Los despidos a los empleados públicos realizados por el gobierno nacional ha sido una de las políticas de más grave afectación, no solo a quienes han quedado sin empleo, en un país en el que no hay trabajo, en un país además donde trabajadores activos y jubilados no llegan a fin de mes por el brutal ajuste salarial, sino también para aquellos beneficiarios, siempre los más vulnerables, de servicios y programas que esos trabajadores llevaban adelante.
Además esos despidos fueron sostenidos en el relato falaz de que se trataba de ñoquis; eso, hay que decirlo de entrada, no es cierto, incluso si hubiera casos aislados, el procedimiento administrativo formal es la realización de sumarios para que el trabajador tenga derecho a defensa.
Sin embargo, ese discurso mentiroso, a fuerza de repetición mediática, caló en los desinformados que incluso los celebraron, otros festejaron de puros malnacidos. Lo cierto que esta política perversa-sin contar con la gravedad de los despidos masivos en los empleos privados, Diarco, Hotel Ayuí, peaje por nombrar los más conocidos- también es aplicada por los gobiernos provinciales y municipales, cada vez con más virulencia a medida que el gobierno nacional, al que apoyan sin fisuras, va mostrando indisimuladamente, su rostro monstruoso.
En el caso de Concordia y- sin pretensión de rigurosidad en la enumeración, como un botón de muestra- comenzaron el año pasado con los directores de LA Escuela Municipal de Teatro, desarticulando tan bello proyecto y privando a los Concordienses, sobre todo a los que no tiene otras oportunidades, del acceso al arte y la cultura de calidad (¿creerán que los pobres no lo merecen?), en el mismo Centro de Fortalecimiento social, después de intentar degradarlo de Dirección a Departamento (¿Creerán que los pobres no merecen tener acceso a la salud como todos?), después de ese lamentable suceso, despidieron sin causa ni explicaciones al Licenciado en Psicología Emanuel Conti, de reconocida trayectoria profesional en Concordia. Siguieron-en apretada y sintética lista porque fueron muchos más- con el despido del Periodista, a mi criterio uno de los mejores, sino el mejor, Federico Odorisio de Radio Ciudadana, la Radio Pública, en un inocultable hecho de silenciamiento a la libertad de expresión, autoritario y antidemocrático (¿crearan que la sociedad no merece ser informada con la verdad y que los periodistas deben ser serviles al poder?).
Les tocó el turno hace poco a los trabajadores de la Planta de reciclado de la zona sur, organizados impecablemente para vivir de su trabajo y aún más para aportar a la mejora en la ecología en una ciudad absolutamente pútrida en las condiciones de su medio ambiente, fueron desalojados por la policía (es la primera vez que escucho que el Intendente puede realizar órdenes de desalojo y enviar la policía y retener las herramientas de trabajo, siempre pensé que para esos operativos era necesario una orden judicial, en fin) y darles a cambio bolsitas alimentarias en un asistencialismo humillante que dice-esta gestión municipal- rechazar como la vieja política. Los despidos más recientes son los de los trabajadores de los CDI y de Centros de salud.
En el primer caso delegados gremiales cuentan el terror de los trabajadores que aún siguen empleados cada vez que golpean las manos en el frente de su casa, esperando la notificación del despido, o encontrarla debajo de la puerta como lo vienen haciendo con una crueldad propia de un desprecio moralmente repugnante. A la enorme angustia por los despidos, la incertidumbre de cómo sobrevivirán sin sus salarios en una ciudad sin fuentes de trabajo, en una ciudad en la que cada vez más personas y familias se alimentan de la basura, se suma la ofensa y la falta de respeto de la Concejala Lagraña, quien intentó justificar los despidos diciendo que los CDI son “aguantaderos políticos” (si lo eran, ¿Por qué no los despidieron al principio, porque hacerlo a un año y medio de gestión? ¿Es que además son lentos e ineficaces?), agregando dolor y vergüenza, a los ya traumatizados trabajadores.
Es que con esas declaraciones quieren reafirmar la mentira de que se trata de ñoquis, demonizando a los trabajadores e instalando esa falacia en la gente. Hay que quebrar ese embuste, esa calumnia, ese infame artilugio. La mayoría abrumadora son trabajadores honestos, con muchos años de servicios, honrados laburantes que deben soportar encima, salarios de hambre y contratos basura.
Por último una decena de trabajadores de centros municipales de salud fueron echados con notificaciones de despido tiradas por debajo de la puerta un viernes a la noche, no se privan, evidentemente, de gozar de ninguna maldad. El caso más emblemático, tal vez, es el de la Psicóloga Sonia Brodsky, con 18 años de trabajo en el “Centro de Fortalecimiento social”, encargada del programa “Infancias”, de abordaje psicológico y social a niños con vulnerabilidad social, con un recorrido profesional intachable, reconocida por pacientes, colegas y compañeros de trabajo, dejando además, como una implicancia más seria y trascendental, a los niños sin una atención psicológica de calidad (¿creerán que los más humildes no lo merecen?). Es que no se trata de merecimientos, se trata del derecho al trabajo, a no ser despedido injustamente, del derecho a la cultura, al arte, a la información, a la salud mental de todos los miembros de la comunidad en igualdad de condiciones, garantizado por el Estado, lo que se pone en cuestión arbitraria y violentamente.
En el caso del Centro de Fortalecimiento se da la paradoja de que sus objetivos es tratar la violencia social, de género e institucional, no provocarla en sus trabajadores, y que está a cargo de una Psicóloga, Anabel Vergara, que informó a los compañeros de la despedida que desplegaron conmovedores actos de solidaridad, que no se había enterado de lo sucedido ya que se desconecta los fines de semana. Es claro que esa distensión solo es posible con los suculentos sueldos que perciben, tan desproporcionados, tan abismalmente desproporcionados, con los salarios escuálidos que cobran los trabajadores.
El martes pasado los despedidos de las distintas áreas, fueron a dialogar con el Intendente Francisco Azcué a la Municipalidad y se encontraron con un despliegue de policías que impidieron en un primero momento acceder a una reunión (en la Municipalidad, que es la casa del pueblo) en la que el Intendente diera una explicación de esta grave situación, silencio y ocultamiento detrás de los uniformes que agrava el desamparo de los empleados agraviados. Ya había pasado algo parecido, así no son las cosas, con las protestas de los recicladores de la zona sur, a los que en un primer momento, en lugar del diálogo al que están obligados las autoridades, les tienden una valla humana con las fuerzas de seguridad, como si se tratara de delincuentes y no de obreros desesperados.
Suculentos sueldos de los funcionarios, magros salarios de los trabajadores, despidos injustificados y crueles, el cuento, el infundo de que son ñoquis que hasta los más incautos empiezan a sospechar de que es un relato perverso para justificar el dejar gente honesta sin trabajo, ¿Dónde está, cual es la casta que según se rasgaron las vestiduras en campaña, venían a eliminar?
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