El antiguo Día del Estudiante en Concordia: una tradición que marcó a generaciones
Hablar del Día del Estudiante en Concordia es hablar de carrozas, desfiles, serenatas y del tan esperado “Ferro”, que cada septiembre teñía de alegría a la ciudad. Pero en esa memoria colectiva también existe un capítulo especial, quizás menos visible hoy, que marcó profundamente a quienes lo vivieron: la histórica juntada en el Parque San Carlos.
Durante más de medio siglo, ese lugar emblemático fue el punto de encuentro obligado cada 21 de septiembre. Tras la noche de estudiantina, los jóvenes se daban cita entre banderas, bombos, remeras pintadas y canciones alentando a sus escuelas.
El verde del parque se transformaba en un escenario vibrante de amistad, unión y pertenencia, donde la primavera encontraba su mejor bienvenida.
Con el paso de los años, esa tradición se fue apagando. Tal vez los cambios en la forma de celebrar, la falta de organización o el simple paso del tiempo hicieron que el San Carlos estudiantil quedara en el recuerdo. Para quienes lo vivimos, su ausencia dolió como un quiebre: ya nada volvió a ser igual. Porque más allá de la competencia de carrozas o la elección de reyes y reinas, allí lo que reinaba era la energía compartida, la posibilidad de encontrarse y reconocerse como parte de una misma generación.
El último gran eco de aquellas celebraciones parece haberse apagado hacia 2016, con algunas chispas hasta 2019. Desde entonces, la fiesta en San Carlos dejó de ser ese símbolo del Día del Estudiante.
Y con ella se perdió algo más que un lugar de encuentro: se perdió un rito de identidad, un fragmento de la memoria cultural de Concordia.
Hoy, cuando pensamos en el 21 de septiembre, todavía sentimos la nostalgia de esos tiempos en los que la juventud se abrazaba en un mismo espacio y hacía del parque un escenario inolvidable.
Revivirlo parece difícil, pero recordarlo es una manera de mantenerlo vivo en nuestra historia común.
Porque, en definitiva, celebrar el Día del Estudiante en San Carlos no era solo festejar la llegada de la primavera: era reconocernos en la alegría de estar juntos.
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