Una fuga vestido de mujer, acusaciones de tortura y el peligro de linchamiento del General
Tras fugarse de la cárcel de Río Gallegos y de la Penitenciaría de Chile en 1957, el dirigente nacionalista llegó a Venezuela con un plan de insurrección para la Argentina -el enigmático �SOperativo Belfast⬝- y la misión de salvar la vida de Perón para que no se �Scomunizara el continente⬝. Los cuatro días en que, cercados por las masas venezolanas, temieron por su vida mientras se negociaba el pacto electoral con Frondizi
En la madrugada del 21 de septiembre de 1955, la sede de la Alianza Libertadora Nacionalista (ALN), un edificio de tres pisos en el corazón de la city porteña, en avenida Corrientes y San Martín, era el último bastión de resistencia civil al golpe militar. Los dirigentes nacionalistas se fortalecieron en la planta baja. La orden militar fue borrarlos a cañonazos.
La lluvia era torrencial. Dos tanques Sherman se acercaron al objetivo. El edificio nacionalista estaba a cargo de Guillermo Patricio Kelly junto a centenares de milicianos. La idea de una resistencia al golpe había sido abandonada por los sindicatos y los militares peronistas, pero los nacionalistas dispuestos a dar �Sla vida por Perón⬝, comenzaron a disparar sobre los camiones del Ejército que merodeaban el edificio. Hubo cruces de proyectiles de fusiles y ametralladoras, hasta que los cañonazos de los tanques golpearon la mole de cemento y la sede nacionalista comenzó a arder y luego a derrumbarse. Muchos militantes murieron. Kelly fue detenido y trasladado a la prisión de Río Gallegos, que compartió junto a otros dirigentes peronistas.
Un año y medio después, el 18 de marzo de 1957, Kelly protagonizó la fuga del penal. Los fugados eran seis. El empresario Jorge Antonio, que financió los gastos operativos; los sindicalistas Pedro Gómez y José Espejo, el ex diputado John William Cooke, y el ex presidente de la Cámara baja, Héctor J. Cámpora, y Kelly.
Con el correr de los días les fueron haciendo llegar pistolas y uniformes al penal, para que en la madrugada de la huida fueran confundidos con obreros de un frigorífico ubicado en los fondos. Afuera, había un auto con chofer que tenían disponible para escapar. La noche de la fuga, como era una noche de Carnaval, le pidieron al guardia cárcel que les trajera una botellita de vino para apaciguar la tristeza. Cuando el hombre estiró el brazo para pasar la botella entre las rejas, le clavaron una pistola en las costillas, tomaron el cinturón de llaves y salieron a la calle. Había ráfagas de viento de más de cincuenta kilómetros por hora y el auto que les habían prometido no llegaba. Cámpora sugirió volver a la cárcel y suspender la fuga para otro día. Cuando el auto apareció se internaron por los campos para esquivar los puestos de la Gendarmería. La fuga fue un éxito. Al cabo de unos días el grupo quedó asilado en Santiago de Chile, mientras la Justicia de ese país decidida si los extraditaba o no.
En Chile, Kelly, que tenía 36 años, le aseguró a Cooke que podría reorganizar sus elencos de la Alianza Libertadora Nacionalista (ALN), que durante una década había apoyado a Perón para frenar al comunismo, y colaborar en la resistencia a la dictadura del general Pedro Eugenio Aramburu, con la búsqueda de armas y hombres de acción.
Cooke confiaba en la eficacia operativa de Kelly. Los unía la experiencia y la sangre: habían convivido en la cárcel y eran irlandeses, y aunque las diferencias ideológicas estallarían algunos años después, a partir de la Revolución Cubana, en ese momento se sentían hermanos.
Perón, que tenía 62 cuando residía en Caracas, también empezó a entusiasmarse con el ex líder de la Alianza Libertadora Nacionalista. Le escribió a su delegado J. W. Cooke:
�SEl trabajo de Kelly, excelente: él sabe bien cómo se hacen los líos y cómo se saca provecho de ellos. Hay que dejarlo hacer, es un elemento de inapreciable valor para estos casos y estoy seguro que será de ayuda extraordinaria en los momentos que, según mi opinión, se aproximan⬝.
Kelly propuso lanzar el Operativo Belfast, que abriría el paso a la insurrección popular. A Cooke le pareció genial pero demasiado temible para ser instrumentado sin gente con la debida capacidad. Necesitaba la aprobación de �Slínea Caracas⬝, que dirigía Perón.
Además de conducir la violencia contra la Revolución Libertadora, en los últimos meses de 1957, Perón meditaba un ajuste táctico para adecuarse a la nueva coyuntura política en la Argentina. A más dos an̒os de su exilio forzado, hizo un balance: la insurrección como método único para imponer su retorno no había ganado el fervor de las masas. Tampoco había logrado un estado de beligerancia tal que generara la descomposición del gobierno militar. Y a pesar de los panfletos que proclamaban �Sla hora se acerca⬝ y �SPerón vuelve⬝, y de la leyenda de que aterrizaría en la Argentina de un día para otro y a bordo de un �Savión negro⬝, la hora revolucionaria nunca llegaba.
