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    Entre piojos y dolores de barriga

    Diana Mondino, futura canciller, comparó los sentimientos homosexuales con tener piojos, y Carlos Rodríguez, otrora asesor del flamante Presidente, confesó que cuando ve besarse a dos hombres, le duele la barriga. Esa inquietud en el vientre, tal vez llamado del deseo homosexual reprimido, aquel que se mal viste de repugnancia y que suele, en muchas ocasiones, presidir las manifestaciones homofóbicas.

    09 de diciembre de 2023 - 03:00
    Entre piojos y dolores de barriga
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    No me interesa, de todos modos, la intimidad sexual de nadie. Si me preocupa, bastante más, la comparación de personas y sentimientos, con bichos e insectos. Son las que han "justificado" represiones, persecuciones y masacres, porque sus víctimas, terminaron, en terribles experiencias históricas, no calificando de "humanos". Y porque, como decía Freud, "cuando se empieza por ceder en las palabras, se acaba por ceder en las cosas", me importa poner en cuestión estas expresiones, porque preceden, casi inevitablemente, a manifestaciones discriminatorias de hecho. Prueba de esta soldadura entre las palabras y las cosas, es que la ultraderecha ha anticipado, en la campaña electoral, su decisión de hacer retroceder los derechos conquistados por la sociedad toda y que benefician con justicia a las personas filiadas en las disidencias de los modelos hetero normativos hegemónicos y de la diversidad sexual, tales como el matrimonio igualitario, el cupo laboral trans, etc., y los conquistados, con largas luchas, por las mujeres. Es necesario alzar las voces contra estos discursos para que no se concreten en prácticas, alzar las voces de repudio, desde todos los lugares posibles. En mi caso lo voy a hacer contando el destino de grandes artistas, perseguidos, encarcelados o asesinados, por cometer el "pecado", el "delito" o la desviación", de amar y sentir de un modo "diferente" a las imposiciones que las Dictaduras y los poderes autoritarios. Ha sucedido así con grandes genios de la literatura, tal el caso de Oscar Wilde y Federico García Lorca. El primero, extraordinario escritor, poeta y dramaturgo irlandés, nació en Dublín el 167 de octubre de 18544, se destacó por su aguzado ingenio, es recordado por sus geniales obras, literarias y teatrales, como "El retrato de Dorian Gray" y la "Importancia de llamarse Ernesto", pero también por la tragedia de su encarcelamiento, seguida de su muerte prematura. Luego de una relación tortuosa con su amante Alfred Douglas, Wilde demandó al padre de su amante por difamación, al haber sido acusado de "homosexualidad". Después de una serie de juicios y por las pruebas presentadas para el caso, Wilde fue declarado culpable de sodomía e indecencia por esta tumultuosa relación y encarcelado por dos años, obligado a realizar trabajos forzados. Época victoriana tardía, la homosexualidad era un delito castigado con cárcel, dentro de un modelo en el que el Poder vigilaba y castigaba la sexualidad y exigía la heterosexualidad destinada a la reproducción de la especie, como única forma reglada del encuentro amoroso entre los sujetos. En prisión, humillado y despreciado por el público que poco tiempo antes lo había afamado, escribió una larga carta a su amigo Bosie, con quien también había mantenido unas relaciones de amor, desde la cárcel de Reading, que fueron publicadas como "De profundis", que constituyó una profunda reflexión sobre la dolorosa condición humana, significando esa obra, una confesión honda, sincera y emocionada, de este tristísimo episodio de su vida, en la que el autor intenta reconciliarse consigo mismo y hallar la paz en medio de su humillante situación. El hombre condenado por Old Bailey, el tribunal central de Inglaterra, donde apareció primero como acusador y luego dos veces como acusado, hasta que lo condenaron a dos años de trabajo forzado por ser homosexual, salió de prisión prácticamente solo y en la indigencia, falleciendo muy poco después, afecto de una enfermedad pulmonar, de la que la humillación de la cárcel, el dolor y la ofensa sufridas, no habrán estado exentas de esa afección. Como un acto más de cinismo lacerante del nombre de Wilde, el gobierno del Reino Unido lo indultó póstumamente, después de 120 años, con la "Ley Turing" que exoneró a más de cincuenta mil hombres sentenciados por homosexualidad. Ni la condena, ni el escarnio podrán borrar la admiración que el mundo entero ha expresado a un escritor y dramaturgo brillante, que nos ha dejado maravillosas obras, que la humanidad y los poderes autoritarios y represores, no han sabido pagar.

