El mundo vuelve a mirar a la Argentina, pero por el momento de reojo
Sin el tan vilipendiado ajuste fiscal que evitó la hiperinflación hacia la cual nos dirigía el “modelo” de irresponsabilidad fiscal y emisión monetaria sin control ni respaldo, proceso finalizado en diciembre de 2023, el gobierno actual no habría podido conseguir USD 1000 millones de dólares a través de la reciente colocación del bono BONTE 2030 a inversionistas extranjeros. Sin embargo, dos condiciones en su emisión indican que el mundo aún mira de reojo a la Argentina.
En principio resulta positivo que el Gobierno haya podido refinanciar parte de su deuda volviendo a los mercados de crédito internacionales, una señal de confianza en la nueva administración motivada por sus logros, principalmente en cuanto al resultado fiscal y control monetario, con la consecuente baja de la inflación. La apertura parcial del cepo cambiario, junto con un esquema de tipo de cambio flexible dentro de cierta banda de flotación que hasta el momento viene mostrando relativa estabilidad, ayudó a que inversores se animaran a ofrecer USD 1700 millones, de los cuales se adjudicaron 1000 millones.
Algo particularmente interesante es que, la operatoria en cierta manera resulta inversa a la de los famosos bonos “dólar linked”, a los cuales se ingresa en pesos para seguir luego la cotización del dólar oficial. El BONTE 2030, en cambio, tiene entrada en dólares y salida en pesos. Lo cual constituye una señal de relativa confianza en el rumbo de la política económica.
Así, luego de casi 8 años de ostracismo, los mercados de crédito vuelven a mirar a la Argentina, lo cual, por supuesto debe animarnos, somos un poquito más confiables.
Hasta allí vamos bien, pero, lamentablemente, no todo resulta color verde. Nos miran, sí, pero aún de reojo. Se trata de inversionistas con cierto apetito por el riesgo emergente, pero no son… tontos. Saben que están hundiendo sus ahorros en un país muy inestable económica y políticamente, con 8 defaults en su historial y una política inflacionista persistente por décadas que ha llevado a quitar 13 ceros a la moneda.
En esta particular emisión de deuda, apreciamos dos características que nos advierten que la confianza inspirada es aún harto limitada.
Veamos:
1 – La tasa convalidada de 29,5% nominal anual luce alta si consideramos que la inflación, de continuar su sendero a la baja, promediaría mucho menos que esa cifra en términos anuales hasta el año 2030, en el cual se rescataría el bono. ¿Desconfían los inversionistas extranjeros de la continuación de la velocidad en el descenso de la inflación? ¿Temen cierta volatilidad cambiaria? Al respecto, un nivel de reservas de poco más de USD 36 mil millones no parece suficiente para inspirar mayor tranquilidad, y así es como el riesgo país continúa por encima de los 600 puntos básicos.
2- La opción de venta o “put” con la que cuentan los tenedores del flamante bono. La misma se podrá ejercer en mayo de 2027. Esto quiere decir que, algunos meses antes de que termine el ¿primer? mandato de Javier Milei, se podrá revender el bono al Estado.
Esta cláusula se encuentra más bien ligada al riesgo político. En concreto, a una posible discontinuidad en el proceso de reordenamiento macroeconómico, que involucre un regreso a la irresponsabilidad fiscal y al desorden monetario, con riesgo de default incluido. De vislumbrarse que, candidatos poco amigables con las leyes más elementales de la economía, verbigracia el señor Axel Kicillof, puedan acceder a la presidencia, la opción de reventa deriva en un seguro que necesariamente tuvo que incluirse en la emisión para animar a los inversionistas a colocar sus dólares en el comentado BONTE.
Sabemos que, en Argentina la distancia de aquí a 2027 constituye una eternidad, imaginemos entonces lo que implicaría a 2030. Pueden ocurrir multiplicidad de eventos, siendo el escenario más temible el regreso del populismo desenfrenado e irresponsable, promotor de graves desequilibrios macroeconómicos que tanto daño nos ha causado por décadas, sumergiendo a un país que a principios de siglo XX se codeaba en PBI per cápita con las potencias del mundo, en una dramática caída que lo ha llevado a colocarse por debajo de más de 60 países en la referida medición.
Así las cosas, es lógico que el resto del mundo aún nos mire de reojo.
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