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    Empobrecidos... pero con subsidios

    Cierta vez leí una frase que me pareció muy interesante, la misma afirma que "La guerra muestra lo peor y lo mejor del ser humano". La recordé recientemente al observar la campaña presidencial 2023 en nuestro turbulento país. Aunque más bien reflexionando sobre lo peor, y no lo mejor, del ser político argentino.

    01 de noviembre de 2023 - 23:22
    Empobrecidos... pero con subsidios
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    En una campaña de miedo siniestra hemos observado, entre otras cosas, que en las estaciones de peaje se comparaba el precio actual del derecho de paso con el que supuestamente tendría, mucho mayor claro, en caso de que ganara la elección alguno de los entonces 2 principales candidatos opositores, y luego quitasen los subsidios.

    Se vieron casos similares en relación a las tarifas energéticas, a los pasajes para transporte por ruta o aire. Incluso, recientemente, el Ministro de Economía y candidato presidencial afirmó ante la Unión Industrial Argentina de manera textual lo siguiente "... el otro candidato dijo que la solución era liberar precios; con lo que propone Milei, el litro de nafta saldría $800 y no $320?

    Antes de seguir... esta nota no es una crítica personal al Ministro/Candidato Sergio Massa, sino que abarca a gran parte de la clase política, incluso parte de la oposición. En efecto, cuando los políticos nos asustan con que, sin subsidios los precios de ciertos servicios crecerían a niveles difíciles o imposibles de pagar para la mayoría de nosotros, nos están diciendo implícitamente algo como "Ustedes han sido empobrecidos a un punto tal que, si no fuera por los subsidios que nosotros les brindamos, con dinero que arrebatamos al sector privado, debilitándolo, no podrían pagar los costos reales de estos servicios y serían aún más miserables de lo que ya son"

    El mensaje tácito es de un enorme cinismo. Si durante las últimas décadas, la política económica hubiese ha sido eficiente para terminar con la pobreza o al menos reducirla a niveles normales, no necesitaríamos de la enorme maraña de subsidios para casi cualquier cosa, seríamos económicamente más independientes, al punto que, pagar el costo real de los servicios no sería un problema, porque nuestro poder adquisitivo así nos lo permitiría.

    Sin embargo, tenemos 40,1% de pobreza, número correspondiente al primer semestre 2023 según el INDEC, es decir, antes de la devaluación post PASO, lo cual indica que actualmente podríamos estar mucho peor. Y, por supuesto, la mayoría de los que superan ese umbral no está nadando en la abundancia, como decimos los argentinos "la reman".

    ¿Tenemos que aplaudir a nuestra clase política porque luego de empobrecernos pretenden paliar el desastre al que nos sometieron con subsidios? ¿Debemos darles las gracias por convertirnos en mendigos del Estado?

    Sin entrar en teoría económica especializada podemos analizar la expresión “salario real”, la cual hace referencia al poder adquisitivo de lo que cobramos por nuestro trabajo.

    El mencionado salario real surge de la división del salario nominal y el nivel de precios. Simbólicamente (usando la nomenclatura tradicional de la ciencia económica): W/P = r

    Siendo: W = Salario Nominal (para el caso, la cantidad de pesos cobrados)

    P = Nivel de precios (podría tomarse como referencia la canasta básica)

    r= Salario real, o sea en poder adquisitivo.

    Veamos un ejemplo. Supongamos que usted cobra $250 mil por mes.

    Ese es su salario nominal. Para la variable nivel de precios tomemos la canasta básica total para un adulto (podríamos tomar otro dato, pero este resulta bastante revelador), la cual, según el mismo INDEC se encuentra en $103.373. Haciendo la correspondiente división, su salario real, en cuanto a poder adquisitivo medido en canastas básicas sería de 2,42 canastas básicas.

    El político hábil e inescrupuloso, sabiendo que usted tiene un salario real magro, le recordará de los numerosos subsidios que recibe, los cuales lo vuelven menos miserable. Y que sin ellos no podría pagar servicios esenciales.

    Por supuesto que los salarios reales pueden subir sin necesidad de subsidios. Ningún trabajador, al menos del sector privado, recibirá en salarios mayor poder adquisitivo que el que genera con su labor, y puede incluso ser muy trabajador y eficiente y aun así no lograr un salario con poder adquisitivo elevado. ¿Por qué? Porque los salarios reales (en poder adquisitivo) dependen, no de la buena voluntad de un empleador o un sindicato, sino de las tasas de capitalización. Siendo el capital el apoyo logístico para el trabajador, que le permite elevar su productividad, mayor nivel de capital por trabajador, mayor productividad, mayor productividad, mayor aspiración salarial. El empleador deberá pagar ese mayor salario que las tasas de capitalización exigen o resignarse a perder un trabajador productivo.

    Le realizaré una pregunta de reflexión: ¿Usted cree que un trabajador rural alemán trabajando sobre un tractor último modelo con tecnología de punta gana más que un trabajador rural africano o asiático que utiliza un rastrillo manual porque este último sea más flojo en su labor o porque en Alemania los sindicatos y empleadores sean más buenos?

    Las tasas de capitalización elevan nuestra productividad y por lo tanto permiten mayores salarios reales, esto con empleadores buenos o malos, con sindicatos con muchos bombos o más silenciosos. Es independiente de tales circunstancias.

    Elevar los niveles de capitalización requiere de un conjunto de condiciones que en nuestro país son débiles o cuasi nulas: estabilidad monetaria, seguridad jurídica, impuestos razonables, facilidad para hacer negocios (al respecto, lo invito a ver el Índice Doing Business elaborado por el Banco Mundial), un sistema laboral moderno que sepa adaptarse a las nuevas formas de trabajo y no sea un lastre para la generación de empleos, estabilidad institucional, entre otras cosas.

    Sin negar que este proceso requiere de cierta gradualidad y, que la propuesta de ninguna manera involucra quitar subsidios violentamente, no pareciera tan difícil el camino hacia una mayor independencia financiera por parte de la población.

    Sin embargo, el político inescrupuloso prefiere mantenernos en la pobreza o al menos al borde de ella para luego otorgarnos subsidios y jactarse de tal dádiva. ¿Por qué? Porque en el otorgamiento del subsidio está el poder. Una población que disfrute de salarios de alto poder adquisitivo, debido a altas tasas de capitalización, constituye una población más independiente, no tiene miedo al momento de concurrir a las urnas.

    En cambio, una población empobrecida está atemorizada de que los políticos les quiten los subsidios y luego no pueda pagar servicios básicos. El sistema es perverso, pero electoralmente eficiente.

    Cabe aclarar que a los subsidios el político dadivoso no los paga de su propio bolsillo o de su cuenta bancaria en país extranjero, sino de lo que detrae al sector privado mediante impuestos e inflación, en este último caso al emitir dinero sin respaldo para financiar el exceso de gasto por sobre la recaudación impositiva.

    De esta manera debilita y empobrece al sector privado, y así sigue la rueda de la decadencia y el negocio sórdido del miedo y el clientelismo político.

    Así estamos, empobrecidos… pero con subsidios.

    *El autor es Economista y Docente universitario y de nivel medio

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