La cultura ocupa mucho espacio
Las dictaduras deploran los libros y las bibliotecas, por eso los prohíben, por eso las cierran. Por esa razón han quemado cientos de miles de libros, a la vista de todos, en las plazas u otros lugares públicos, han exhibido su brutalidad para dar miedo, para que las personas sientan temor de leer. Como en la obra de Bradbury (Farenheit 451) en la que los bomberos, paradójicamente, quemaban libros para que la gente no piense, porque pensar es peligroso y el gobierno prefería que la gente viva en la superficialidad y la ignorancia.
Los Tiranos no quieren los libros, porque cuando los leen, las personas piensan, sienten, imaginan, crean, desean. Para ellos constituye una verdadera amenaza. Por esa razón, muchas veces, no se conforman ni se quedan tranquilos con desaparecer los libros, y persiguen a quienes los escriben. En el caso de la Dictadura Argentina, a los escritores, los secuestraban, los torturaban y los desaparecían, con métodos horrorosos, arrojándolos vivos al mar, desde siniestros aviones, luego de haberlos vejado hasta límites espantosos. No solo deploraban a los artistas y sus obras, a los hombres de la cultura, los odiaban al punto de exterminarlos. Eso nos pasó hace poco a los argentinos y debemos preservar la Memoria. Son, precisamente esas crueles atrocidades, las que pretenden negar o banalizar los actuales gobernantes, y por eso es necesario desnaturalizar tales aberraciones, exponer en profundidad, su dimensión trágica. Es la persecución que sufrió, entre miles de artistas, Elsa Bonermann. Un día, en el año 1976, feliz todavía por haber ganado el premio internacional Hans Christian Andersen, abrió el diario La Nación y vio, con espanto que su el libro ,por el que había sido galardonada, estaba en la lista de Prohibidos . La censura pública que la aterró, llevaba la firma de Jorge Rafael Videla. Para los chicos que no pudieron, por alguna razón, aprenderlo en su casa o en la escuela, Videla fue un Genocida, condenado por delitos de lesa humanidad, aunque el actual gobierno pretenda reivindicar a esos asesinos. El libro de Elsa que había caído en sus garras se llama "Un Elefante ocupa mucho espacio". Es una obra maravillosa que hace pensar, y los déspotas no quieren que la gente piense. Quiere que obedezca, si para pensar, están ellos. Y encima, Elsa no sólo hace pensar a los grandes en este libro, sino también, sacrilegio total, a los chicos, a quienes los autoritarios pretenden mantenerlos, pobres angelitos, inocentes. ¿y por qué los hace pensar?, porque les muestra que el Orden de las cosas no es natural, que puede ser cuestionado, que se puede imaginar múltiples formas posibles de la realidad. Y porque pensar es subvertirla, como realidad, como posibilidad única y normal, como pensamiento único. Es lo que narra el Caso Gaspar, que un día decide caminar sobre sus manos., aburrido de gastar sus suelas, y vender sus productos caminando con los pies. Todos los cuidadores de la normalidad y de la ley quisieron apresarlo, pero no pudieron porque no había ninguna normativa que impidiera esa forma de andar. Leer vuelve a la gente reflexiva, inteligente, creativa, crítica y por eso es una amenaza para los poderosos. Un Elefante como Víctor puede, si piensa, tener la idea de que es injusto vivir bajo el yugo del hombre. Puede, en consecuencia, proponer una huelga general de los animales del circo. Puede oponer, si es inteligente, a la objeción del osito de que el hombre le da techo y comida, que así piensa porque la esposa del domador lo crió con mamadera, por lo que solamente conoce el país de los hombres, y no puede entender aún, el país de la libertad (de otra libertad, claro, que la que, actualmente, se propugna en nombre de la ruina de la Patria). Y pudo, gracias a su inteligencia y capacidad crítica, explicar al resto, a partir de la pregunta de la foca , cuáles eran los motivos de la huelga, que ellos eran presos, que trabajaban para que el dueño del circo se llenara los bolsillos de dinero, que eran obligados a ejecutar ridículas pruebas para divertir a la gente, que se los forzaba a imitar a los hombres, que no debían soportar más humillaciones, y que si se unían y luchaban, podían liberarse de los barrotes y de los humanos y volver a la plenitud de la vida en la selva. Es un hermoso cuento porque deja en claro la arbitrariedad de la opresión, de la iniquidad del Orden de dominadores y dominados, de la esclavitud, y de que otro Orden, de justicia y libertad es posible. Es un cuento extraordinario por el que Elsi sufrió un autoexilio, la amargura de su padre que lo llevó a la muerte, su tristeza infinita. Los dueños del circo, los hombres de látigos brutales, los que se empeñan en someter a la fuerza a un pueblo, reprimiendo sus reclamos de justicia, no se lo perdonaron, porque la censura, la represión son los requisitos de su dominio despótico. Para ellos, para los autoritarios, la cultura ocupa mucho espacio. Eso sucede hoy, tristemente, con los actuales gobernantes que persiguen a los artistas, que pretenden eliminar las Bibliotecas, hacer inaccesibles los libros, inalcanzable los festivales, la música, el teatro, con la maquinaria de un Poder desmesurado, desigual, abusivo. Un gobierno que ha decidido atacar la cultura, aquella dimensión que nos desapega de los instintos, que nos libera de la barbarie, que nos rescata de la animalidad y nos transforma en seres humanos. La cultura, la ciencia, el arte, la música, el teatro, la literatura, todas las formas de la creación, es una condición básica para la construcción de nuestra identidad, nuestra socialidad, nuestra sensibilidad, propiamente humana. Atacar la cultura es rebajar los rasgos sublimes del hombre a la dimensión del bruto, cosa que naturalmente, por serlo, no perciben. No conciben, lo dicen con todas las letras, como una necesidad a la cultura, o por lo menos una necesidad prescindible, un lujo. Se representan las necesidades como si fuéramos animales, reducidas al alimento, a las necesidades de subsistencia. Como una sociedad que defienda su dignidad, debemos repudiar y resistir esta degradada pretensión, manifestándonos, hasta vencer esta agresión mortal. Siguiendo el precepto de Gandhi, cuando decía que "cuando la ley es injusta, lo correcto es desobedecer", expresándonos, manifestándonos, unidos y solidarios. Por la cultura. Por el hombre.
Sergio Brodsky