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    El odio al amor

    Se ha generado toda una discusión de cuanto alcance hay que darle a Nicolás Márquez y sus dichos fascistas y homofóbicos, si comentar sus obscenidades no contribuyen, acaso, a que más gente les preste atención, cuando su presentación en la Feria del libro fue a sala vacía. Creo que hay que hablar aun de estos energúmenos porque la entidad de sus dichos se la otorgan los medios hegemónicos de comunicación que van instalando un sentido común de un sujeto que es “dicho” por esos hilos del Poder y que repite alienadamente esos dictados.

    11 de mayo de 2024 - 08:00
    El odio al amor
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    Es decir, la importancia de analizar y repudiar lo que dice Márquez, amigo como no del Presidente de la República,  no deviene de un planteo lúcido ni complejo, hazaña imposible para un sujeto como él, sino de la repercusión que logra a través de la amplificación de los grandes Medios, cuya lógica no es el contenido de lo que comunican, sino su alcance territorial y virtual al constituir un Oligopolio imposible de no escuchar. E insisto, de no configurar la opinión pública, aquella que reproducen  sus opiniones acríticamente, casi como una máquina vaciada de inteligencia, y que va construyendo con su Poder sentimientos de odio a quienes construyen como enemigos y una banalización del Mal, tal como registró Ana Harendt en la experiencia del Nazismo, al naturalizar de este modo, el horror más espeluznante, tales como la tortura y el crimen. Así debió haber sido con los homosexuales para los Nazis, que también fueron objeto de los campos de concentración y de los asesinatos en las cámaras de gas, previa construcción discursiva que lo justificaba y naturalizaba. Así que no hay que dejar pasar los dichos de Marquez, aun cargados de un odio parejo con su estupidez. O precisamente por eso, y porque  desde posiciones de Poder, ya Mondino comparó a la homosexualidad con tener piojos, y porque esas construcciones terminan justificando la eliminación de los derechos conquistados por toda la sociedad. Dijo finalmente Márquez que los homosexuales son enfermos, invertidos y que poseen una conducta insana y autodestructiva, y otras barbaridades homofóbicas y discriminatorias. Nada que no solo se haya dicho antes desde el Poder y que incluso, hasta que la comunidad gay en particular y la sociedad en general,  hubiera resistido esos agravios con sus luchas que nos enorgullecen a todos, esos discursos hegemónicos derivaban en prácticas horrorosas fundadas y sostenidas en los sistemas policiales y judiciales, Religiosos y Médicos psiquiátricos por lo menos. Basados en los procesos de normalización de la modernidad capitalista, que necesitaba imponer la representación de una sexualidad natural, heterosexual y al servicio de la reproducción, que se desligara del placer y no quitara fuerzas de trabajo, los dispositivos del Poder, tal como lo ha investigado Foucault, han reprimido las disidencias y diversidades sexuales, es decir, las diversas formas del amor. Así las leyes y las policías los han perseguido y encarcelado, como lo hizo con Oscar Wilde, y con Federico García Lorca, asesinado del modo más atroz por Franco, o aquellos encerrados en campos de trabajo  en Cuba. Las religiones lo han considerado pecado, una anormalidad y han llenado de culpa con una enorme crueldad a quienes han sentido amor por personas del mismo sexo y el Poder Psiquiátrico solo ha sustraído de la clasificación de las enfermedades mentales a la homosexualidad cuando la comunidad gay y los profesionales honestos de la salud mental lo han puesto en cuestión seriamente. Aún más ha servido a ese discurso discriminatorio ciertas prácticas de la psicoterapia que han intentado la conversión sexual de las personas homosexuales, constituyendo espeluznantes formas de abuso y violencia. También vinculó Márquez a la homosexualidad y las diversas formas del amor con el suicidio, pero su punto de vista aberrante considera que es la “enfermedad” la que lo produce y no aquello perfectamente verificable, de que las depresiones y suicidios en la comunidad lgbtq son el resultado de un mundo violento, discriminatorio y homofóbico que los excluye y maltrata salvajemente. Es el  de padres que revelan el interés propio y el orgullo por encima de la felicidad de sus hijos y los expulsan brutalmente del hogar, son las personas que los humillan en la calle, los clubes y otros espacios sociales, los que los maltratan con Bullyng en los colegios,  son sacerdotes y pastores que los condenan en las Iglesias, quienes, respondiendo a los mandatos del Poder, del Machismo y el patriarcado, quienes los marginan del mundo y los empujan a la depresión. 
    Repudio en esta nota a Nicolás Márquez y a todos los medios que reprodujeron su violencia, su impiedad y su brutalidad. No existe la sexualidad como una experiencia natural en el hombre, existen diversas formas del deseo y del amor, y si en este campo existe algo del orden de la enfermedad, ella insiste en los discursos del odio, la discriminación y la homofobia. Es decir, el odio al amor. Y como dijo Pablo Neruda “si nada nos salva de la muerte, al menos que el amor nos salve de la vida”
     

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    Sergio Brodsky
    Sergio Brodsky
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