La noche de los lápices
"Sus palabras tan dulces, tan claras, cambiamos por truenos" (de "El ángel de la bicicleta" de León Gieco)
El 16 de septiembre de 1976 comenzó el horror y la ignominia. No podía ser sino de noche. Turbios y oscuros, como el mal y la muerte, un grupo de tareas de la Dictadura secuestró y torturó salvajemente a diez estudiantes secundarios, de los cuales seis fueron asesinados y desaparecidos: Claudio de Acha, María Clara Ciocchini, María Claudia Falcone, Francisco López Montaner, Daniel A. Racero y Horacio Ungaro. Cuatro sobrevivieron: Gustavo Calotti, Pablo Díaz, Patricia Miranda y Emilce Moler. Esta serie de secuestros, torturas y desapariciones, comenzaron hace 47 años y aun duelen. Profundamente. A veces las palabras no alcanzan y gastan su fuerza para nombrar el infierno, para transmitirlo a las nuevas generaciones. Eso temo. Veo la película "La noche de los lápices" realizada en base al testimonio de Pablo Díaz y el alma se desgarra. No hay forma de nombrar la crueldad infinita, la degradación del hombre a la barbarie. Adolescentes destrozados. Adolescentes que militaban en la U.E.S Unión de Estudiantes Secundarios. Tenían ideales de un mundo mejor. Un mundo justo y con igualdad de oportunidades para todos. Habían conseguido, en el 75, el "boleto estudiantil", todo un símbolo. En 1976 es derogado y un grupo de tareas comienza la cacería. ¿Será esa acaso la guerra de la que hablan los negacionistas?, la represión, secuestro, tortura, la masacre, el asesinato, la desaparición de jóvenes adolescentes es la "guerra" que reivindican aún, la derecha y la ultraderecha y se animan a vocearlo a los cuatro vientos. La tortura contra los lápices. El odio contra el amor. El terror, la indiferencia o la complicidad dieron nacimiento a que una parte de la sociedad justificara estos aberrantes hechos, delitos de lesa humanidad. "por algo será, algo habrán hecho" decían para ocultarse su implicación. Aun hoy, quienes reivindican el Genocidio, acuden a la idea de la "víctima culpable". Es una idea canalla. La víctima responsable de su propio martirio. No hay víctimas inocentes ni culpables, sólo víctimas de un Estado asesino. Nadie debe sufrir tormentos, ni asesinatos, ni desapariciones, no importa lo que haya hecho. La dictadura Genocida, Militar, cívica, eclesiástica, ejerció el Terrorismo de Estado, en el contexto del Plan Cóndor, no hubo guerra ni dos demonios. Los estudiantes, los adolescentes, los jóvenes que sentían como propias las injusticias del mundo, las desigualdades y se empeñaron en transformarlo, fueron los blancos predilectos de la siniestra represión, abortaron la preciosa vida de los más valiosos de su generación, aquellos que quisieron dibujar con sus lápices, cargados de amor y solidaridad, una sociedad en la que todos pudieran realizarse como humanos. Al cumplirse un aniversario de una fecha tan triste, tan angustiante, debemos comprometernos con el recuerdo y la reivindicación de los jóvenes de la noche de los lápices y sus ideales. Memoria, Verdad y Justicia. ¡Treinta mil desaparecidos: presente, ahora y siempre!
Sergio Brodsky