El caos social, reconocía Perón, era una opción limitada. Podía ser un gesto de fe, de reafirmación de valores, pero no sólo no le aseguraba el retorno, sino que además dejaba el terreno libre a nuevos actores políticos. Y el más preocupante de todos era Arturo Frondizi, dirigente de la Unión Cívica Radical Intransigente (UCRI), opositor a la Revolución Libertadora.
Además, existía otro factor que incidía en el análisis: el sindical. A pesar de la represión, la proscripción y la cárcel, los sindicatos se consolidaron como la estructura institucional del peronismo que mejor había soportado el golpe de Estado. Eran un poder con fines, cultura e identidad propios, y si bien podían festejar en silencio una acción de sabotaje, no acompañaban las directivas beligerantes de la �Slínea Caracas⬝.
Esa discordancia entre sus cartas que llamaban a la violencia y la realidad objetiva condujo al líder exiliado a un dilema de hierro: o seguía con el plan insurreccional �con el Operativo Belfast de Kelly como instrumento�, o estudiaba un acuerdo político frente a las elecciones presidenciales de febrero de 1958. Perón quería seguir siendo el gran elector. Esa encrucijada se tornó más nítida con el paso de los meses, en 1957.
Perón hizo correr simultáneamente las dos líneas estratégicas. El arte de la conducción �decía� estribaba en no tomar decisiones ni un minuto antes y ni un minuto después, sino en el momento justo. Por eso, ante la opción del caos o el acuerdo, entre la violencia o la política, ofrecía a sus distintos interlocutores una sen̒al de aliento y otra de suspenso e intriga.
El 1º de septiembre de 1957 le comentó a Cooke, su opinión sobre el Operativo Belfast:
�SMe parece muy bueno todo lo que me dice a este respecto. Hay que tener cuidado con Kelly que es un gran muchacho, pero necesita que, de cuando en cuando, le tiren un poco de la cola. Es un hombre demasiado útil para exponerlo inútilmente, pero estoy seguro que, si él dirige, todo saldrá bien porque posee lo necesario para la empresa arriesgada. Habrá que apreciar oportunamente si la conveniencia es directamente proporcional al éxito que pueda obtenerse⬝. (Véase Perón-CUna semana después, Perón le escribió al ex canciller Hipólito Paz �su hombre en Washington, y quien también le llevaba adelante algunos negocios� sobre las posibilidades de un entendimiento con Frondizi:
�SNosotros, de acuerdo con el gran consejo criollo, hemos desensillado hasta que aclare, esperando sin decir que no, pero sin tampoco decir que sí. El tiempo suele ser en política un auxiliar valioso cuando se lo juega en la incertidumbre de los enemigos. Seguimos, por lo pronto, con el mismo trabajo que estamos realizando desde hace dos an̒os, pensando que se ganan las batallas con inteligencia y también con perseverancia⬝.
Fue por entonces que la Suprema Corte de Chile rechazó el pedido de extradición a la Argentina de Cooke y del resto de los fugados de la cárcel de Río Gallegos. Sólo concedió la de Guillermo Patricio Kelly. Una demora en la remisión del dictamen le dio tiempo al dirigente nacionalista para preparar otra fuga, que provocó una explosión en la prensa latinoamericana y también la renuncia de los ministros de Justicia y Relaciones Exteriores del país trasandino.
Para esta fuga, Kelly contó con el apoyo imprescindible de la poetisa uruguaya Blanca Luz Brum, que había sido novia del muralista mexicano David Alfaro Siqueiros y habría tenido relaciones con Perón, lo que en su momento había motivado cierto recelo de Evita. En 1957, Brum visitaba a Kelly todos los días en la cárcel acompan̒ada por su hija Liliana, que era modelo y elegida Miss Chile. En una oportunidad le llevaron una peluca y una pistola escondidas en el doble fondo de un termo. Disfrazado de mujer, Kelly salió de la prisión por la puerta de ingreso junto a Blanca, simulando ser su hija, y entretanto Liliana se ocupaba de distraer a los guardias. Fue la primera fuga en la historia de la Penitenciaría local.
Kelly permaneció casi dos meses prófugo en Chile, con un comando que lo secundaba y protegía. Las primeras noches durmió en el zoológico de Santiago, en un compartimiento desocupado de la jaula de los leones. Luego se refugió en el balneario de Papudo, y para esquivar un allanamiento se escondió en la chimenea de la residencia de veraneo del juez que había ordenado su detención, a la que había ingresado con la excusa de ser el deshollinador. Para escapar del lugar, le robó la sotana al cura de la parroquia.
Jorge Luis Ciucio, autorizado por Marcelo Larraquy, periodista e historiador (UBA). Su último libro es �SLa Guerra Invisible. El último secreto de Malvinas⬝. Ed. Sudamericana.
