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    Cuando la suerte que es grela

    Por Darío H. Garayalde, para Magazine

    04 de marzo de 2023 - 16:56
    Cuando la suerte que es grela
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    Recordaba yo a un viejo amigo que ya no está en este mundo, pero cada tanto, es inevitable que lo traiga al mundo de mis recuerdos, para que no muera del todo. Fueron muchos años que compartimos pintorescas situaciones.

    Estudiaba la carrera de agrimensor desde hacía un montón de años, pero la realidad es que era un �Sbon vivant⬝, un poco limitado por una enfermedad de piel recurrente, que siempre lo tuvo a mal traer y cada tanto le daba disgustos, porque era muy visible y no quería mostrarse en los períodos agudos.

    Pero tenía una simpatía natural que le hizo ganar muchos amigos en Buenos Aires y poder frecuentar sitios bastante exclusivos, gracias a esa innata cualidad.

    Me gustaba bromear con él, a pesar de su dolencia tenía un humor inteligente y con salidas totalmente inesperadas, fruto del ejercicio social cotidiano. Además, había aprendido a canalizar ciertas ideas y opiniones que no quería decir abiertamente, por eso le llamo ejercicio. La imagen tradicional de la persona responsable corresponde al individuo trabajador centrado en su tarea para hacerla eficaz. Lo contrario a la frivolidad. Sin embargo, esas personalidades tienen grandes ventajas, tanto en la vida profesional como en la vida personal. Sino ¿por qué se da tanta importancia a lo lúdico en las empresas con una gran organización? Claro está que de esas cosas me doy cuenta ahora, que he vivido lo suficiente para entender un poco más el comportamiento humano. No cuando tenía poco más de 20 años. En cambio, él no tenía nada que entender. Era su comportamiento natural por eso me divertía mucho.

    Eran también un agudo observador de la vida y sus matices, pienso que, por provenir su visión desde un sitio desfavorable, por lo que sabía encontrarles a las cosas su lado ridículo: como a alguna mujer con esos peinados (batidos) que estuvieron de moda por aquellos años y a esta le rodeaba la cara bronceada, como si fuera un halo. Seguramente por creer en esos avisos de champú que prometen revitalizar el cabello, como si alguna vez hubiera tenido una vida que se pueda revitalizar. Me decía que el pelo está muerto, es solo una cutícula de queratina que crece de un folículo. Tiene tanta vida como los mocos que se te suena en el pañuelo. El pelo es historia, es lo que has sido, has comido y has hecho.

    Esos eran más o menos sus razonamientos. Como dije, siempre admiré la ironía y ese humor inteligente con su correspondiente sarcasmo.

    En ese tiempo estaba en uno de esos períodos en los que la enfermedad recrudecía y estuvo ausente un tiempo, ya que sus padres lo llevaron a las termas de Copahue en Neuquén, porque al parecer obtendría mejoría con los baños de agua sulfurosa. Pero no fue así y la enfermedad tenía esas remisiones espontáneas por lo que pareció dar algún resultado. Reemprendió sus estudios en Buenos Aires y durante bastante tiempo, y seguramente gracias a un medicamento nuevo, aunque de elevado costo podía seguir cursando.

    En una de sus temporadas en Concordia, yo procuraba distraerlo de las obligadas limitaciones especialmente las comidas procesadas y el alcohol (aunque no era un bebedor) pero basta tener algo prohibido para tentarse al desarreglo. Seguramente en Buenos Aires comería comida chatarra, pero especialmente el padre me pidió que lo vigile, lo que naturalmente tomé como un deber.

    Teníamos largas charlas en el café y cuando estaba de buen humor, verdaderamente merecían ser escritos sus razonamientos.

    Pero también tenía sus caídas y había que comprenderlo. El cansancio y el odio a la enfermedad y también a sí mismo, por padecerla. La mueca ostensiva de repugnancia con que ha dicho esto último, mirando hacia la ventana del café, a la manera de quien desdeña el mundo y todo lo que el contiene, sin distinción entre lo hermoso y lo feo, lo noble y lo ruin me ha hecho entender un poco más su visión irónica y trágica de la vida.

    Me abstuve en todo momento a endosarle consejos, no digamos lecciones. Solo sé que fue lo mejor que se puede hacer. �0l quería hablar, y no escuchar lo que seguramente ya sabe y analizó sin ayuda. Además, tenía todas las respuestas, pero afortunadamente prevalecía su otra personalidad más optimista

    Mis amigos de aquellos tiempos eran todos noctámbulos, que es la hora de los intercambios más interesantes e inteligentes. Hasta en soledad tendemos a la introspección.

    Mi amigo estaba muy alegre cuando llegué al café con otro conocido.

     �� ¿Qué tienen que hacer ahora? �� nos preguntó.

    ��Pues aparte de tomar un café y conversar un rato, creo que nada �� respondí.

    �� ¿Vamos al Golf, que hay punto y banca? �� nos propone

     Agarré viaje ya que nuestro tercer acompañante se excusó. Especialmente porque lo vi inusualmente entusiasmado. No tenía mucha plata, pero ir aunque sea a mirar y conversar con algún conocido. Y allá fuimos.

    Eran las once de la noche cuando llegamos y él fue a comprar fichas. No vi el valor de las que compró, pero vi que eran pocas. Yo también compré algunas de poco valor para entretenerme un poco. Estuve mirando antes de jugar y había salido banca cinco veces seguidas. Yo pensé si salió cinco veces, puede salir una sexta y jugué a banca. ¡Y gané!

    Pero como dije antes, era poca plata, tanto la que aposté como la que gané.

    Yo no juego, pero había ido más que nada a acompañarlo y pasar el rato. Lo busqué para saber cómo le había ido. Lo encontré tomando un coñac y con un nerviosismo más allá de todo lo razonable. Estaba demudado

    Sin ser muy sagaz entendí que algo no andaba bien ¿Que podía ser fuera de estar perdiendo?

     �� ¿Qué pasa?, le digo ¿Perdiste? ��

    Como dije antes, había comprado dos fichas negras que son las de mayor valor. No puedo ahora calcular a cuanto equivaldría hoy, pues nuestra moneda se caracteriza por su variabilidad e inconstancia.

    �� ¿Perdiste todo? ��

    ��No, la mitad. Jugué solo una ficha �� ¿Qué hago ahora? Esa plata me la dio mi viejo para que comprara el medicamento para la psoriasis�� Si juego la que me queda y pierdo el viejo me mata��

    Pero⬦ sos un irresponsable �� ¿Cómo te vas a jugar la plata del remedio? �� entonces me vino una inspiración y le digo:

    ��Mirá, estuvo saliendo banca hace rato. JUGÁ A PUNTO ��

    �� ¿Te parece? ��

    �� ¡Sí, dale, apurate, que ya está por decir el ''no va más''! �� le digo

    Y la jugó. Ahora el que transpiraba era yo que lo induje a esa jugada ⬦ ¡y salió punto!

    Me abrazaba y no sabía cómo hacer para agradecerme. En realidad, ganó porque ganó, simplemente el azar jugó a su favor en esta.

    Me preguntaba cómo sabía yo que iba a salir punto. ¿Qué voy a saber? Pudo haber salido banca. La suerte fue suya. Simplemente.

    Y me dice ¿Y ahora qué hago? ¿Le pongo otra ficha, si se me dio vuelta la suerte?

    ��Lo mejor que podés hacer⬦ ándate a dormir y mañana compra el remedio, porque esta vez te salvaste��

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