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    Pantaleón Gómez: Una muerte sin razón

    Había nacido en 1833 en Buenos Aires, donde cursó estudios primarios y secundarios. Obtuvo luego el título de Escribano Público.

    07 de marzo de 2020 - 09:34
    Pantaleón Gómez: Una muerte sin razón
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    En esos días se produjo el golpe de estado del 11 de septiembre de 1852 cuyas consecuencias fueron la separación de la Provincia de Buenos Aires del resto de las provincias del país. Gómez fue convocado por la ciudad e incorporado al ejército porteño como sargento primero y se transformó en defensor de la ciudad de su nacimiento, ante el sitio del General Hilario Lagos. Continuó revistando en el ejército por varios años. Tuvo participación en la Batalla de Cepeda primero y en la de Pavón después y por su desempeño en estos combates fue ascendido a capitán.

    Durante la Guerra de la Triple Alianza estuvo en Concordia, hasta que su compañía marchó al frente donde participó en la Batalla de Yatay, el 7 de agosto de 1865 y en la toma de Uruguayana. Participó en el desastre de Curupayty el 22 de septiembre de 1866 y posteriormente se destacó en la cruenta Batalla de Tuyuty el 3 de noviembre de 1867.

    Cuando finalizó la guerra fue desmovilizado con el grado de mayor, volviendo a su profesión de escribano.

    Sin embargo no querría el destino que ejerciera de escribano. Fue convocado a filas nuevamente al poco tiempo, donde a mediados de 1870 le tocó participar en la intervención de la Provincia de Entre Ríos por la situación anárquica provocada por el asesinato del Gobernador Justo José de Urquiza y la autoproclamación de Ricardo López Jordán como gobernador. Participó en el Combate de Santa Rosa donde fue ascendido a teniente coronel por su arrojo en ese combate.

    Esta sería su última actuación militar.

    De regreso en Buenos Aires, a este hombre temerario, le tocó nuevamente poner a prueba su valor contra un enemigo distinto y aún más temible: la fiebre amarilla.

    Esta epidemia estalló en enero de 1871, precisamente entre los soldados desmovilizados de la Guerra del Paraguay, ya que inicialmente estalló en Corrientes. Pantaleón Gómez demostró una vez más su valentía al brindar su solidaridad y colaborar con el traslado de enfermos y fallecidos de la terrible enfermedad, cuyo saldo fue de 30.000 afectados y 13.614 fallecidos.

    Realmente había que tener valor ya que en esas circunstancias habían huido de la ciudad casi todas las autoridades, comenzando por el presidente Domingo F. Sarmiento, el vicepresidente Adolfo Alsina, la Corte Suprema, los Ministros, Diputados y Senadores en un tren especial. Los médicos no daban abasto, además de que fallecieron muchos de ellos: Francisco Javier Muñiz, Ventura Bosch, Zenón del Arca, Caupolicán Molina, Vicente Ruiz Moreno, Guillermo Zapiola, Manuel Argerich, Adolfo Argerich, hermano de Manuel y Carlos Keen, todos ellos murieron cumpliendo valientemente su deber.

    Religiosos fallecieron 51 curas, incluso el arzobispo Aneiros estuvo afectado pero finalmente salvó su vida, fallecieron 21 monjas y una placa en el Parque Florentino Ameghino recuerda a las víctimas enterradas allí, pertenecientes a la Orden de la Caridad. El Cementerio del Oeste virtualmente colapsó al finalizar la epidemia y debió ser trasladado al actual de la Chacarita en un terreno cercano.

    Pantaleón Gómez tuvo su reconocimiento por su abnegada participación en lo más álgido de la epidemia de fiebre amarilla.

    Algún tiempo después el presidente Nicolás Avellaneda lo designó como Gobernador de los �Sterritorios nacionales del Chaco⬝ donde permaneció dos años. Este inmenso territorio comprendía también la actual provincia de Formosa y parte del territorio, hoy paraguayo, que corre entre el río Pilcomayo, el río Verde y su vértice frente a Asunción. Esa fracción de territorio se llamaba Villa Occidental y era allí donde estaba la Gobernación. Luego, en 1878 después del fallo arbitral del presidente Rutherford Hayes pasó a ser de exclusiva soberanía paraguaya con el nombre de Villa Hayes en homenaje paraguayo al resultado del fallo arbitral.