    En aún peor injusticia, cayó el genial Federico García Lorca, que fue un hombre con múltiples talentos, poeta y dramaturgo, pero también pintor, pianista, conferenciante, director de una compañía de teatro, se convirtió rápidamente en un éxito. Tenía una familia y amigos que lo querían, un carácter amable y divertido, seguridad económica y protección, pero su alma y su corazón sufrían con la obsesión de la muerte. Ella está ´presente en su obra, llena de gracia y ligereza, pero también de sombra y terror, como en Bodas de sangre o La casa de Veranada Alba. Artista, viajero y amante ferviente de la libertad, Federico partió de su España natal a los Estados Unidos, Cuba, la Argentina y Uruguay. Más tarde, comprometido con la causa republicana en la Guerra Civil Española, regresó a su patria, donde fue ejecutado por los Franquistas (Federico Garcá Lorca Albert Bensoussan). El gran Federico, aquel que escribió “Romancero Gitano”, fascinado por un pueblo cuya errancia era la expresión de su inalienable liberad, pero por eso perseguido, marginado y maltratado, convocó el entusiasmo y la identificación de Federico, que se plasmó en esa obra genial, lírica narrativa en la que expresa las desdichas, persecuciones y marginaciones de ese maravilloso pueblo. La orientación sexual elegida y expresada en su vida y su obra, aquella por la que fue discriminado y atacado, fue uno de los “cargos”, por los que los asesinos fusilaron a Federico, en una de las mayores tragedias del siglo XX. Esa persecución llena de odio fue preparada insidiosamente, difamando a Federico de pervertir al grupo de la Barraca (Organización del teatro Universitario) con “costumbres corrompidas, propias de países extranjeros, que practican su “promiscuidad vergonzosa”, según los falangistas ultra católicos. De acuerdo a un impactante relato de su amigo Pablo Neruda, Federico tuvo un pre conocimiento o intuición de su propia y terrible muerte. “…En la puerta de un viejo dominio se detuvo. Era la entrada al extenso parque de una finca feudal. El abandono, la hora y el frío, hacía la soledad más penetrante. Federico se sintió de pronto agobiado por lo que saldría, de aquel amanecer, por algo confuso que allí tenía que suceder. Se sentó en un capitel caído.

    Un cordero pequeñito llegó a ramonear las yerbas entre las ruinas y su aparición era como un pequeño ángel de niebla que humanizaba de pronto la soledad, cayendo como un pétalo de ternura sobre la soledad del paraje. El poeta se sintió acompañado.

    De pronto, una piara de cerdos entró también al recinto. Eran cuatro o cinco bestias oscuras, cerdos negros semi-salvajes con hambre cerril y pezuñas de piedra.

    Federico presenció entonces una escena de espanto. Los cerdos se echaron sobre el cordero y junto al horror del poeta, lo despedazaron y devoraron.

    Esta escena de sangre y soledad hizo que Federico ordenara a su teatro ambulante, continuar inmediatamente, el camino”. (En “Confieso que he vivido” Pablo Neruda). Espantoso asesinato que sucedió en Granada, por sus ideas sociales, por la defensa siempre de los más débiles, y por su homosexualidad, el enorme poeta fue fusilado. Arrojado su cuerpo nunca encontrado. Por aquellos que solo sintonizan el odio, la represión y la muerte. Por eso hay que repudiarlos, profundamente, por los Oscares y Federicos del mundo, con o sin talento, que sufren su violencia, la de aquellos que banalizan el mal, aquellos que livianamente vocean atroces formas de la discriminación, que luego son ejecutados por los adalides de la represión, los que ejecutan el odio, que “tienen, por eso no lloran, de plomo las calaveras”, como los describe, también premonitoriamente Federico, en su” romance de la guardia civil”, los asesinos de poetas.

    ROMANCE DE

    LA GUARDIA CIVIL

    Por Federico García Lorca

    A Juan Guerrero.

