“El presidente duerme”: literatura y peronismo
El 17 de octubre de 1945, un acontecimiento extraordinario transformó la vida de nuestro país. Ese día, los trabajadores confluyeron en la Plaza de Mayo exigiendo la libertad de su líder, aquel que los había reconocido y dignificado desde el Ministerio de Trabajo y previsión.
Ese día nació el Peronismo, en ese instante en el que el pueblo manifestó su deseo de pertenencia a una Patria de la que siempre fue marginado, excluido. Una Patria en la que una necesidad valiera por un derecho. Ciertamente que no todos celebraron está feliz circunstancia. Y ese rechazo fue reflejado muy pronto en el campo de la literatura, territorio irrecusablemente político. Los escritores de los círculos académicos, de elite, expresaron, claramente a través de sus obras, su identificación con los valores de la Oligarquía y las clases medias, poniendo en juego, sin ambages, un clasismo, e incluso un racismo hacia las clases populares emergentes. Los más extraordinarios autores, como Cortázar y Borges, ilustran decididamente esta toma de partido. En su primer libro de cuentos, “Bestiario”, por ejemplo, Julio Cortázar, incluye dos relatos que los lectores y sobre todo los críticos, no tardaron en calificar de “antiperonista”. “Casa Tomada” que surge según su autor de un sueño, de una pesadilla, es reinterpretada por Juan José Sebrelli, como una metáfora del sentimiento de invasión, que los círculos aristocráticos, percibieron con la emergencia de los humildes obreros en la escena nacional. Dos hermanos ociosos, ricos aristocráticos, blancos, afrancesados, asisten, aterrorizados a la irrupción de ruidos indefinidos, que los van acorralando cada vez más en la casa, hasta tener que huir despavoridamente. Cortázar reconoció, en la multiplicidad de lecturas, una comprensión política que excediera, incluso las motivaciones del autor. “Las puertas del cielo” es el otro cuento en el que reaparece, dentro de un mundo fantástico, la mirada fascinada y despreciable de un abogado, sobre el pueblo humilde. Cortázar, maravilloso escritor, con un enorme compromiso en su vida por los derechos humanos y por las causas populares, fue muy autocrítico, luego, de este periodo de su carrera. En ese cuento, aparece la idea de lo monstruoso, al tratar las diferencias de clase, como lo Otro absoluto, aplicado a la descripción de las características de los pobres. Es por eso significativo que la gran obra de Borges en este contexto sea, escrito conjuntamente con Bioy Casares, “La fiesta del monstruo”, donde sitúa en el lugar de la barbarie, el encuentro y la celebración del pueblo con su líder. Esta obra parece una réplica de “El matadero” de Esteban Echeverría, en la que el salvajismo está en la esencia de Rosas y la cultura, la inteligencia, las buenas formas, la civilización europea, en suma, son caracteres inescindibles de las víctimas unitarias. Es que las lógicas en la que se inscriben ambas líneas, tienen en “Facundo”, un tronco común. Ese libro de Sarmiento es fundacional y engendra una matriz cultural que persiste hasta nuestros días, esa escisión que inaugura entre civilización y barbarie. Es el hilo que recorre nuestra historia y que atraviesa centralmente estos textos. En “El simulacro” por ejemplo, Borges describe a Perón como un farsante y al peronismo como un simulacro destinado al enriquecimiento personal. “Crasa mitología” lo llama por si quedan dudas. Esa oposición derivada de civilización o barbarie, entre los auténticos y elevados ideales de la aristocracia y las bajas pasiones del pueblo, se reencuentra en la primera novela argentina, “Amalia” de José Mármol, en la que sólo falta sustituir Perón por Rosas para identificar esa correspondencia ideológica.
