16 de junio de 1955: Otra versión
POR DARIO H. GARAYALDE
La mayoría de la gente, especialmente los muy jóvenes o no tan jóvenes, creen o suponen que este movimiento militar, irrumpe en la tranquila vida nacional como un huracán de fuego sembrando muerte sin ningún motivo aparente. Permítaseme entonces, ya que fui contemporáneo de los sucesos, qué de mi versión de los mismos.
El fallido movimiento militar del 28 de septiembre de 1951 encabezado por el general Benjamín Menéndez, acrecentó el sistema opresivo instalado por el gobierno y que solo valoraba la sumisión y la obsecuencia, no solo por parte de los funcionarios del gobierno, sino también de los empleados públicos como jamás se había visto antes.
El gobierno había tomado disposiciones para estrechar aún más el cerco sobre la oposición. Se dieron directivas para suspender todo crédito bancario a quien no fuera ostensiblemente su partidario. Debían se exonerados o declarados cesantes todos los funcionarios, empleados y obreros que no estuviesen afiliados al partido oficial. El distintivo peronista en la solapa era credencial de ciudadano de la "nueva Argentina".
Con respecto a las Fuerzas Armadas, además de las medidas del Consejo Supremo de las FFAA y los Tribunales Especiales, el presidente presionaba durante sus frecuentes reuniones con los ministros militares, a fin de que se tomasen medidas tendientes a asegurar el total "adoctrinamiento" de las mismas. Durante una de aquellas reuniones, cada uno de los ministros dio al presidente, las seguridades de que su institución después de aplicados los procedimientos de los Tribunales Especiales, había quedado depurada de elementos desafectos al gobierno. Cuando llegó el turno de informar sobre la Marina, el ministro de Marina Contralmirante Aníbal Olivieri dijo al presidente –"Señor, el 98% de los oficiales de Marina no es peronista. Por mi parte considero que no debo intentar hacerlos peronistas. Solo exigiré que sean prescindentes de toda política" – el presidente replicó
"Señor ministro. Yo no quiero que sean peronistas, solo pretendo que se dediquen exclusivamente a sus funciones" −
El pensamiento del ministro de marina Aníbal Olivieri era, con respecto al presidente, que su conciencia le dirá si se equivocó con él o con quienes quemaron la Bandera Nacional, incluyendo en cambio, el 18 de octubre como "San Perón". Quienes crearon la UES, desquiciaron la Justicia y la enseñanza, amordazaron las libertades de prensa y de palabra, los que hicieron ostentación de la impudicia de sus robos y de su degradación moral
Sin embargo, a pesar de lo dicho por el presidente, el Plan de Adoctrinamiento fue preparado por un organismo del Estado y las directivas impartidas por el Ministerio de Defensa Nacional y siguieron adelante sin modificación
El ministro de Defensa, hasta el 16 de junio de 1955 había ordenado la difusión del conocimiento de la "doctrina nacional", que por supuesto, no era sino el conocimiento de la "doctrina peronista".
En su defecto, la Marina ordenó la difusión a los cadetes de la Constitución Nacional como elemento de Instrucción Cívica.
La Marina de Guerra nunca ordenó ni permitió que en obra alguna de la Marina se colocara la leyenda "Perón Cumple". Tampoco permitió que se colocara un cuadro del presidente en ninguna repartición naval. Cuando el Ministro del Interior interrogó al ministro del arma, este le respondió "La Marina de Guerra tiene una férrea unión, que es lo que se le exige a los Jefes, Oficiales y tropa. No vamos a introducir ningún elemento que sea causa de divisiones y de alteración de la disciplina dentro del arma" El Ministro a regañadientes aceptó el criterio de la fuerza naval.
Sin embargo, Perón comenzó a tomar conciencia cuando los ministros militares se trasladaron a Mendoza en 1953, a la celebración de la Batalla de Maipú. Era reunión permitió a los mandos militares tratar confidencialmente la situación nacional que era preocupante. Allí en la estación de ferrocarril se enteraron por el gobernador Evans, de la renuncia del Secretario Privado del presidente, Juan Duarte, que había seguido a la separación de su cuñado Osvaldo Bertolini en las funciones que desempeñaba en la Presidencia de la Nación. Así mismo se enteraron de la renuncia del Ministro de Trabajo y Previsión José María Freire. Era grave la situación al prescindir el presidente de dos colaboradores unánimemente desacreditados ante la opinión pública por su inconducta administrativa. El general León Justo Bengoa había sido designado juez para investigar el caso Duarte. Esta designación ponía en riesgo a todos quienes estuvieron vinculados a las maniobras de Duarte. Pocas horas después se comprobó este aserto. El general Bengoa había hecho veloz y profundo avance y sus conclusiones hacían peligrar la estabilidad del gobierno. Por eso fue retirado de sus funciones de investigador y se tendió un manto de silencio.
Pero, poco tiempo después, Perón citó a los jefes militares para comunicarles el suicidio de su cuñado, Juan Duarte. El presidente tuvo palabras elogiosas para su ex Secretario Privado por su bondad y honradez. Acababa de expresar, con fingida credulidad, la pobreza y austeridad del muerto, y a los ministros militares les constaba que el propio Presidente había visitado la estancia que aquel había adquirido en Monte, como testimonio de su cuantiosa y mal habida fortuna. Advertida su intención de abandonar el país, es posible que se lo hayan impedido. Los ministros militares tuvieron varias reuniones en el Ministerio de Ejército y de Defensa Nacional, cambiando ideas sobre el procedimiento para abordar al presidente, a fin de señalarle la impostergable necesidad de eliminar a gran parte de sus colaboradores. El Ministro de Ejército, general Lucero consideraba que el momento no era oportuno por la tensión reinante.
