Batalla de Maipú: una victoria milagrosa
Desfavorables resultados traía la segunda quincena de marzo de 1818 para San Martín y los gobiernos argentino y chileno. La sorpresa nocturna de Cancha Rayada, el día 19, había asestado un duro golpe a las esperanzas patriotas. El director interino de Chile, Luis de la Cruz, confesó haber llorado al leer el parte de derrota enviado por San Martín.
Los españoles estaban exultantes y estaban convencidos de que las fuerzas combinadas criollas ya estaban definitivamente vencidas. Pero algo nos obliga hoy en día, a hacer un esfuerzo de comprensión de los factores anímicos que obraron en esos hombres. Porque ni San Martín, en el teatro de operaciones ni Pueyrredón en su despacho gubernamental en Buenos Aires, se amedrentaron con el contraste. Aparentemente, Cancha Rayada obraba como un estímulo, antes que como un elemento disuasivo─ especialmente Gregorio de Las Heras─ quien mantuvo las fuerzas a su mando intactas, pudieron rehacer rápidamente las tropas dispersas "La dispersión de las tropas, principal desgracia de aquella jornada, está en gran parte remediada. Cerca de 4.000 hombres se repliegan a la margen del Maipú y otros cuerpos de línea y de milicias se preparan para reincorporárselas... corramos a las armas... escarmentemos a los tiranos..."
Pueyrredón contestaba a su amigo San Martín, coincidiendo en la apreciación de la situación "Nada de loa sucedido en la poco afortunada noche del 19 vale un bledo, si apretamos los puños para reparar los quebrantos padecidos. Nunca es el hombre público más digno de admiración y respeto que cuando sabe hacerse superior a la desgracia; conservar en ella su serenidad y sacar todo el partido que pueda el árbitro de la diligencia. Una dispersión es un suceso muy común; y la que hemos padecido cerca de Talca será reparado en muy poco tiempo"
Maipú es una llanura ubicada a unos 10 kilómetros de la capital chilena, que recibe su nombre del río homónimo, a su vez, nacido en las pendientes del volcán Maipo y que fluye a lo largo de 250 kilómetros. Como muy acertadamente lo ha dicho un historiador, que esta llanura estaba salpicada "por una serie de lomas que tomaban diversos nombres: Lomas Blancas, hacienda de Espejo, etcétera. San Martín ubicó su ejército, días antes de la batalla, en las Lomas Blancas y el general re3alista Osorio ocupó el 4 de abril de 1818, la hacienda de Espejo, y el 5, muy temprano, sus divisiones ocuparon las mejores alturas de la loma. De esta manera, las tropas de los patriotas y de los españoles quedaron frente a frente, separados por un valle estrecho y adecuado para la lucha, especialmente para la maniobra de la caballería"
A las 10 de la mañana se produjeron los primeros movimientos, aunque las acciones comenzarían realmente al medio día. En determinado momento, antes del encuentro propiamente dicho, se le acercó a San Martín el general Miguel Brayer- quien había sido oficial de Napoleón Bonaparte- y le pidió permiso para retirarse. Alegó como motivo la necesidad de tomar baños para calmar dolores que le provocaba una vieja herida. El Libertador lo miró con desprecio: "El último tambor del ejército tiene más honor que usted". E inmediatamente lo suspendió de sus funciones. Brayer nunca olvidaría ese desaire, ante varios testigos.
La batalla se empeñó, como queda dicho, al mediodía, extendiéndose a lo largo de cinco horas. Casi al finalizar, apareció el director supremo de Chile general O'Higgins, quien se había enterado del encuentro en la capital y venía cabalgando para llegar a tiempo.
Los cronistas de la época- es decir, los militares que asistieron al luego célebre encuentro y que escribieron más tarde sus respectivas memorias- rescataron algunos detalles del abrazo de ambos jefes. Presa de la emoción, O’Higgins lo abrazó difi8cultosamente debido a que su brazo derecho estaba vendado y le musitó unas palabras: “Gloria al salvador de Chile” San Martín le contestó “General, Chile no olvidará jamás el nombre del ilustre inválido que en el día de hoy se presenta en el campo de batalla”
El primer parte de la victoria que enseguida preparó San Martín, era asombrosamente escueto: “Acabamos de ganar completamente la acción. Nuestra caballería los persigue hasta concluirlos. La patria es libre. Cuartel general en el campo de batalla, Hacienda de Espejo, 5 de abril de 1818. San Martín
A este documento, San Martín lo dictó desde lo alto de su caballo al médico Diego Paroissien, quien lo escribía con las manos tintas en sangre de los heridos que acababa de atender.
La sorpresiva e increíble victoria de Maipú lo fue en tal grado, que los jefes realistas no creyeron ni una palabra en los primeros días, en la veracidad de las noticias. José de la Serna (general en jefe de los ejércitos españoles en el continente) le escribía al virrey del Perú, Joaquín de la Pezuela: “Yo dudo que la acción del 5 de abril haya sido como la pintan, pues se me hace difícil el creer que habiendo sufrido los enemigos el 19 de marzo una dispersión como la que dicen, pudieran rehacerse en disposición de conseguir una victoria tan completa como la que figuran: pero como los sucesos de la guerra son tan varios y tan difíciles de comprender, por la diversidad de incidentes que suelen ocurrir, suspendo el juicio sobre el cual puede haber sido el resultado de dichas acciones en Chile.
Así se explica que el propio Pezuela, furioso ante la embestida del Libertador en todos los ámbitos de Sudamérica, diría un año más tarde que no iba a tardar en apresar a San Martín para ahorcarlo, pero que “antes le cortaría las orejas”
¿Y cuál fue el balance militar del encuentro? Ambos bandos sufrieron nada menos que mil muertos cada uno, una pérdida sin duda considerable. Pero los españoles tuvieron que anotar en su balance negativo, la prisión de un general, cuatro coroneles, siete tenientes coroneles, ciento noventa oficiales y más de dos mil quinientos soldados. Y la pérdida de toda la artillería, casi cuatro mil fusiles, mil doscientas tercerolas, los hospitales y la caja militar. De allí que San Martín escribió en su segundo parte de la victoria: Nada existe del ejército enemigo; el que no ha sido muerto es prisionero”
En cuanto al balance extra militar de la batalla, debe anotarse en el haber varios significados elocuentes. Desde el punto de vista político, logró acentuar el predominio tanto de San Martín como de O´Higgins en la Argentina y Chile. Bajo un ángulo estratégico, consolidó automáticamente la independencia de ambos países. Psicológicamente actuó como estímulo poderoso al borrar el desastre de Cancha Rayada. Geopolíticamente, por fin obtuvo la apertura del Ejército de los Andes en la inminente expedición sobre el Perú.