    Cónsul general de la Poesía

    Los caballos negros son.

    Las herraduras son negras.

    Sobre las capas relucen

    manchas de tinta y de cera

    Tienen, por eso no lloran

    de plomo las calaveras.

    Con el alma de charol

    vienen por la carretera.

    Jorobados y nocturnos,

    por donde animan ordenan

    silencios de goma oscura

    y miedos de fina arena.

    Pasan, si quieren pasar,

    y ocultan en la cabeza

    una vaga astronomía

    de pistolas inconcretas.

    *

    ¡Oh ciudad de los gitanos!

    En las esquinas banderas.

    La luna y la calabaza

    con las guindas en conserva.

    ¡Oh ciudad de los gitanos!

    ¿Quién te vio y no te recuerda?

    Ciudad de dolor y almizcle,

    con las torres de canela.

    *

    Cuando llegaba la noche,

    noche que noche nochera,

    los gitanos en sus fraguas

    forjaban soles y flechas.

    Un caballo malherido,

    llamaba a todas las puertas.

    Gallos de vidrio cantaban

    por Jerez de la Frontera.

    El viento, vuelve desnudo

    la esquina de la sorpresa,

    en la noche platinoche

    noche, que noche nochera.

    *

    La Virgen y San José

    perdieron sus castañuelas,

    y buscan a los gitanos

    para ver si las encuentran.

    La Virgen viene vestida,

    con un traje de alcaldesa

    de papel de chocolate

    con los collares de almendras.

    San José mueve los brazos

    bajo una capa de seda.

    Detrás va Pedro Domecq

    con tres sultanes de Persia.

    La media luna, soñaba

    un éxtasis de cigüeña.

    Estandartes y faroles

    invaden las azoteas.

    Por los espejos sollozan

    bailarinas sin caderas.

    Agua y sombra, sombra y agua

    por Jerez de la Frontera.

    *

    ¡Oh ciudad de los gitanos!

    En las esquinas banderas.

    Apaga tus verdes luces

    que viene la benemérita.

    ¡Oh ciudad de los gitanos!

    ¿Quién te vio y no te recuerda?

    Dejadla lejos del mar,

    sin peines para sus crenchas.

    *

    Avanzan de dos en fondo

    a la ciudad de la fiesta.

    Un rumor de siemprevivas

    invade las cartucheras.

    Avanzan de dos en fondo.

    Doble nocturno de tela.

    El cielo, se les antoja,

    una vitrina de espuelas.

    *

    La ciudad libre de miedo,

    multiplicaba sus puertas.

    Cuarenta guardias civiles

    entran a saco por ellas.

    Los relojes se pararon,

    y el coñac de las botellas

    se disfrazó de noviembre

    para no infundir sospechas.

    Un vuelo de gritos largos

    se levantó en las veletas.

    Los sables cortan las brisas

    que los cascos atropellan.

    Por las calles de penumbra,

    huyen las gitanas viejas

    con los caballos dormidos

    y las orzas de monedas.

    Por las calles empinadas

    suben las capas siniestras,

    dejando atrás fugaces

    remolinos de tijeras.

    En el Portal de Belén

    los gitanos se congregan.

    San José, lleno de heridas,

    amortaja a una doncella.

    Tercos fusiles agudos

    por toda la noche suenan.

    La Virgen cura a los niños

    con salivilla de estrella.

    Pero la Guardia Civil

    avanza sembrando hogueras,

    donde joven y desnuda

    la imaginación se quema.

    Rosa la de los Camborios,

    gime sentada en su puerta

    con sus dos pechos cortados

    puestos en una bandeja.

    Y otras muchachas corrían

    perseguidas por sus trenzas,

    en un aire donde estallan

    rosas de pólvora negra.

    Cuando todos los tejados

    eran surcos en la tierra,

    el alba meció sus hombros

    en largo perfil de piedra.

    *

    ¡Oh ciudad de los gitanos!

    La Guardia Civil se aleja

    por un túnel de silencio

    mientras las llamas te cercan.

    ¡Oh ciudad de los gitanos!

    ¿Quién te vio y no te recuerda?

    Que te busquen en mi frente.

    Juego de luna y arena.

    Sergio Brodsky

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