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    Supongamos que ya estamos dolarizados

    Imaginar no cuesta nada, así que, supongamos que ya estamos dolarizados. El candidato libertario ganó la elección presidencial, y su principal caballito de batalla en materia económica, es decir, la dolarización, es llevada a cabo. Para ser rigurosos, su propuesta consiste en la libre competencia de monedas, inspirada en el libro “La desnacionalización del dinero” (1976) del laureado economista austríaco Friedrich Hayek. Considerando la preferencia de los argentinos por la divisa norteamericana, la competencia de monedas, en los hechos, llevaría a la dolarización total de nuestra economía.

    31 de agosto de 2023 - 01:30
    Supongamos que ya estamos dolarizados
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    Supongamos que son superados los escollos legales que plantean algunos expertos en derecho acerca de una probable inconstitucionalidad en la adopción de la moneda estadounidense. En mi opinión, creo que la norma constitucional no implicaría impedimento insalvable. Para no ahondar en el tema me limito a recomendar la nota de Juan Vicente Sola (abril, 2023) “Dolarizar la economía argentina, ¿es constitucional?” publicada en diario La Nación.

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    Supongamos, además, que el complejo esquema de ingeniería financiera que involucra un posible fideicomiso compuesto por activos del Banco Central, entre otros títulos, propuesto por Emilio Ocampo, economista ya incorporado al equipo del eventual presidente libertario, funcionara exitosamente. Se logra conseguir entonces unos aproximados 30 mil millones de dólares para que el tipo de cambio de conversión no sea tan elevado como alertan los detractores de la dolarización, y de este modo salarios y jubilaciones no correrían riesgo de derrumbarse en poder adquisitivo.

    Entonces… todo sale bien, y ya estamos felizmente dolarizados. La inflación se derrumba, y las tasas de interés, al no tener que incluir un componente por devaluación esperada, bajan fuertemente favoreciendo el crédito y con ello la inversión y la generación de empleos.

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    Vamos bien, pero… de repente sucede un determinado suceso que sacude el tablero y nos da un golpe frontal: el dólar se aprecia a nivel mundial.

    ¿Y entonces? ¿Colapsa la economía argentina y nos empobrecemos todos? No, no tan rápido. Analicemos el problema, así como las reformas necesarias para poder hacer frente al desafío con eficacia.

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    Problema planteado: La apreciación del dólar producida, por ejemplo, por subas de las tasas de interés en Estados Unidos que actúen como aspiradora de dólares hacia instrumentos de inversión del Tesoro de ese país, elevando la demanda del billete verde, nos vuelva “caros” para producir. Es decir, nos quita competitividad. La alternativa de devaluar, por supuesto, ya no existe, dado que es la Reserva Federal de los Estados Unidos la entidad que determina la oferta de dólares y aplica las correspondientes políticas monetarias para la determinación de su valor. El Estado argentino ya no puede efectuar política cambiaria. Curiosamente dicha imposibilidad es argüida por los opositores a la medida como una debilidad de la misma, y por los defensores como una fortaleza.

    Enfaticemos en esto: no se puede devaluar para “ganar competitividad”. Una forma muy cuestionable de ser competitivo, por cierto, ya que implica en gran medida pagar sueldos internos en una moneda de menor poder adquisitivo relativo. Es decir, se devalúa y se adquiere competitividad con salarios comparativamente más bajos. Algunos edulcoran esta capacidad con expresiones muy bonitas como “soberanía monetaria” o “el poder realizar nuestra propia política cambiaria”. Sí, suena muy patriota, pero no constituye forma justa ni perdurable de adquirir competitividad. Lo de la escasa perdurabilidad refiere a que los precios en nuestro país son muy elásticos a los movimientos del tipo de cambio, es decir: una devaluación de nuestra moneda se traslada con rapidez al nivel de precios, licuando la competitividad vertiginosamente.

    Para entender un poco lo referido, y lo que sigue, veamos una expresión muy simple y general del Tipo de Cambio Real:

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    Si estamos dolarizados el tipo de cambio nominal, que es básicamente la respuesta a la diaria pregunta de ¿cuánto está el dólar? desaparece de la expresión anterior. No hay precio del dólar en términos de pesos al dejar de existir el peso y, por lógica, un dólar vale un dólar. Esto quiere decir que la expresión, post dolarización sería:

    Vamos a analizar a grandes rasgos cómo paliar esta situación que podría afectar la competitividad y llevarnos a déficits en la balanza comercial. En efecto, no teniendo la Argentina un Banco Central para emitir su propia moneda y devaluarla para ganar competitividad (una competitividad como se comentó, injusta y poco perdurable), la mejora del tipo de cambio real pasa por la reducción del nivel de precios internos. Es decir, bajar costos. No se asuste, no quiere decir necesariamente bajar salarios. Podemos lograrlo aumentando la productividad. Pero ser más productivo requiere de un conjunto de reformas, todas interconectadas, algunas de ellas:

