Preocupación por el nuevo Plan de Inteligencia: alerta por posibles tareas de vigilancia interna
El Gobierno nacional aprobó un nuevo Plan de Inteligencia Nacional (PIN) que define los ejes estratégicos de la Secretaría de Inteligencia (ex SIDE) para los próximos años. Si bien mantiene objetivos tradicionales como la lucha contra el terrorismo, el narcotráfico y la defensa del Atlántico Sur, incorpora definiciones ambiguas que podrían abrir la puerta a tareas de vigilancia interna sobre opositores, periodistas, economistas e incluso usuarios de redes sociales.
Entre los puntos más sensibles, el PIN habilita a recabar información sobre quienes “erosionen la confianza” en funcionarios del Estado o generan “pérdida de confianza en las políticas económicas”, sin precisar si se trata de amenazas externas o simples críticos del Gobierno. También se enumeran como focos de interés los actores que influyan en procesos electorales, difundan desinformación o alteren “la percepción pública” mediante inteligencia artificial o nuevas tecnologías.
El documento, elaborado por el titular del organismo, Sergio Neiffert, y su segundo, José Lago Rodríguez, fue redactado en 2024 y coincide con el enfoque político de La Libertad Avanza. Refuerza el alineamiento con Estados Unidos e Israel y prioriza temas como las tecnologías 5G y 6G, el Atlántico Sur, la Antártida, los recursos naturales, las criptomonedas y las amenazas anarquistas.
El texto también incorpora referencias a la pobreza, las migraciones internas y las prácticas monopólicas como fenómenos de interés, sin aclarar si se apunta a organizaciones sociales, movimientos territoriales o actores económicos específicos.
En contraste, algunos puntos generan contradicciones con las políticas actuales. Por ejemplo, el plan pone foco en evasión fiscal y lavado de dinero, mientras el Ejecutivo impulsa flexibilizaciones que, según el FMI, deben ser cuidadosamente evaluadas en términos de transparencia.
Tras una reciente reasignación de partidas, la SIDE recibió $80.872 millones para 2025, de los cuales más de $13.400 millones figuran como gastos reservados.
El alcance de este plan secreto genera inquietud entre sectores políticos, judiciales y sociales, ante el temor de que se utilice para espiar voces críticas o condicionar la libertad de expresión, en nombre de la seguridad nacional.

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