Las penas del joven Werther
Esta notable obra literaria, surgida de la pluma de Johann Wolfgang Goethe, constituye- fundamentalmente para quienes trabajamos en el campo de la prevención del suicidio- un aporte extraordinario, por sus múltiples efectos que trascendieron largamente el universo de las letras. Es una novela de carácter epistolar; Werther, su protagonista, un joven sensible y exaltado, va escribiendo una serie de cartas a su amigo Guillermo, a través de las que va narrando las peripecias de su enamoramiento apasionado hacia Carlota, una mujer que se halla comprometida para el matrimonio, con Albert. Es así como va creciendo su fervor, con la ambigua negativa de Carlota, quien por un lado le recuerda su compromiso y por otro no deja de seducirlo, o al menos, de alentar y admirar su devoción. La desesperación llega a su límite cuando Werther adquiere la convicción de que su amor no será correspondido. Envía con un criado a buscar las armas de Albert, con el pretexto de una salida de caza, Carlota advierte sus intenciones pero no puede expresarlas sin delatar su participación en el riesgoso juego en el que ha entrado. Finalmente Werther, pleno de dramatismo, decide quitarse la vida. Hasta aquí una conmovedora narración, escrita por uno de los artistas más talentosos de la historia. Pero esta maravilla de por sí, adquiere otro relieve aún, cuando llegamos a conocer sus orígenes y sus consecuencias. En su nacimiento es una novela autobiográfica. Es el mismo Goethe quien vivió poco tiempo antes ese desgarrador rechazo de su amada, por las mismas causas y en las mismas circunstancias, lo que lo introdujo, según sus biógrafos, en una profunda depresión. Este doloroso estado de su ánimo se agravó cuando recibe, consternado, la noticia del suicidio de Salomón, su amigo. Estas particularidades alimentaron la hipótesis de que la escritura constituyó, para Goethe, una de las formas de elaborar, procesar y superar, esos sucesos, hondamente dolorosos. Que en su genio pudo crear, con estas dos vivencias, una obra artística que les dio sentido. Bauzá se apoya en algunos biógrafos de Goethe para asegurar, incluso, que el autor del “Fausto” habría tenido idea francas de suicidio, tras esos sucesos traumáticos. A partir de esos datos concluye, con una interpretación, tal vez extrema, de que Goethe “suicida” a Werther para preservarse. Como sea, esta novela y sus fuentes, iluminan la significación del acto creativo, en este caso literario, como un eficaz dispositivo de tratamiento del dolor, de dar palabras al dolor, pues, como decía Shakespeare, “el dolor que no se dice, gime en el corazón hasta que lo rompe”. Esta necesidad de expresar creativamente el sufrimiento, es el fundamento del taller de expresión para adolescentes de “Lazos en red”, donde los alentamos a poner en palabras, a inscribir en un orden simbólico, aquellas cuitas del trauma, definido por Lacan, como “lo que no cesa de no inscribirse”, una conmoción que vacía de sentido la existencia.
Pero además, esta novela trajo consigo asombrosas e inesperadas consecuencias. Tras su publicación, se produjo una ola de suicidios de jóvenes en toda Europa, caracterizados por cierta imitación con el personaje que protagoniza la ficción. Esta circunstancia desconcertante llevó incluso a su prohibición en varios países. Obviamente que se trataba de jóvenes vulnerables, sensibles, románticos, decepcionados por el racionalismo, desencantados con una época que solo los pensaba como un engranaje de la producción, y desestimaba su subjetividad, sus emociones y sentimientos, y por lo tanto proclives al derrumbe y a la identificación masiva con Werther.
Ya a mediados del siglo XX, el sociólogo David Philips, investigó los efectos que ciertas coberturas sensacionalistas del suicidio, por los medios de comunicación, producían en la sociedad. Estos hechos, la cantidad de autoeliminaciones, se incrementaban considerablemente después que el New York Times, realizaba este tipo de publicaciones, sobre todo si se trataba de una celebridad. A estas consecuencias en las conductas imitativas, o contagio, que producía estas formas de “informar”, las llamó “Efecto Werther”, dada que la lógica de la suerte corrida por el libro de Goethe, obedecía a las mismas circunstancias. De ese modo, la OMS comenzó, a partir de las investigaciones de Philips sobre el “efecto Werther”, a insistir con una serie de sugerencias a los medios de comunicación, sobre los modos de publicar estos hechos: no publicar en tapa, no reiterar la noticia permanentemente, no relatarlo como un hecho romántico o de valentía, no publicar fotos, no describir el método utilizado, no simplificar sus causas (verbigracia “se mató por amor”), lo que alienta la identificación de quienes transitan una situación parecida, explicando la multicausalidad del fenómeno, no proponerlo nunca como solución a problemas difíciles, etc.
Es muy impresionante como una obra maravillosa, nacida de la elaboración creativa de las emociones vividas por su autor, transformadas en una obra de ficción, pueda tener efectos tan concretos y reales en la vida de las personas. Goethe fue el primer sorprendido, tanto que llegó por momentos, a lamentar su publicación.
Sergio Brodsky
(Lazos en red, por orientación enviar mje al 3454038837)