Cartas de amor
La misiva amorosa es portadora de palabras que proclaman el sentimiento más hondo y desbordante de cualquier persona. Nacen incontenibles y son empujados por una fuerza que tiene la pretensión de arribar y traspasar el entramado afectivo más profundo del ser por quien siente este caudal de emociones ígneas. �0l o la escribiente desarrollan este acto meditado y obstinado o a veces espontáneo y desenvuelto, guardando el anhelo sutil de alcanzar la profundidad de la persona por la que siente lo que la escritura declara.
No es suficiente entonces, escribir bajo los efectos eruptivos del amor, sino que a este manantial de palabras amorosas, le acompaña la imperiosa necesidad que el destinatario o destinataria, lea y sepa sobre este sincero y hondo acontecer anímico, a lo que se añade otro anhelo más elevado, el cual es, que dicha persona sienta exactamente igual a quien escribe.
Las cartas de amor, contienen las sedosas e interminables miradas que los enamorados se entregan. Sus letras se enhebran como los besos, que surcan al inicio los suaves bordes de la boca, la que se abre lenta y decidida para permitir que su interior se llene de la ternura de labios tibios que progresivamente avanzan hacia los besos arrebatados e indomables, que bajo el gobierno de la pasión, pretenden ingresar más allá de lo que la boca permite. Así son las palabras de amor. Se desparraman armónicas y serenas, hasta adquirir el vocabulario propicio que expresen la intensidad de un amor que se expande por todo el cuerpo. A veces se aloja en el pecho, que late a borbotones y tantas otras, en la pelvis, donde la urgencia clama cercanía y contacto.
Sin embargo las cartas de amor se las ingenian para esperar el momento adecuado, aunque anticipan y preparan el mayor deseo, que es concretar el encuentro. Las letras escritas con amor conllevan la promesa cercana de contacto y unión, donde primero surcan las miradas complacidas y luego, las caricias confirmarán que el contacto es tan real como mágico.
Como promesa de encuentro, sus letras exponen el caudal desbordado de deseos. No son solo declaraciones de sentimientos únicos, es esencialmente el anhelo urgente de volver a verse.
Ludwig Van Beethoven a su �Samada inmortal⬝ le escribió el 7 de julio de 1812. Era una mujer que pudo conocer durante su estancia en un balneario en Bohemia. Decía así:
�SAunque sigo en la cama, mis pensamientos van hacia ti, mi Amada Inmortal, primero alegremente, después tristemente, esperando saber si el destino nos escuchará o no. Yo solo puedo vivir completamente contigo y si no, no quiero nada⬦
⬦¡Oh Dios! ¿Por qué tiene uno que ser separado de alguien a quien ama tanto?, y además mi vida es ahora una vida desgraciada. Tu amor me hace a la vez el más feliz y el más desgraciado de los hombres. A mi edad yo necesito una vida tranquila y estable, ¿puede existir eso en nuestra relación?⬦
⬦Ángel mío, me acaban de decir que el coche correo va todos los días, debo cerrar la carta de una vez y así podrás recibirla ya. Cálmate, sólo a través de una consideración calmada de nuestra existencia podemos alcanzar nuestro propósito de vivir juntos.
Cálmate, ámame, hoy, ayer, qué lágrimas anhelantes por ti, tú, tú, mi vida, mi todo, adiós. Continúa amándome, nunca juzgues mal el corazón fiel de tu amado. �SSiempre tuyo. Siempre mía. Siempre nuestros⬝.
De las tantas letras de amor que en este mundo se escribieron, rescato otro fragmento del intercambio amoroso más hermoso, como lo es para cualquier persona que ama y se siente correspondido en ese amor. Esta condición humana quizás sea la producción más elevada de dicha y bienestar que nos toca vivir, a pesar de las desesperaciones, apuros y sufrimientos que causan las distancias naturales o en el peor de los casos, las que le continúan a los duelos por separaciones o fallecimientos.
Comparto otra breve historia:
El boxeador Marcel Cerdan (1916-1949) fue el gran amor de la cantante Edith Piaf (1915-1963). Por un breve tiempo, vivieron el uno para el otro: ella elegía la ropa de él, organizaba sus combates y lo seguía en sus viajes. �0l rechazaba los contratos que le obligaban a alejarse de ella. Las cartas que ambos se intercambiaron son la prueba de su intenso y romántico amor, interrumpido trágicamente en Octubre de 1949, cuando Cerdán murió en un accidente de avión en las Azores.
�SYo te amo irracionalmente, anormalmente, locamente, y nada puedo hacer para evitarlo. La culpa es tuya, eres magnífico. Abrázame con el pensamiento entre tus brazos y piensa que nada cuenta en el mundo aparte de tú y yo⬝, escribió Edith Piaf a Cerdan el 20 de mayo de 1949. �SExiste una sola Edith Piaf y yo tengo la suerte, yo, pobre boxeador bruto, de ser amado por ella (...)⬝, respondió él.
He aquí un fragmento que muestra la visible condición no solo de efervescencia psíquica e inquietud persistente que el estado de enamorados provoca, sino la cercanía al estado de alienación (la más bella alienación agregaría) donde circulan pensamientos y actos irracionales, alocados, anormales que son vividos con la irrefrenable certeza de saber que habrá encuentros, abrazos, besos y pasiones que se desatarán sin límites, para extraviarse en el éxtasis al que conduce el embeleso de los sentidos.
Las cartas de amor son portadoras de este inconmensurable sentir que necesita cristalizarse en el contacto que los cuerpos urgen. Mientras ese momento se acerca, es decir en ausencia del contacto físico, las letras elaboran este deseo, le dan forma e imaginan cada instante por venir, asociado a lo ya vivido y mucho más, a lo por vivir. Cuando se escriben las cartas de amor, se confirma la certeza de que el lazo amoroso es indestructible.
Lic. Mario Sarli

:format(webp):quality(40)/https://elheraldocdn.eleco.com.ar/noticias/2021/11/06_Cartas.jpg)