Ese vínculo de amor y lealtad que nace un 17 de octubre es destruido, al menos en ese primer ciclo, por un Golpe de Estado, en 1955. Precedido por un bombardeo contra su propio pueblo, la autodenominada “Revolución libertadora”, vino a “liberar la Patria del Tirano”. Cuantas cosas pueden hacerse en nombre de la libertad, es cosa que la historia y la literatura narran con claridad. En este caso fue la maldad, el odio y la crueldad sin límites. Entre ellos la censura, la saña con los cuerpos y los símbolos y los despiadados fusilamientos (que les valió ser recordados como la “Revolución fusiladora”). En cuanto a la censura desmesurada, además de las prohibiciones de los símbolos y los nombres que remitieran a” la Tiranía”, fueron los poetas y escritores los marginados. Tal vez un símbolo sea Leopoldo Marechal, víctima del desprecio del propio círculo académico, por sus adhesiones, quien exprese cabalmente este proceso, en su genialidad irónica firmaba “el poeta depuesto”. Fue tal vez Cortázar el único que se animó a reconocer la estupenda novela “Adán Buenosayres” e incluso la influencia que tuvo en su “Rayuela”. El silencio y el olvido constituyeron la única respuesta de los demás “escritores de la libertad”. El sadismo, el odio y la saña caracterizó la relación de los” militares libertadores” con el cuerpo de Eva, que la literatura trasuntó en la pluma maravillosa de Rodolfo Walsh, a través del relato “Esa mujer”, en el que se enfoca esta crueldad sin límites. Fue Walsh quien también reveló, a su estilo y creando un género, la “no ficción policial” con su “operación masacre”, otro hito en la historia y la literatura argentina. Allí revela a partir de escuchar que hay “un fusilado que vive”, la sangrienta masacre sobre militantes en el basural de José León Suarez, e incluso la ilegalidad del procedimiento ya que la pena de muerte no estaba vigente en esos momentos. En ese marco, en el que se produjo el levantamiento de JJ Valle, acaeció un hecho que simboliza, del mismo modo ese inhumano “salvajismo libertador”. La esposa del Militar leal a la Democracia va, con sus cinco pequeños hijos a la casa rosada a pedir clemencia por su marido. Aramburu, presidente de facto, había sido compañero de armas e incluso compartido reuniones familiares con Valle. Sin embargo, se encuentra con la respuesta más atroz, más fría y deshumanizada que podía esperar, un secretario le informa que el Presidente no la va a atender, que el Presidente no quiere ser molestado, que el “Presidente duerme”. Esta última frase inspira a José Gobello para crear un poema revelador de la crueldad de éste periodo, con el que vamos a concluir este breve y fragmentario recorrido de la relación entre política y literatura, con el deseo de que se abra, en nuestra Patria, un horizonte en el que reine la paz y la felicidad de nuestro pueblo y que nunca más, el odio y la muerte enfrente y destruya a los argentinos.
EL PRESIDENTE DUERME
La noche yace muda, como un ajusticiado, Mas allá del silencio nuevos silencios crecen
Cien pupilas recelan, las sombras de la sombra. Velan las bayonetas y el presidente duerme.
Muchachos ateridos desbrozan la maleza. Para que sea más duro el lecho de la muerte.
En sábanas de hilo, con piyama de seda, el presidente duerme. La luna se ha escondido, de frio o de vergüenza/ ya sobre los gatillos, los dedos se estremecen, una esperanza absurda se aferra a los teléfonos, y el presidente duerme. Él llanto se desata frente a las altas botas. – “Calle mujer, no sea que el llanto lo despierte.- sólo vengo a pedirle la vida de mi esposo. – el presidente duerme. Reflectores desgarran el seno de la noche. El terraplén se apresta a sostener la muerte. El pueblo se desvela de angustia y de impotencia/ y el presidente duerme. De cara hacia la noche sin límites del campo. Las manos a la espalda, se yerguen los valientes/ los laureles se asombran en las selvas lejanas y el presidente duerme. Tras las bocas mudas laten hondos clamores/ ¡cumplan con su deber y que ninguno tiemble de frio ni de miedo! En una alcoba tibie, el presidente duerme. ¡Viva la patria! Y luego los dedos temblorosos. Un sargento que llora, soldados que obedecen, /veinticuatro balazos horadando el silencio. Acres rosas de sangre, florecen en los pechos. el rocío mitigó las heridas aleves, seis hombres caen de bruces sobre la tierra helada/ y el presidente duerme. ¡Silencio!.¡Que ninguno levante una protesta! ¡Que cese todo llanto, que nadie se lamente! Un silencio compacto se adueñó de la noche. Y el presidente duerme ¡oh, callan todos! Callan los camaradas. . Callan los estadistas, los prelados, los jueces. El pueblo ensangrentado se tragó las palabras. Y el presidente duerme. El pueblo yace mudo, come un ajusticiado. Pero bajo el silencio, nuevos rencores crecen. Hay ojos desvelados que acechan en la sombra/ y el presidente duerme.