    La labor del teniente coronel Pantaleón Gómez fue de un gran vigor civilizador en esos inhóspitos parajes, creando escuelas primarias, organizó las fuerzas de seguridad del territorio, abrió y señalizó caminos inexistentes e intervino como mediador de conflictos entre sectores en pugna, especialmente en Corrientes.

    (Un Gobernador olvidado de los Territorios Nacionales. Manuel Meza Boletín de Historia Argentina �SDr. Emilio Ravignani⬝ Buenos Aires nº 20/21 Pág. 80)

    El 20 de octubre de 1878 fue designado como su sucesor el coronel Lucio V. Mansilla.

    Ya en su ciudad natal se hizo cargo de la jefatura de redacción del Diario El Nacional, que fundara el Dr. Dalmasio Vélez Sarsfield. El importante puesto le fue ofrecido por su director don Samuel Alberú.

    Esa designación en la jefatura de redacción en el diario le permitió desarrollar su talento como un minucioso redactor de la política de su tiempo. Tarea difícil esta por las enardecidas disputas políticas, que inducía a algunas valiosas personalidades a tener actitudes que no condecían con las virtudes cívicas y republicanas de algunos de ellos �Simpensables en ciertos personajes, como cuando Carlos Pellegrini y Ezequiel Paz se embistieron en un pasillo del Teatro Colón, antes de cederse el paso⬝ (�SAlberdi y su tiempo⬝ José M. Meyer EUDEBA 1963 Pág. 902)

    En otros casos se llega a situaciones límite como ocurrió con Pantaleón Gómez y Lucio V. Mansilla.

    Gómez tenía una pluma filosa y además cultivaba una fina ironía, frente a la cual, personalidades vanidosas y con un engreimiento desmedido como el caso de Lucio V. Mansilla, quedaban indefensos por su carencia de humor y la alta consideración que tenía de sus propios méritos. Aristóbulo del Valle lo retrató muy bien �SCuando va por la calle, sonríe delante de todos los espejos. Si se mirara con el ceño adusto, mandaría los padrinos a su propia imagen⬝.

    Ocurrió entonces lo inevitable. Mansilla lo retó a duelo. Lo curioso es que el artículo que desató el conflicto, no lo había escrito Gómez sino otro redactor.

    Sin embargo, como Jefe de Redacción del diario, se hizo cargo y asumió la responsabilidad, a pesar de que Mansilla había sido su amigo y compañero de armas en el Paraguay y aceptó el duelo.

    En la madrugada del 7 de febrero de 1880, en la quinta del escribano, colega de Gómez don Tulio Méndez quedaron citados para el duelo.

    Fueron padrinos de Mansilla, los coroneles Godoy y Uriburu, y los de Gómez, los coroneles Meyer y Lagos.

    Diez pasos fue la distancia acordada. Dispararon sus pistolas. Gómez disparó al suelo mientras decía �SYo no mato a un hombre de talento⬝, mientras que Mansilla dijo al disparar �SAl tercer botón de la camisa⬝ y lo alcanzó en pleno tórax.

    Cuando Mansilla se enteró que Gómez había disparado al suelo y había dicho lo que dijo, corrió a abrazarlo en sus últimos momentos mientras lo besaba en la frente y le pedía perdón.

    Los actos del sepelio de Gómez constituyeron un duelo de enormes características.

    Ciento cincuenta carruajes acompañaron a Gómez al Cementerio de la Recoleta. Estuvieron presentes jueces, escribanos, políticos, periodistas comerciantes, militares de alta graduación. Estuvo Domingo F. Sarmiento, Bernardo de Irigoyen, Juan Carlos Lagos, Evaristo Nogueira, Emilio Civit, Domingo Urien, Luis V. Varela, Hortensio Miguens. Sarmiento hizo uso de la palabra con expresiones elogiosas para Gómez. Lo cierto es que la desgraciada circunstancia de su muerte y la situación precaria en la que quedaba su numerosa familia, hicieron que su muerte fuese muy lamentada.

    Algunos días después del suceso, la Corte Suprema de Justicia pidió al Jefe de Policía se sirviera informar la investigación por configurar un hecho punible. Sin embargo el �Sarrepentido⬝ Mansilla se había ausentado al exterior enviado por el Gobierno con la misión de asistir a la �SConferencia internacional del pasaje de Venus⬝ y el �SCongreso de Electricistas⬝ celebrado en Paris. Fin de la historia⬦

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