El día en el que casi lincharon a un árbitro
Por Darío H. Garayalde, para Magazine.
Como demostración de que la violencia en el futbol no es un fenómeno reciente, en mis recuerdos figura lo que sucedió en un partido en Rosario entre Newell’s Old Boys y San Lorenzo. Ese año, San Lorenzo saldría finalmente campeón, con un equipo formidable y con la delantera más brillante del campeonato, Farro, Pontoni y Martino.
Yo conocía a los jugadores por las figuritas a los que todos los chicos éramos aficionados.
Sin embargo, los sucesos de Rosario se comentaron tanto, aún fuera del ámbito deportivo que también los chicos de ese tiempo, los comentábamos.
¿Cuáles fueron esos sucesos? El desarrollo del partido no indicaba que pudiera haber problemas. San Lorenzo ganaba con superioridad manifiesta.
Ese 27 de octubre, Newell’s había formado con: Musimessi, Colman, Sobrero, Carlucci, Nieres, Lizardo, Ferreyra, Coll, Bunzer, Buján y Moyano.
San Lorenzo con: Blazina, Vanzini, Basso, Zubieta, Grecco, Colombo, Imbellone, Farro, Pontoni, Martino y Silva.
El primer tiempo concluyó dos a cero en favor de San Lorenzo.
Pero el segundo tiempo fue distinto y Newell’s, en una notable levantada y mediante dos golazos lo empató, con dos goles de Alfredo Bunzer. El estadio rugía y esa pasividad del primer tiempo, frente a un equipo superior y que a priori era el favorito, se transformó en una posibilidad, buscando el tercero que estaba cerca. San Lorenzo aguantaba el vendaval, pero en una jugada notable y faltando dos minutos, en una gran jugada de Nerwell’s, Moyano eludió al arquero Blazina y gol. Pero el árbitro lo anuló por posición adelantada, a pesar de que el juez de raya no había levantado la bandera. Ante las protestas de los jugadores y del público, el árbitro mantuvo su decisión. Los jugadores siguieron protestando cuando el árbitro Cossio indicó la reanudación del partido. Faltando tan poco para finalizar, tomó la pelota Mario Imbelloni y le pegó un zapatazo que dio en un jugador y se desvió, descolocando a Musimessi. Gol de San Lorenzo, que el árbitro indicó el centro de la cancha, convalidando el tanto.
Allí se armó. El público invadió la cancha en la búsqueda del referee Osvaldo Cossio, quien salió corriendo hacia los vestuarios. La policía fue impotente para contener a los hinchas que le cortaron el escape al árbitro hacia los vestuarios y en pocos segundos tenía la ropa desgarrada y sangraba de un corte en la frente. La situación era desesperada y fue allí que Cossio observó el alambrado olímpico estaba roto y daba al Parque de la Independencia y por allí se mandó. Pero los hinchas leprosos lo siguieron. Allí fue que advirtió que venía un auto a baja velocidad y se trepó al capot, pero el conductor, en lugar de ayudarlo, frenó bruscamente y Cossio cayó al asfalto. Los hinchas lo rodearon y comenzaron a pegarle patadas y golpes de puño. El referee estaba encogido en el suelo, y pedía que dejaran de pegarle, pero en lugar de eso escuchó ¡Vamos a colgarlo!
Lo alzaron y lo llevaron hasta un árbol del Parque mientras algunos hinchas le sacaron el cinturón y lo ataron a una rama para proceder a lincharlo. Ya a punto de ser ajusticiado por la turba, tres soldados conscriptos que estaban de ronda intervinieron rescatando al pobre hombre. Allí lo subieron a un auto para llevarlo al Hospital Británico donde lo trataron de sus múltiples heridas, más una conmoción cerebral por la lesión en la cabeza.
Dos días estuvo internado hasta que estuvo en condiciones de poder trasladarlo. Pero los hinchas habían comenzado a agolparse en las cercanías del Hospital Británico, de tal manera que tuvieron que sacarlo en el baúl de un auto y llevarlo hasta San Nicolás, para que pudiera tomar el tren a la Capital Federal ya que la estación de Rosario, también la habían ocupado los hinchas de Newell’s
Se llamaba Osvaldo Cossio de 36 años y era uno de los mejores árbitros del futbol argentino. Nunca más volvió a Rosario.