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    De repente nos convertimos en un enigma indescifrable

    De repente nos convertimos en un enigma indescifrable

    19 de agosto de 2023 - 01:39
    De repente nos convertimos en un enigma indescifrable
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    No paramos de preguntarnos qué nos pasó, como fue que pasó. No paramos de hablar, de interrogarnos, preguntarnos, interpelarnos. Conversamos todo el tiempo, intentamos comprender, hacer catarsis, dominar el trauma que nos corroe, que se mete en nuestros sueños y los convierte pesadilla. Esta perplejidad angustiosa es un efecto de "lo siniestro", tal como lo definía Freud. Lo extraño, inquietante, espantoso que irrumpe, de un modo sorpresivo, inesperado, en la trama de lo cotidiano, trastocando las coordenadas de la realidad.

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    Lo familiar se vuelve desconocido, ya no nos reconocemos en su rostro. Scheling había definido antes que Freud, lo siniestro como "una extrañeza inquietante, aquello que debería haber quedado oculto, secreto, pero que se ha manifestado". El engendro bestial, debía quedar escondido, disimulado, en los fondos, como esos divertimentos vergonzosos, a condición de continuar secretos. Su inesperada aparición, constituye el mecanismo de los cuentos de terror. En la línea de sucesos racionales, hasta anodinos, incursiona un doblez, una torsión perturbadora. Es como si, súbitamente, nos hubieran subido a uno de esos relatos fantásticos, plenos de incomprensibles alarmas y amenazas. A uno de Cortázar, "Bestiario" por ejemplo, que se me vino en estos días a la cabeza, tal vez porque amo ese libro, quizás por las resonancias del título, o porque en cada uno de sus relatos, algo de esa sensación de lo espeluznante que se vuelve real, tiene una repercusión, notable, con los sentimientos que ahora nos agobian. Porque hay miles, todos los de terror. Estos relatos, los del libro de Cortázar, hablan de objetos y hechos cotidianos, que pasan a la dimensión de la pesadilla o de la revelación, de un modo natural e imperceptible.

    Sorpresa e incomodidad, son, como dice en su lomo, en cada texto, un condimento que se agrega al placer indescriptible de su lectura. Operan como una invitación para que los lectores se enfrenten con lo irreal. Pero eso en el terreno de la literatura, de lo lúdico, por eso produce placer, no de lo real.

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    Cuando el monstruo asoma de veras su nariz, ante nuestra incredulidad, cuando sentimos que sus garras se ciernen efectivas y fácticamente sobre nuestras existencias, se esfuma el juego y zozobramos en un mar de congojas e incertidumbres.

    En los últimos días no paramos de hablar, para conjurar el terror de habitar un tren que corre furioso y esquizofrénico al abismo. Se precipitan alocados, el sinsentido y la violencia. Hace un tiempo las palabras se han desatado, los significantes vuelan como papelitos en el medio de un tornado demencial. La idea de libertad retrocede a regiones del horror.

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    Omite que, fuera de una sociedad igualitaria se convierte en inhumanidad, en injusticia y en horror. Se confunde con la degradación humana, con la espantosa noción de que todo puede ser comprado y vendido. Órganos y niños incluso. Pero claro, son los miserables, en una sociedad desigual quienes trozarán sus cuerpos para subsistir, quienes pondrán sus cuerpos destrozados, en un acto de extrema desesperación, de horroroso sacrificio. No hay libertad sin dignidad.

    Es necesario, como decía Pichón Riviere, para recuperarnos del mal trago, para escapar de la angustia y despertar de la pesadilla, transformar lo siniestro en maravilloso.

    Recobrar el sentido que nos humaniza, que nos honra y ennoblece en el respeto por el semejante. Tenemos como herramientas, la palabra, el arte, también el humor, y sobre todo el amor, el refugio y el resguardo en lo colectivo, en la defensa de los conquistado, en la lucha, eso sí, participativa, muy implicada, muy comprometida, por reconquistar los mejores y más felices momentos, en los que la solidaridad ha sido un elemento clave. Recuperar la esperanza de cambiar, como dice el poeta, el “futuro real, el mismo que inventamos, nosotros y el azar, cada vez más nosotros y menos el azar”, porque el futuro “lento, pero viene” y será, como nosotros lo hagamos.

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    Tenemos que ignorar para siempre los mercados, el riesgo país, los especuladores del golpe, y saqueadores del fondo, y comprender, para siempre, que son nuestras fuerzas, que somos nosotros, que son nuestras manos, las que pueden torcer, el siniestro destino, por la maravillosa y feliz estrella que nos merecemos.

    Sergio Brodsky

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