Acerca del padre (e hijos)
El vínculo que produce la paternidad con sus hijos e hijas es de elevada trascendencia, similar a la maternidad, cuyos efectos emocionales se inscriben y persisten en generaciones siguientes.
Aunque no se tenga de los bisabuelos registros afectivos recordables o conscientes, sus huellas nos llegan por transferencia a través de ese hilo invisible que atravesó a abuelos y padres, puente genético y emotivo final con la que la obra se concreta.
Las vivencias infantiles en relación a los padres, por cierto quedan más claramente registrada en la memoria afectiva. Es que el padre en función de ley introduce, no sólo el ordenamiento psíquico en su entramado más complejo e inconsciente, sino que también
aloja las pautas de comportamientos y modalidades afectivas así como hábitos y costumbres, que en general acompañarán por el resto de la vida.
Tutores-guías que comprenden y ayudan en tiempos de cercanías diarias, las que transitan junto a las inevitables distancias o ausencias que la vida laboral impone.
Con afectividad sentida y expresada o bien distante, para todo hijo, hija su presencia contiene y les brinda seguridad y confianza.
Los recuerdos más gratos y profundos se asocian a éstas manifestaciones e intercambios, donde su mirada, caricia o simples sonrisas, son capaces de producir efectos imborrables.
De igual manera algunos rezongos o ánimo con gestos adustos, se guardan en rincones donde moran los olvidos.
Los padres cercanos a la vida de sus hijos, con diálogos frecuentes y ocupados de sus motivaciones e intereses, se inscriben de manera cálida y retornan a él afectos que se expresan con simpleza afectiva y una persistencia inacabable.
Por supuesto que existen vínculos difíciles, a veces conflictivos con sus hijos. Aun así, en ellos reverdece a diario la esperanza de un padre amistoso y muy diferente a éste que se presenta hosco y distante.
En esta infinita variedad de ligadura entre padres e hijos, es en los años altos del oficio paterno, donde los hijos equilibran los abrazos recibidos con los faltantes. La continencia y la presencia con las ausencias. Como si la vejez ofreciera una tregua a los errores, permite que nazcan sonrisas que invitan a perdonarlos.
Es allí, antes del final que algunos abrazos se entrecruzan mutuamente sinceros y la paz faltante por largo tiempo, al fin se instala y se posa en cada uno para que la cercana ultima despedida se lleve la promesa de no perder tanto inútil tiempo en alguna próxima vida, si esta existe.
Los hijos que agradecidos despiden afectuosamente a sus padres o quienes al fin desalojaron los enojos, gracias a elaborados procesos y aceptación, a pesar de los desencantos vividos, guardarán por siempre esta versión amorosa y profunda que dejó el largo sincero y apretado ultimo abrazo.