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    Clamor por femicidios

    Concordia se tiñe de luto una vez más, este sentimiento de consternación ante las pérdidas de nuestras jóvenes mujeres se está volviendo rutinario; es alarmante las cifras de crímenes de género. Según datos oficiales, los femicidios se ha vuelto tema de conversación habitual.

    07 de agosto de 2023 - 00:52
    Clamor por femicidios
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    La inseguridad que nos acompaña día tras día como nuestra sombra, ya pasa a un segundo plano. Vivimos con el miedo, el miedo a los asaltos, a perder nuestra vida, que nos arrebaten nuestros teléfonos celulares, nuestras pertenencias. Muchas mujeres tienen miedo al tomar el transporte público, y demasiadas sufren de los embates de la violencia doméstica. Para muchos padres es impensable que sus niños jueguen en los parques cuando oscurece, pero estamos a la buena de Dios y cuando algo de esto nos ocurre nos alegramos de poder contarlo, y no haber perdido la vida. Estamos inmersos en una sociedad que sobrevive a la crueldad y solo esperando a ser atacados, no estamos respaldados por nadie y a este caos, le sumamos el tener que seguir contando las víctimas por feminicidio.

    PERO; ¡¡QUÉ ES ESTO!!... Formamos parte de una sociedad enferma. Llegar al extremo de habituarnos a comentar asesinatos de mujeres, como acontecimientos normales de convivencia ES EXTREMADAMENTE GRAVE. Tomemos conciencia, no hay futuro para generaciones venideras, si no cambiamos.

    El homicidio es la forma más grave de violencia y el femicidio significa el homicidio de una mujer sólo por el hecho de serlo. El crimen y la violencia no solo es un lastre fiscal que quita recursos para otras necesidades sociales como la educación y la salud; socava el estado de derecho.

    Sabemos que las causas del crimen y la violencia son complejas, pero debemos indagar sobre ellas con el propósito de revertirlas.

    Como primera medida debemos reconocer que en la última década nuestras ciudades crecieron rápidamente, y esto ocurrió de manera desorganizada, sin que el Estado pudiera garantizar de manera homogénea todos los servicios necesarios a los ciudadanos.

    En segundo lugar, las instituciones públicas –incluyendo la policía y el sistema de justicia– no se adaptaron a las nuevas realidades, lo que significa más impunidad y corrupción.

    En tercer lugar, tenemos una enorme población de jóvenes que ni estudian ni trabajan. Para muchos de estos jóvenes, la rentabilidad de las actividades criminales es mayor que los beneficios de una actividad legal. Y encima de estas vulnerabilidades, tenemos la presencia del crimen organizado y el tráfico de drogas. Claramente formamos parte de un entorno violento desde hace muchas décadas, y sin duda que la presencia del narcotráfico encrudece la violencia.

    Se estima que un 30 por ciento de los homicidios se deben al crimen organizado. Además, para empeorar las cosas, lo que debería ser una solución se torna en una causa de mayor crimen y violencia que es el hacinamiento en nuestros sistemas penitenciarios. Sabemos que las pandillas se fortalecen en las cárceles desbordadas, porque ayudan a poner orden en ellas, lo que le da poder que luego pueden proyectar en las calles. No solamente las cárceles no logran rehabilitar y reinsertar individuos en la sociedad, sino crean grupos más fuertes y criminales más profesionalizados.

    También hay que tener en cuenta que para sostener los programas de seguridad ciudadana debe haber más y mejor información certera y evaluaciones rigurosas. La realidad actual del “feminicidio” o “femicidio” provoca conmoción. Su CLAMOR por la vida de las mujeres debe ser escuchado; de su escucha depende la posible erradicación. Ese clamor por justicia nos interpela a todos. Necesitamos un compromiso serio por parte de nosotros como sociedad, para lograr un mundo de paz en donde las mujeres que sufren agresiones de cualquier tipo no sigan siendo víctimas de la indiferencia y en donde sus derechos sean respetados plenamente. Plantear el feminicidio como clamor implica reconocer la desesperación y la exigencia de una ciudadanía devastada que pide justicia, gritándolo de las formas indecibles de degradación y violación del cuerpo e integridad de la mujer, desapariciones, asesinatos, cuerpos mutilados, quemados y torturados, etc. En su básica acepción de asesinatos de mujeres por ser mujeres, el feminicidio representa la punta del iceberg, por ser la manifestación extrema de un continuum de violencias que enfrentan las mujeres cotidianamente en el mundo de sus relaciones familiares y sociales en nuestro tiempo.

    Debemos tener en cuenta que es muy importante adicionarles a los feminicidios, no solo el quitarle el derecho a la vida de una mujer sino también comprender que, en torno a este delito, hay más factores dignos de atención por parte del Estado y de la sociedad. Uno de ellos es el que se refiere a la familia de las mujeres víctimas, específicamente a sus hijos, que quedan en situación de orfandad una vez sus madres son asesinadas, así como en un grado de vulnerabilidad exponencialmente alto en términos psicológicos. Los niños huérfanos por feminicidios son las víctimas invisibles de la violencia, normalmente, nos enfocamos en las cifras, de las que ya no están, pero pocas veces se mencionan las víctimas invisibles, los hijos, las hijas, y los familiares de la víctima. Detrás de cada femi(ni)cidio, hay familias enteras impactadas por la violencia extrema contra la mujer, especialmente niños. Ni la justicia ni el Estado muchas veces no han cumplido con su deber de reparación a las víctimas, sus familiares y su entorno.

    Las familias, sumergidas en el dolor de la pérdida, somos re victimizadas una y otra vez por el sistema de justicia, los funcionarios públicos, los medios de comunicación y las redes sociales, que, por ganarse un clic, retuit, like, por tener la primicia o por hablar desde el completo desconocimiento y sin enfoque de género, suponen hechos o dan causales de por qué la victima llegó a provocar que la maten. Por años, se ha llevado una lucha para dejar de culpar a las víctimas, pero parece muy difícil dejar de hacerlo. Hoy, el discurso en las redes sociales o en los medios de comunicación responsabiliza a las víctimas por lo que hicieron o dejaron de hacer. Es imperante que la sociedad, en los casos de femicidio, se enfoque en el agresor. Nadie es merecedor de que la maten, y mucho menos que la descuarticen, o mutilen su cuerpo.

    Algunas personas, no conforme con eso, utilizan palabras de los familiares cercanos de las víctimas, que seguramente siguen en estado de shock, para dar su punto de vista de la situación.

    Esto es ofensivo e indignante para las familias de las víctimas que clamamos por justicia, contención y apoyo.

    Olga Isabel Núñez

    Temas
    • femicidios

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