La salud mental y un revuelo en el altillo
El 10 de octubre se celebró el día mundial de la salud mental. Nos empeñamos en definirla y a mí siempre me vuelve una experiencia, unos rostros, unas voces de unas personas que solo pueden calificarse de maravillosos, mis compañeros de “Revuelo en el altillo”.
Ayer reunidos con algunos miembros de ese grupo de excepción, que apostó a superar sus infiernos a través del amor, de la expresión, de la comunicación, del arte y la poesía, volví a escuchar nuevamente una frase, que así, como es el grupo del Revuelo, debería ser el Mundo, y otra vez, se repite en esta forma, otra que es cierta, en este caso, conmovedora y literalmente cierta, la frase que dice que la locura está fuera de esos siniestros espacios de encierros, de los oscuros manicomios, que si hay algo que pueda llamarse locura, existe en plenitud en el mundo del hombre que se depreda y destruye con sadismo, en las guerras y en las manifestaciones cotidianas de su crueldad y su violencia, que es allí donde está, verdaderamente, el desquicio y la sin-razón. Si la salud mental es la capacidad de amar como dijo Freud y de ternura, según Fernando Ulloa, lo que estoy diciendo no es una metáfora, sino la verdadera expresión del concepto. ¿Y que es, o que fue, o sigue siendo,” Revuelo en el altillo”?, aún con el pudor que sus conceptos elogiosos me producen, voy a citar lo que escribió Nelson, un compañero de ese espacio extraordinario y sorprendente, con quien recordamos el miércoles en la radio, nuestra experiencia compartida: escribió “Cada persona es rica en sentimientos, en el saber, en el querer aprender, algunos tenemos la dicha de una familia, un hogar. Otros tristemente no.
Al hablar sobre esto me refiero a la salud mental, cuando a muchos les concierne. Hubo un hombre que creyó, que analizó y que nos abrió las puertas para ser nosotros, no un paciente, no seres con una patología emocional, sino un hombre o una mujer con una historia, dejando su diagnóstico de lado, él fue Sergio Luis Brodsky, que hace unos largos años observó que en la sala de salud mental, los chicos se manifestaban a través de escritos y dibujos, entonces decidió conformar una revista que pudiera quitar el prejuicio y la discriminación para con nosotros, la cual se llamó “Revuelo en el altillo”. Hacíamos viajes, nos reuníamos dos veces en la semana para compartir mates, charlas, hasta que en un viaje a Federación nos llevó a un programa de radio y desde ahí surgió la idea de hacer radio, con nosotros, pacientes ambulatorios e internos de la “sala de salud mental”.
Luego de hacerse todos los días una hora de “La hora del revuelo”, Sebastián Pittavino y Juan Menoni, nos propusieron hacer un documental, que llevaría el nombre de un programa de radio, y así fue que nos grabaron un día de programa en vivo y nos reportearon luego a cada cual que quería contar la experiencia y logro que esto tendría. Tuvimos también un libro “5 Años del revuelo”, diferentes talleres y siempre juntos, cuidándonos unos a otros, reímos, lloramos, nos enfadamos y abuenábamos, como un grupo solidario y consolidado. Esa fue una experiencia única y bellísima”. El miércoles lo leyó Nelson en “Tenemos que hablar” (Radio Uner 97.3, hoy sábado se repite el programa a las 19 horas) y quise compartirlo porque resume, estupenda y precisamente, una experiencia de salud mental allí donde pareciera faltar… ¡cuánta paradoja!. Allí donde el dolor lleva al extravío, que la “cordura científica” ha querido” curar” con encierros, chalecos, lobotomías, choques eléctricos o pastillas, allí donde la crueldad ha abandonado a esas personas, sensibles y afectuosas a protegerse con la barrera de una coraza impenetrable, a sumirse en la soledad, la tristeza, el aislamiento, el vacío y el ocio, en ese lugar encontré tal vez la única posibilidad de desarrollar una experiencia de algo, que pudiera llamarse salud mental. Rescatando, como bien dice Nelson, la subjetividad, la persona única y singular, su historia, en lugar del diagnóstico que lo estigmatiza