugada del 13 de mayo desembarcaron protegidos por la artillería de los barcos. Sin embargo, estuvo la tropa formada toda la mañana frente a la ciudad indefensa. Luego, sin combatir se reembarcaron volviendo a Paraná. El Supremo ante esta traición quedó aislado, en territorio poco conocido y rodeado de cuatro ejércitos “cada uno de los cuales, era superior numéricamente al suyo” dice Mitre.
Lamadrid reunió un poderoso ejército de 2.840 hombres mientras Ramírez estaba acampado en Barrancas esperando las tropas que debían traer Mansilla y García.
El 24 de mayo chocaron los dos ejércitos, 700 soldados de caballería al mando de Ramírez quedaron con el rio a sus espaldas y los de Lamadrid abiertos en herradura. Se dice que Ramírez les dijo señalando el río a sus espaladas “Muchachos, de aquí no hay retirada” Y se lanzó a la batalla con sus hombres. Aunque una descarga cerrada le volteó 90 hombres, una carga desesperada pero arrolladora le conquistó un brillante triunfo contra toda posibilidad y un abundante botín. Pero el Supremo sabe muy bien que, si no llegan los refuerzos de Mansilla y García, todo lo que haga será inútil.
El 26 de mayo de 1821 en las cercanías de Coronda lo espera López. Ramírez libró combate en condiciones desfavorables, con la caballería cansada, en terreno desconocido se lanzó al ataque, pero fue sorprendido y arrollado por un ataque por su flanco. Con la oscuridad llegó la derrota. Con solo 400 hombres logró abrirse paso tomado el camino hacia Córdoba. Lo persigue una partida al mando del comandante Luis Orrego. En la mañana del 10 de julio, luego de una persecución que había rematado los caballos, Orrego lo alcanzó en las proximidades de Rio Seco y después de un combate en retirada habían perdido la posibilidad de alcanzarlo, cuando el caballo de la Delfina fue boleado para caer en manos de la soldadesca. Ramírez al ver esto, se volvió y atacó los soldados, permitiéndole a Gerónimo Galarza rescatarla. Pero el capitán Maldonado de un pistoletazo dio muerte a Ramírez. Y allí el bárbaro sacrilegio, el soldado Pedraza le cortó la cabeza al Supremo Entrerriano, que fue embalsamada y exhibida en una jaula en la recova del cabildo de Santa Fe.
Sin embargo, en Paraná hay una plaza (frente a la Casa de Gobierno) que se llama Plaza Mansilla, que homenajea al hombre causante de la traición, derrota y muerte del Supremo Entrerriano.
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