Continuará
Cuando partió de Chile con destino a Caracas, usaba una nueva identidad. Era el �Sdoctor Vargas⬝, y se presentaba como �Spsicoanalista⬝.
Apenas llegó a Venezuela, Perón convocó a Kelly para ejecutar una tarea de inteligencia. El jefe de la Seguridad Nacional, Pedro Estrada, había detenido a un nicaragu��ense que decía que el gobierno argentino le había encargado matar al General, asesinato que, por efecto dominó, produciría la caída del régimen de Pérez Jiménez, presidente de Venezuela. Estrada consultó a Perón sobre la veracidad de este plan y Perón creyó que el mejor hombre para interrogar al preso era Kelly.
Sin embargo, todo lo que Perón ordenó con sigilo, Kelly lo realizó con estruendo. Su presencia en la cárcel generó revuelo entre los detenidos políticos. Kelly decidió trasladar al nicaragu��ense al Tamanaco, un hotel de cinco estrellas. Lo tuvo ocho días entre sus manos para hacerlo hablar. Luego le informó a Perón:
�Es un pendejo capaz. Se llama Chaubol Urbina y responde a las órdenes de (Domingo) Quaranta, el jefe de la SIDE. Lo iba a matar a usted en Panamá, en la entrada del Hotel Washington, pero se le cruzaron unos chicos y prefirió no dispararle. Confesó todo.
�¿Lo torturó? �preguntó Perón.
�Nooo... Me hice pasar por el doctor Duval, su asesor legal. Lo puse en una suite, con una manicura para que le hiciera las manos. Todo a puertas abiertas. A la noche le daba de comer pollito con crema. Fina cortesía. Habló de buena manera. Aquí están las grabaciones.
Después de ese triunfo, Kelly no demoró mucho tiempo en exhibirse en público en Venezuela: organizó una conferencia de prensa en una confitería de Sabana Grande. Allí fue contactado por el reportero colombiano Gabriel García Márquez, quien quedó encantado por el relato de sus aventuras y escribió un artículo �⬝Kelly sale de la penumbra⬝- que luego recopilaría en el libro Cuando era feliz a indocumentado.
Otra de las tareas de Kelly, al servicio de Perón, fue el armado de una �Scueva⬝ de seguridad e inteligencia en el edificio Riverside, sobre la avenida Bello Monte, una �Scueva⬝ que pobló de granadas, pistolas y metrallas obtenidas en los encuentros con su amante, la actriz argentina Zoe Ducós, esposa del segundo jefe de la Seguridad Nacional, Miguel Sanz, y también amiga de Perón y de su novia Isabel, quienes para esa época llevaban casi dos años de convivencia.
García Márquez, en su artículo, había mencionado que las mujeres admiraban a Kelly tanto como a Humphrey Bogart. Pero el efecto de simpatía del célebre prófugo se desvaneció en forma abrupta cuando se supo que trabajaba para la policía secreta del régimen de Pérez Jiménez y asesoraba en la represión de los opositores �Spara impedir que estallase la primera revolución comunista de América Latina⬝.
Los estudiantes de la Universidad Central empezaron a identificar a Kelly con las torturas del aparato represivo local. La furia contra el militante nacionalista se transfirió también hacia Perón, que hasta entonces gozaba de todas las comodidades del régimen venezolano, aunque él prefería mantenerse apartado de las figuras de su gobierno.
El 26 de enero de 1958 el diario El Nacional tituló: �SPerón dirigió la represión contra el pueblo venezolano⬝, y lo sen̒aló, junto con Kelly, como �Sasesores de torturas de la Seguridad Nacional⬝. En la edición también se publicaron cartas fraternales de Perón al titular de ese organismo.
El ex presidente argentino no tardó en verse puesto en la mira de los revolucionarios y estuvo cuatro días cercado por los que bajaron de los cerros al grito de �Smueran los dictadores⬝.
Querían lincharlos a Perón y a todos los argentinos que lo rodeaban.
Perón se había transformado en uno de los enemigos del pueblo.
Justo esa semana, el General había decidido convocar a una amplia reunión consultiva para definir la posición del justicialismo frente a las elecciones presidenciales de febrero de 1958. En la mesa de su modesta casa del barrio El Rosal se reunieron John William Cooke, el empresario Jorge Antonio, Guillermo Patricio Kelly, y varios dirigentes exiliados de la Resistencia Peronista y el sindicalismo. Cada uno había llegado con sus ideas. Las opciones estaban abiertas: podían apoyar el voto en blanco o a Frondizi, pero de ningún modo a los partidos neoperonistas que se gestaron en forma autónoma a su conducción, y amenazaban con dispersar el caudal electoral. Perón los consideraba �Straidores solapados del Movimiento⬝.
Cualquiera que fuese la decisión, el líder exiliado quería que su directiva fuese cumplida por la totalidad del Movimiento, para demostrar que era el jefe indiscutido y mantenía su capital electoral.