Un día del mes de octubre de 1954 tuvo lugar un hecho que fue el comienzo de un largo e insensato proceso sin precedentes en la vida nacional y que costaría caro al Presidente Perón. Se citó a una reunión a los ministros militares a la Residencia de Olivos. Gobernadores de provincias y Territorios, secretariado de la CGT, legisladores oficiales y ministro de Relaciones Exteriores. Todo el acto fue un cínico teatro con falsos e inconsistentes cargos contra unos sacerdotes (monseñores Tato y Novoa) a fin de crear entre los presentes, un estado anímico de repudio a la Iglesia Católica y sus ministros.
Así se iniciaba una campaña anti religiosa, que terminaría con el acto salvaje de incendio de los templos de Buenos Aires la noche del 16 de junio de 1955. ¿Y todo por qué?
Por la simple razón de que la Iglesia, así como antes había influido con su acción desde el campo religioso apoyando a quien creyó un digno patriota y sincero católico, ahora se oponía, desde el mismo campo, a que se consumase desde el gobierno un plan de degradación moral. La Iglesia Católica rechazaba y enjuiciaba a quien le había defraudado y hacía apostasía de su fe, ofrecida solemnemente en función de hombre y de gobernante a la Virgen de Luján primero, y luego a la Virgen generala del Ejército Argentino, convirtiendo se, sin convicción solo por despecho en el paladín de la Ley de divorcio.
La campaña contra la Iglesia había saturado el ambiente argentino de odio y de división. Primero se quería terminar con una gran organización espiritual de los siglos, luego acabar con las Fuerzas Armadas, suplantándolas por las milicias obreras; así podía cumplirse el plan de incendiarios y demagogos; ya se vivían días similares a los de la Revolución Española. Los sacerdotes y las monjas habían cambiado sus hábitos por ropa civil para pasar desapercibidos. En infinidad de lugares se hacía acopio de armas. Los hombres se agrupaban en pequeñas organizaciones locales y se tomaban contactos nacionales. Por su parte el gobierno había lanzado, irresponsablemente la Alianza Libertadora Nacionalista a la calle y desde su comando central en la calle Corrientes y San Marín, se repartían armas e instruían jefes de brigadas de choque. A fines de mayo de 1955, ya estaba en la calle el clima de incendio, pillaje y sangre.
La celebración del 1º de Mayo fue dedicada especialmente para injuriar a la Iglesia y escarnecer a los sacerdotes. El presidente pronunció uno de sus más virulentos discursos no dejando de mentar a sus “legiones de incendiarios y colgadores” a los que él, toda vez que estaba iracundo, se refería amagando al Barrio Norte, cuyas casas, decía, haría incendiar con nafta a sus moradores, colgar de los faroles de Buenos Aires.
Allí estaba el Jefe del Estado incitando a parte de su pueblo, a violencias increíbles −Nubes Negras se cernían sobre los cielos de la Patria− mientras tanto arreciaba la escasez. Habíamos tenido, por primera vez, que importar trigo ese año. Las huelgas ferroviarias y su posterior movilización y encarcelamiento de huelguistas habían dejado sus secuelas. Los comentarios de los vejámenes a los presos políticos en los institutos penales por el inefable Director Roberto Pettinato, habían creado un clima insoportable.
Los más altos jefes militares estaban de acuerdo en llevarle un planteo al presidente, para solicitarle que se desprenda de algunos funcionarios de inaceptable conducta.
Sin embargo, los acontecimientos se precipitaron. En la Procesión de Corpus Christi que se celebró el 11 de junio, estuvo presidida por signos evidentes de que ocurrirían hechos graves. El gobierno hacía un tiempo había prohibido toda concentración católica fuera de los templos. Todo transcurrió normalmente, pero al día siguiente 12 de junio, se hablaba en las noticias que había habido disturbios frente al Congreso y la quema de una Bandera Nacional por grupos católicos. Se sabría después que la quemaron funcionarios del Ministerio del Interior. El jefe de guardia en el Comando de Operaciones Navales, capitán de fragata Rivolta, informa que frente a la Catedral estaban produciéndose disturbios y que un grupo numeroso amenazaba incendiarla. Desde el Comando se le ordenó que hiciese alistar a la Escuela de Mecánica y diese parte al Comando de Operaciones Navales, recordando que en la Catedral se encuentran los restos del General San Martín.
La situación era insostenible para todos. Ese estado de cosas no podía seguir.
Algunos oficiales de la Marina de Guerra y de la Fuerza Aérea decidieron tomar una drástica acción, que hoy, vista retrospectivamente, la vemos como una solución espantosa, pero es también difícil entender los momentos que se vivían y lo que a unos puede parecerles una atrocidad, digo que es también difícil retrotraernos a esos terribles días. El movimiento contó con mucha ayuda civil, concentrada en el Automóvil Club, en la Recova y algunos francotiradores desde el Banco Hipotecario.
No sé si la solución era matar al presidente, supongo que no, pero de todos modos este estaba desde temprano avisado del ataque aéreo y refugiado en los sótanos del Ministerio de Defensa. Desde allí convocaron a la CGT a “defender” al presidente.
Cuando estos llegaron, el ataque había cesado y la Plaza de Mayo se llenó de manifestantes “defensores”. Así fue que cuando la segunda ola de ataques se produjeron 303 víctimas, que, si no hubieran sido convocadas, no habrían ocurrido.
¿Pero quién puede saberlo? La historia es como es y nadie puede cambiarlo
El jefe de la revuelta, el vicealmirante Benjamín Gargiulo se suicidó de un disparo, en su despacho en el Ministerio de Marina. Los contraalmirantes Aníbal Olivieri y Samuel Toranzo Calderón fueron detenidos y sometidos a juicio.