y condena, recuperando el afecto y la poesía, la solidaridad y el lazo colectivo, la comunicación escrita, radial para combatir tanto injusto prejuicio que los asocia a la peligrosidad y la ineptitud. Deberían avergonzarse de ello los “cuerdos crueles y razonables” que destruyen gratuitamente a la especie y su hábitat y los llaman peligrosos. Es difícil expresar, cabalmente, lo que la salud mental es, aunque sin dudas, si eso existe, tiene que ver con la ternura, como dijo Ulloa, con el amor como dijo Freud, con el arte y la poesía, con un revoltijo en el alma que comprenda el afecto y la empatía. Si la salud mental significa algo, debe parecerse a esta maravillosa experiencia de “Revuelo en el altillo”, para la que tampoco alcanzan las palabras, ni las hojas, para describirla, como sumo acontecimiento, en acto, de la salud mental. Tal vez el único modo de captación sea ver y lee, y que solo nos queda, para eso, recomendarles que vean el documental “La hora del revuelo” (Producciones del sur del sur, está en youtube), escuchar a las 19 de hoy a nuestros compañeros en “Tenemos que hablar” (Radio Uner 97.3) en el programa de recordación y disfrutar de algunas producciones literarias que a continuación voy a compartir, y que quedarán para siempre en la memoria del revuelo en la salud mental que hicieron, con la armas del amor y la poesía, nuestros queridos compañeros, los que disfrutamos aún y aquellos que partieron al cielo de los buenos. Compartimos para ello, algunos textos de “Cinco años de Revuelo en el altillo”:
ESTUVE EN LA SALA 8
Estuve con Bruce Lee, chun lee, Karate Kid, Mic Yaguer, Fito Páez y otros amigos. De entrada me la vi feo, pero cuando encontré el camino de porqué estaba ahí, me di cuenta que Karate Kid era mi amigo y me mostraba un perfume que cuidaba como su mayor tesoro en la tierra, Bruce Lee descansaba de su largo camino y no quería que nadie lo moleste. Mic Yaguer no podía encontrar el pantalón y la guitarra. Cuando me desperté del sueño me di cuenta que tenía más amigos que antes.
Elsa Muray (“Cinco años de Revuelo en el altillo, editorial Panza Verde).
EL CUENTO DE JUAN, EL OJON
Ojón, pelo chuzo, rengo, no usa desodorante, tiene olor a chivo y muchos gases. Además es chueco. Vive debajo del puente y no sabe dónde ir. Pasan los colectivos y no lo levantan y baja nuevamente a los árboles. Dicen que vive solo o con un enano, no se sabe bien. Algunos dicen que estaba necesitado de ayuda y el enanito lo tomó como mascota y lo bañó al pelo chuzo. No lo levantaban los colectivos ni la ambulancia, los milicos y la gente lo discriminaban por su aspecto de linyera y por miedo a que fuera a asaltarlos. El ojón nació en algún lugar de Argentina y quedó muy aislado, quedó desamparado de sus padres, porque no lo querían. El ojón no sabe dónde viven sus padres. Trabajó de albañil y después y siempre de pobre. El perdió, se le terminó la plata y quedó ahí. Lo trajeron a dedo. Ojón se siente triste, desamparado, discriminado, él no sabe buscar ayuda, aunque igual allí no vive ninguna persona. Tal vez hizo cosas malas y quiso arrepentirse, tal vez le hizo una herida a su madre en el corazón y quiso remediarlo. Ojón salía a la calle a juntar dinero porque le faltaba para comer y seguía muy triste. Estaba un poquito loquito- como tal vez estuvimos todos alguna vez-lo levantó la policía y lo trajo a sala 8 y acá empezó a darse cuenta del problema que tenía y aprendió a buscar ayuda. A ojón le gustaba mirar las estrellas.
(Relato colectivo, construido grupalmente por los compañeros de Revuelo en el altillo, un día, en la sala 8).
OMNIPOTENCIA A LOS PSIQUIATRAS)
Hombres omnipotentes, pastillas por doquier
Tiempos sin hablar, explicaciones ausentes
Poder omnipotente, demandas, oferta desigual
Talleres incipientes, consuelo para muchos,
gente ocupada, alivio para dar
Conflictos muchos, inyecciones para calmar
Poder omnipotente donde respaldarse,
inteligencias negadas
Soberbia sin igual
Inés
(“Cinco años de revuelo en el altillo” Editorial Panza verde)
Sergio Brodsky