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    El degüello del coronel José M. Villanueva

    Entre los papeles inéditos del general Gerónimo Espejo se encontraban los relativos a la odisea y muerte del teniente coronel José María Villanueva, un mendocino que luchó a las órdenes de San Martín, llegó a coronel en el Ejército de los Andes y participó en la batalla de Chacabuco.

    26 de agosto de 2023 - 01:55
    El degüello del coronel José M. Villanueva
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    Villanueva fue protagonista años después, de una tremenda odisea, en la que lo dejaron por degollado y muerto, sin embargo, de lo cual logró salvarse. Dice el documento:" En enero de 1817 el Ejército de los Andes emprendió la campaña de la restauración de Chile, y Villanueva marchó con su Regimiento y tuvo la gloria de hallarse en la batalla de Chacabuco el 12 de febrero de 1817. En esta batalla recibió una grave herida en la mano derecha, que lo puso en riesgo de que le amputaran el brazo. El General San Martín le otorgó licencia para que pasase de Chile a Mendoza a curarse en el seno de su familia, recomendándoselo al General Luzuriaga, que quedó de gobernador intendente de la provincia. Continuó la gravedad de la herida por más de tres años y por esta causa no pudo incorporarse al Regimiento de Granaderos para concurrir a la batalla de Maipú, el 5 de abril de 1818, ni menos tomar parte de la expedición libertadora del Perú, que el Ejército de los Andes, unido al de Chile, emprendió en agosto de 1820. Quedó pues en Mendoza, y en el transcurso de los años. Logró la curación de su herida y restablecer la acción de su brazo. Desde el año 1820 y siguientes, que la anarquía desunió y trastornó el orden de las provincias argentinas, Villanueva permaneció en Mendoza, extraño a los partidos unitarios y federales que estaban en conflagración; más, restablecido de su herida, se adhirió al partido unitario y tomó parte de la revolución que don Juan Agustín Moyano capitaneó en agosto de 1829, contra la administración despótica de don Juan Corvalán y los tres hermanos Aldao, época en las que las pasiones llegaron a su más alto grado de exaltación. Se halló Villanueva, en consecuencia, en el sangriento combate de Pilar, el 21 de septiembre del mismo año de 1829 en que, siendo destruida la división unitaria por una traición, logró escapar del campo de la matanza y ocultarse en una casa de la ciudad. El jefe vencedor, fray José Félix Aldao, dominado por su furor sanguinario, puso el más exquisito empeño en capturar a los jefes del partido contrario para vengar la muerte de su hermano, Francisco Aldao que había muerto en el acto de combate. Más el desgraciado Villanueva fue descubierto en su escondite por los esbirros de Aldao, y el fraile ordenó que esa noche misma fuese degollado. Los asesinos llevaron a Villanueva al patio de la Maestranza cuyo establecimiento ocupaba el claustro del convento de Santo Domingo, que queda en la esquina nordeste de la manzana, y allí lo degollaron y lo dejaron rendido por muerto. Pero el reloj del destino no había señalado todavía la postrimera hora de este mártir. No lo había degollado por completo, porque el corbatín que tenía puesto, y en especial la hebilla, impidió que el puñal dividiese por entero el cuello. En este estado volvió en sí, quizá con el frio de la madrugada recobró el uso de sus sentidos y se puso a pensar que partido podía tomar. Estaba sentado ocupado en estas cavilaciones, cuando sintió un ruido de sables y las voces de varios hombres que se dirigían hacia donde él estaba, que supuso que sería alguna partida que venía en busca del cadáver para llevarlo a sepultar, o a botarlo en el campo, como habían hecho con otros. Me decía que en ese conflicto no encontró otro recurso que meterse en una acequia de agua que pasaba por el patio. Haciendo los últimos esfuerzos que hace quien quiere salvar la vida, y arrastrándose por dentro del agua pasó al otro claustro del Convento de Santo Domingo. Que conociendo él la celda de todos los padres, se dirigió a la de fray Fermín Nieto, quién instruido en pocas palabras de su situación, se resolvió a prestarle amparo. Que lo llevó a la sacristía, donde había una gran caja en las que se guardaban velas de cera de la iglesia, las sacó, lo hizo tender en el fondo y, extendiéndole encima las velas, quedó el cuerpo bien cubierto, pudiendo respirar por los extremos. Que como una hora después, no encontrando la partida en cadáver en el patio de la Maestranza, el oficial sospechó que quizá se hubiese pasado al convento, y en el acto pasó a hacer su registro. Que el padre Nieto le dijo que él en persona había acompañado al oficial a hacer una prolija requisa de la iglesia, en los altares, en las celdas, y en cuanto rincón creía verosímil la ocultación, pero no encontrando ni vestigios, el oficial salió a dar cuenta de aquel caso extraordinario. Que en todo ese día no ocurrió novedad, que en cuanto llegó la noche, el padre Nieto sacó a Villanueva del convento disfrazado con un hábito de fraile, y lo pasó a la casa de su hermano don Félix; que de allí lo trasladaron a otra, y a otras partes, hasta que por fin consiguieron ocultarlo en un sótano donde curó su herida y permaneció cerca de siete meses, hasta que llegó el general Videla Castillo, a fines de abril de 1830, con una división del ejército del general Paz, salió al aire libre a convalecer."

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    El coronel José María Villanueva finalmente murió en combate, en Tucumán, en la Batalla de la Ciudadela en 1831.

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