    * Reforma impositiva: para que las empresas paguen menos impuestos y así puedan insertarse mejor en el comercio internacional. Dato estremecedor: según cálculos del Banco Mundial la presión impositiva Argentina al ser medida acorde al volumen de impuestos pagados sobre la utilidad antes de impuestos total de las pymes, llega a una cifra que ronda el 106%. El promedio mundial ronda el 40%. Estamos segundos, si sirve de consuelo. Las Islas Comoras, de África, se llevan el primer puesto.

    * Reforma laboral: no, no es para achicar salarios. Implicaría reducir las trabas a la contratación y a los despidos de modo de tener un mercado laboral más dinámico, que aumente la demanda laboral y no espante la inversión, al contrario, la estimule, favoreciendo el incremento de la productividad mediante mayor capital per cápita. Esto involucra, en línea con lo anterior, menor carga impositiva sobre el pago de salarios. Los sindicatos deberán entender de una… buena vez que la legislación laboral actual debe adaptarse a las nuevas modalidades de empleo propias de los tiempos que corren.

    * Reducción del gasto público: Dado que no puede emitirse dinero para financiar el déficit y la emisión de deuda en dólares tiene un límite (nos los recordó el resto de mundo con ferocidad en 2001), debe encontrarse equilibrio fiscal. Subir los impuestos para el logro de este fin va en contra de la primera de las propuestas citadas, además la presión fiscal ya es agobiante. La reducción del gasto estatal lleva inevitablemente a la siguiente reforma.

    * Reducción del tamaño del Estado: si cree que esto es dañino para la sociedad o un delirio de “neo” liberales ajustadores desalmados, lo invito a ver un organigrama de la estructura estatal, puede que vea cargos insólitos en ese monstruo burocrático de probada ineficiencia, que lo lleven a la indignación. En esta línea, si bien no existe gran cantidad de empresas estatales, aquellas que sean deficitarias e ineficientes podrían ser privatizadas, para dejar de constituir un factor de presión al Estado que debe cubrir sus pérdidas con adicional gasto público.

    * Apertura comercial: La firma de tratados de libre comercio con las grandes potencias afectaría positivamente la competitividad mediante el impulso de lo que se conoce como “economías de escala”. Un sencillo gráfico puede ayudar a entender este concepto:

    Observamos en el gráfico que, ante una producción de apenas Qo los costos medios son muy elevados, en concreto, Cme0. En cambio, al aumentar la cantidad producida a Q1, lo cual implica producir para mercados más amplios mediante un proceso de integración comercial internacional, los costos medios se reducen a Cme1, por efecto de las mentadas Economías de Escala. Esto indica que la dolarización es, no solo compatible, sino más efectiva con una mayor apertura comercial internacional.

    Para concluir: la dolarización plantea desafíos, riesgos e interrogantes varios. Una propuesta menos audaz es la de dotar de autonomía al Banco Central para que deje de financiar el déficit fiscal, buscando eliminar el desequilibrio en las cuentas públicas como parte de un proceso de estabilización macroeconómica, tal como propone el otro sector de la oposición con fuertes chances de lograr la presidencia. Dicha coalición también plantea ciertas reformas fiscales, entre otras, bastante interesantes, aunque algo menos ambiciosas. Nuevamente, esta última alternativa es menos arriesgada e inquieta menos a ciertos sectores empresariales y a los mercados financieros, a la par que en general no atenta contra la racionalidad económica, tal como sí lo hacen los actuales controles de precios y de cambios. Pero, corre el riesgo de que, tal como sucedió tras la salida de la Convertibilidad, los políticos argentinos vuelvan a sus andadas, generando nuevamente enormes déficits fiscales financiados con emisión monetaria.

    La política más osada, la de la dolarización, pretende atarles las manos a los políticos irresponsables de modo permanente, evitando la vuelta a políticas fiscales y monetarias demagógicas, peligrosas y cortoplacistas. Su enorme ambición conlleva sus nada desdeñables riesgos, naturalmente.

    ¿Cuál de las dos propuestas es mejor? ¿La más prudente o la más audaz?

    Estimado lector, he intentado brindarle algunos elementos de análisis sobre la propuesta más audaz sin adoptar posición al respecto. La propuesta moderada es algo más conocida, fácil de comprender y contiene varios elementos plausibles. El veredicto, tal como diría una famosa pensadora argentina, lo dejo a su criterio.

    *El autor es Economista, profesor universitario y de nivel medio.

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