Entre Ríos Federal
Luego de la muerte del general Francisco Ramírez el 10 de julio de 1821 en la campaña cordobesa, donde cayó herido de muerte envuelto en su poncho federal, fue como el punto de partida del retroceso de las ideas federales. Comenzaba un capítulo nuevo de un sector, que pretendía imponer desde la capital, las ideas del Directorio encarnadas en la República Unitaria de Rivadavia.
Pero Entre Ríos vencido, no claudicaba en sus principios. Aquellos que enarboló Ramírez, con su roja franja federal.
El Partido Unitario elabora el Congreso Nacional de 1825. Pero este legisla en abstracto, sin el consentimiento de las provincias.
Era una forma de impedir indefinidamente la Organización Nacional a la que aspiraba el Supremo Entrerriano (Ramírez), con su visión federal pero integradora, conocedor del territorio y su formación artiguista.
Ese “congreso” sancionó una constitución unitaria, al igual que la de 1819 inspirada por gente que no conocía el interior, que no conocía el país y que fue unánimemente rechazada por las provincias que se habían pronunciado por el sistema federal.
Como no podía ser de otra manera, la primera provincia en pronunciarse fue Entre Ríos, cuna del derecho y de la libre determinación. Es de esa manera que el Congreso Entrerriano, expresando la opinión de los departamentos se expide por el sistema federal. “La resolución de Entre Ríos lleva la firma de Justo José de Urquiza como presidente del Congreso y de Manuel Leiva como secretario”
De esta forma Entre Ríos manifestaba su rechazo al Congreso Rivadaviano, como una forma de reafirmación de la autonomía provincial, tanto política como económica y reafirmando la convicción de que el centralismo, la concentración del poder, empobrecen a las provincias y conspira contra la Unión Nacional.
Solo faltaba una figura nacional que interpretara ese sentimiento que había abanderado el general Francisco Ramírez
La República Unitaria unánimemente rechazada por las provincias, nació enferma. No tenía el andamiaje necesario para desarrollarse ni para subsistir.
Los sucesos concedieron por instinto natural ese papel al coronel Dorrego, para recoger la bandera que junto a Ramírez había caído con la figura que la supo enarbolar. Las provincias habían encontrado en Dorrego un nuevo jefe que representara a las autonomías provinciales.
Pero la suerte le fue adversa transformándose en víctima de su valiente actitud, y a poco andar, en plena juventud, fue fusilado, abriendo una nueva época sin ningún vínculo con el ideario federalista genuino como el que había nacido con claridad y vigorosa determinación en las selvas del litoral. Ya lo había dicho Echeverría “La Federación que Rosas vocifera, es todo lo contrario de lo que han pretendido los caudillos desde Artigas hasta Dorrego”
Los gobiernos de Rosas fueron un largo período de estancamiento de todo tipo de progreso material, cultural, educativo, de comunicaciones y de modernidad. Nada se movía en el país sin su conocimiento y autorización de Rosas.
Lejos de representar un gobierno republicano, se parecía más al virreinato por la concentración de poder y por su control de los gobiernos provinciales, reeditaban las antiguas economías de subsistencia del coloniaje, el totalitarismo y el monopolio. También fueron su sostén los grandes terratenientes, saladeristas que comerciaban con la firma Rosas, Terrero & Cía, vale decir, del propio Juan Manuel “del maestro de la explotación rural, el severo mantenedor de la disciplina y el mas brillante defensor de sus intereses” como dijera Carlos Ibarguren.
Su política dictatorial y tiránica sacrificó cabezas ilustres, radió del país a ciudadanos eminentes y liquidó fortunas apreciables, en holocausto a su prosperidad, y cuando aparece en la simpática postura de defender la soberanía del país, lo hace en el concepto utilitario económico de defender sus intereses, porque para Rosas, la Patria era sus estancias y sus saladeros.
La defensa de la soberanía de la intervención anglo- francesa que conmovió al general San Martín y de tal manera que legó su glorioso sable de combate al dictador en su
testamento. Sin embargo, San Martín tenía un concepto bien poco favorable sobre Rosas. Era bien conocida la cobardía personal de Rosas y además, en carta del 21 de septiembre de 1839, desde Grand Bourg, escribió a su amigo Gregorio Gómez donde le dice: “Es con verdadero sentimiento que veo el estado de nuestra desgraciada Patria, y lo peor de todo es que no observo una vislumbre de que mejore su suerte. Tu conoces mis sentimientos y por consiguiente yo no puedo aprobar la conducta del general Rosas cuando veo una persecución federal contra los hombres mas honrados de nuestro país. Por otra parte, el asesinato del doctor Maza me convence que el gobierno de Buenos Aires no se apoya sino en la violencia”
El defendía la Patria de manera muy original, como dice José Luis Busaniche de los ataques de la inmigración, de los atraques de la colonización, de la agricultura, de la industria, de la técnica y de la cultura. Ellos eran sus temibles enemigos que vinieron después de su caída a civilizarnos, a espiritualizarnos, a estimular el progreso en la universalidad de sus manifestaciones.
No había alambrados en los campos, ni cultivos agrícolas, ni ferrocarriles, ni vapores, nada que significara progreso.
Era el reinado de la pezuña, la guampa, el cuero seco el saladero y el degüello vacuno. Todo lo demás se importaba. Las capitales de provincias eran como islas en una tierra desierta. Era el tiempo del unitarismo disfrazado de Santa Federación.
En su dominación centralista y absoluta, el concepto federal invocado como su virtud, en la práctica se transforma en lo contrario.
Si Ramírez pudo decir a Bustos “Desde el Pilar di la señal de mis deseos” estaba claro el concepto. Pero si Urquiza creyó que Rosas, que había terminado con la anarquía, “iba a constituir la Unión Nacional”
El seguía con el mismo federalismo del Congreso Entrerriano que rechazó la República Unitaria. Es el mismo que se pronunció en 1851, el mismo que triunfó en Caseros
Es el federalismo que proclamó loa unidad nacional, la armonía entre las provincias, el respeto a la soberanía que Alberdi le reconoció en un principio como lo reconoce el doctor Antonio Sagarna también con autonomía política impulsor del progreso de las provincias.
La gloria inmortal de Urquiza, el hombre del Pronunciamiento, de la liberación y de la Organización está expresado en la Constitución
Comentarios
Para comentar, debés estar registrado
Por favor, iniciá sesión