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    Álvaro Mutis, el poeta errante

    La revista Mito, creada en febrero de 1955 por Jorge Gaitán Durán y Hernando Valencia Goelkel, fue una publicación colombiana de cultura con frecuencia bimestral, inspirada en “Les temps moderns” de Jean Paul Sartre y en “Sur” de Victoria Ocampo, también la “Revista de las Indias”, “Orígenes” e “Hijo pródigo”, publicaciones culturales colombianas.

    25 de agosto de 2023 - 03:00
    Álvaro Mutis, el poeta errante
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    Durante 42 números hasta la muerte en un accidente de Gaitán Durán, en junio de 1962 desarrolló una febril y fecunda tarea de exteriorizar textos donde “el lenguaje estuviera en un estado de máxima densidad o máxima tensión”. Publicó, entonces, escritos que fueron desde la poesía hasta ensayos económicos y tuvo un significado especial para los jóvenes intelectuales. En el primer número, tuvo textos de Octavio Paz, Vicente Aleixandre, Simone de Beauvoir, e incluso el “Diálogo entre un sacerdote y un moribundo” del marqués de Sade y “La hojarasca” de Gabriel García Marquez.

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    Un joven interesado por la temática de la revista y luego colaborador, fue Álvaro Mutis. Mutis había nacido el 25 de agosto de 1923 en Bogotá. Su padre, abogado y diplomático, era de una familia que explotaba café y azúcar. Vivió desde los dos y hasta los nueve años en Bruselas, porque su padre había sido destinado como ministro consejero. Al fallecer su padre y con su madre se asentaron cerca de Ibagüe donde estaba la hacienda familiar.

    Si bien Mutis comenzó dirigiendo en la radio un programa dedicado a la literatura y como locutor de noticias, se involucra en las letras, escribiendo poesía, influenciado por Pablo Neruda, Octavio Paz, Saint-John Perse y Walt Whitman. Reconoce como un inspirador de su estilo de poesía a Antonio Machado, en “esa mezcla de lucidez maravillosa, de transparencia prodigiosa del idioma, de eficacia y precisión”.

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    Colabora con los suplementos literarios de El Espectador y La Razón. La Compañía Colombiana de Seguros le brindó la oportunidad de su primera responsabilidad periodística al designarlo en 1946 como jefe de redacción de Vida, su revista institucional. Publicó allí, sus primeros escritos que consistieron en retratos literarios de Joseph Conrad, Alexander Pushkin, Antoine de Saint-Exupéry, entre otros. Además hizo conocer su primer poema, “La creciente”. Su primer libro de poemas es de 1947, “La Balanza”, en colaboración con Carlos Patino. Pero su particular legado a la literatura hispanoamericana fue la saga de Maqroll el Gaviero.

    En 1956 había debido irse de Colombia a México por un problema con la empresa donde trabajaba, lo que le implicó estar detenido en la cárcel de Lecumberri por un año y medio. Ese tiempo le fue fecundo, porque como dijo “Sin Lecumberri no hubiera escrito mis siete novelas (…) en la cárcel lo que sucede es verdad absoluta. Pierdes todos tus privilegios, nada te sirve para nada salvo la situación desnuda y brutal del encierro y eso es muy sano”.

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    El Palacio de Lecumberri fue una penitenciaría en el centro de la ciudad de México entre 1900 y 1976. Hoy funciona allí el Archivo General de la Nación. Por sus celdas pasaron además de Mutis, el escritor de la Generación Beat William Burroughs, Ramón Mercader, el asesino de Trotsky, el revolucionario Pancho Villa, el pintor David Alfaro Siqueiros y los estudiantes de la Universidad Nacional Autónoma de México y del Instituto Politécnico Nacional, integrantes del movimiento estudiantil de 1968, que fueron torturados y asesinados.

    En ese ámbito Mutis pergeñó a Maqroll, inspirado en los relatos de Julio Verne, Joseph Conrad y Emilio Salgari y lo llevó a navegar entre los trópicos, alternar los puertos del Mediterráneo, los del Mar del Norte y los Océanos Atlántico y Pacífico para perderse en un errar permanente. En la revista Mito, en 1959, al publicarse como separata el libro “Reseña de los hospitales de ultramar”, Mutis hace visible a Maqroll.

    En el deambular de su personaje también Mutis recorre sus memorias, desafía las costumbres y con un sentido poético lo hace transitar un derrotero que semeja sus propias inquietudes. Lo presenta con trazos que va delineando paulatinamente y con fuertes dosis de escepticismo y desencanto derrocha reflexiones y recuerdos. No escapa a meditar sobre los amargos frutos de la existencia. Hunde su mirada en las ideas y el desarrollo de la intelectualidad. Y también el miedo a la muerte como límite a todo. Como ha dicho Juan Gelman “hay que leer a Mutis porque su literatura es muy refrescante, Maqroll el Gaviero es alguien que sí te hace navegar interiormente”.

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    Mutis fue un gran amigo de Gabriel García Márquez, de forma tal que cuándo éste recibió el Premio Nobel de Literatura en 1982, fue uno de sus invitados especiales para acompañarlo en la ceremonia de premiación en Estocolmo.

    Mutis tuvo un reconocimiento expreso con una repercusión significativa y numerosos premios, a partir de la publicación de su novela “La nieve del almirante” en 1986, con su personaje Maqroll, que sería el primer volumen de la serie Empresas y tribulaciones de Maqroll el Gaviero, al que le siguieron otros seis títulos con ese personaje con el que se identifica.

    Ya en 1983 había recibido el Premio Nacional de Poesía en Colombia. En 1989 por esa novela recibió en Francia el Premio Médicis a la mejor novela traducida al francés. El gobierno francés le otorgó la Orden de las Artes y las Letras en el grado de caballero. En 1997 se le concedió el Premio Cavour en Italia y el Principe de Asturias en España. Y en 2001, recibió el Premio Cervantes.

    Dos de sus historias llegaron al cine. Sergio Cabrera, prestigioso director colombiano, realizó en 1996 con un guion firmado por él y los argentinos Jorge y Ana Goldenberg, “Ilona llega con la lluvia” con el personaje de Maqroll interpretado por Humberto Dorado y en 1986, “La mansión de Araucaima”, dirigido por Carlos Mayolo.

    La obra de Mutis nos acerca al paraíso perdido que se busca, muchas veces, infructuosamente, con la desmesura de una poesía que, incluso en la prosa, se torna infinita como lo es el horizonte en el mar que tanto lo inspira oteado desde el atalaya del navío y lo invita a reflexionar sobre el sentido de la vida.

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    • Gustavo Labriola
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