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    Murió el asesino de Soledad Andino: no será juzgado por la Justicia, solo por Dios

    EN VICTORIA

    02 de junio de 2025 - 01:00
    Murió el asesino de Soledad Andino: no será juzgado por la Justicia, solo por Dios
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    Diego José Albornoz, el femicida de Soledad Andino, falleció en el Hospital San Martín de Paraná. Tenía 46 años y desde el 13 de mayo estaba internado en estado crítico tras haberse autolesionado luego de cometer uno de los crímenes más aberrantes y dolorosos que recuerde la comunidad de Victoria. Con su muerte, la Justicia terrenal ya no podrá juzgarlo: será, como muchos dijeron en redes, “juzgado por Dios”.
    Soledad Andino tenía 41 años y era madre de 4 hijos. Fue asesinada mientras dormía, en su casa. Albornoz, su expareja, forzó la entrada y la apuñaló. Tras consumar el crimen, intentó quitarse la vida, pero fue hallado con signos vitales y trasladado en estado reservado. El cuadro, sin embargo, empeoró: murió por un shock séptico con falla multiorgánica, en la madrugada del domingo, producto de las heridas que él mismo se provocó. 
    Pero su brutalidad no terminó ahí. Minutos después de asesinar a Soledad, Albornoz tomó fotos del cuerpo de la víctima y también de sus propias lesiones. En un acto de perversidad suprema, envió esas imágenes a su actual pareja, como cierre macabro de su accionar. Los peritos digitales confirmaron que los mensajes fueron enviados inmediatamente después del crimen.
    El femicidio ocurrió apenas una semana después de que el mismo Albornoz fuera condenado —el 6 de mayo— a dos años y medio de prisión condicional por múltiples hechos de violencia de género contra Soledad: amenazas, lesiones, daños, desobediencia judicial y privación ilegítima de la libertad. A pesar del historial, y aunque tenía una restricción de acercamiento y botón antipánico, la Justicia no ordenó el uso de tobillera electrónica. Soledad quedó expuesta.
    La indignación de la comunidad fue inmediata. Vecinos, organizaciones feministas y sectores sociales expresaron su bronca ante un sistema que, una vez más, no protegió a tiempo. El caso dejó en evidencia la alarmante falta de eficacia de las medidas judiciales frente a la violencia machista.
    Hoy, con la muerte de su asesino, la causa judicial será archivada. No habrá juicio, ni condena penal. No habrá defensa, ni fiscalía. No habrá cara a cara con la verdad en un tribunal. Pero sí habrá memoria. Y en la memoria de Victoria y de todo Entre Ríos, quedará grabado para siempre el nombre de Soledad Andino, víctima de una violencia que se pudo —y debió— evitar.

    Así fueron las amenazas, el acoso y la impunidad que precedieron al femicidio de Soledad Andino
    Desde el 23 de noviembre de 2024, Soledad Andino había dejado asentadas ante la Justicia las amenazas, agresiones y persecuciones sufridas por su expareja, Cristian Albornoz. Todo comenzó en plena jornada laboral, cuando él irrumpió en la heladería céntrica donde ambos trabajaban y, en un ataque de celos, intentó controlar su celular. Tras un forcejeo en el que le mordió un brazo, le rompió el teléfono y la amenazó con incendiar su casa, Soledad realizó la denuncia que derivó en una orden judicial de restricción.
    Pero las medidas no lo detuvieron. Tres días más tarde, el 26 de noviembre, Albornoz volvió a buscarla: la interceptó en su moto y la persiguió varias cuadras hasta que se vio obligado a huir por la presencia policial. El hostigamiento siguió en redes sociales con videollamadas y mensajes. El 28 de diciembre logró ingresar a la casa de Soledad con una excusa, la redujo y la ató a la cama, repitiéndole que iba a matarla y luego quitarse la vida. Solo se calmó cuando ella, con miedo, accedió a simular que retiraría la denuncia.
    Dos días después, la escena se repitió con aún más peligro. En plena madrugada, Albornoz abordó a Soledad mientras conducía su moto, la obligó a llevarlo hasta su casa y volvió a encerrarla. Gracias a un pacto de emergencia que había ideado con una amiga —un mensaje con un emoji que significaba “estoy en peligro”— la Policía llegó a tiempo. Albornoz fue encontrado escondido debajo de la cama, armado con una cuchilla. Fue detenido.
    Sin embargo, a pesar de la gravedad del caso, recuperó la libertad tras un fallo judicial. Una semana después, entró nuevamente a la vivienda de Soledad mientras dormía... y la asesinó.
     

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