Escribir supone, generalmente, un ejercicio individual y solitario. Algunos autores dicen que se escribe para dar rienda a tormentos internos, angustias profundas, interpelaciones agudas que abruman y condicionan los sentidos. Pero también, para ser leído.
Sin embargo, hay algunos casos, Kafka sin ir más lejos, que no procuran la consideración de lectores. Y, tal vez pudiendo, no publican. César Mermet fue uno de esos escritores que, voluntariamente en vida, no publicaron.
Nació en 1923 en Malabrigo, al Noreste de Santa Fe, un pueblo fundado en 1889 por la compañía que construía el ferrocarril Belgrano. En esa población se habían asentado colonos de Italia, Austria y Suiza. El ferrocarril estuvo muy presente en su vida, dado que su padre era ingeniero ferroviario. Pasó parte de su infancia en algunas ciudades del litoral y algunos años de su juventud vivió en Paraná, donde se sabe, escribió sus primeros poemas, para radicarse temporariamente en Mendoza y finalmente en Buenos Aires y dedicarse a la publicidad, la radio y la televisión.
Mermet escribía pero no publicaba. Decía su amigo Della Paolera, quien luego de su muerte terminó publicando una antología de poemas de Mermet, que prefería escribir a publicar, corregía y revisaba sus textos, los reescribía y los volvía a corregir, obteniendo nuevas versiones sin dejar de lado las anteriores, lo que lo condenaba a la desmesura.
En el recorrido por varias latitudes, Mermet fue adoptando lugares, frutas y personas para identificar una poesía que es a la vez rural y urbana; terrenal y etérea; primaria y sagaz; actual y homérica. Usaba imágenes para describir la esencia de los objetos. Adjetivaba notablemente. Honraba lo sensorial y la consistencia de las cosas en una materialidad que no escamoteaba elevarlas a la importancia que tenían intrínsecamente para el poeta. Es como internarse en la materia, ser parte de ella o ella ser parte del hombre. En ese sentido era animista. Veía de las cosas, su alma. Buscaba en ellas, la emoción que le provoca.
En su poema �SNarrador fugaz, pájaro negro⬝, habla del agua del río (que bien puede ser el Paraná): �SEl agua huye del cuerpo que la surca,/se abre en canal melódico, concede/caricia al nadador, de cuerpo entero,/ y en armónico olvido, repentina/cierra su huella en tersa, virgen luz,/cancela el suceder, concéntrico temblor disipa,/expulsa la memoria del intruso, cicatriza/impasible y celeste,/en plácida, verde, dulce calma,/otra vez víspera entera y ya por fin sin nadie.⬝. O cuando habla de la sandía: �SLa hoja de acero sangra un transparente rojo pálido/y con pureza, decisión y designio y equidad,/corta el cerrado universo en dos mitades./ Es el verano,/el verano se hace visible,/en el póstumo instante del sol la sandía se revela, abierta/en dos, cargadas barcas de delicia liviana.⬝ Y �SLa sandía es sencillez,/sortilegio sencillo y natural/para vivir de una manera espaciosa y serena y confiada,/para hombres que fueron suficientemente niños y arcaicos,/como para gozarla.⬝ En �SMuchacha en el primer ómnibus⬝, tiene una mirada tierna �SSerás. No eres/Apenas si sucedes./Crisálida de tiempo tenue,/la voluntad te sueña como un absorto velo,/una altura te cae desde los hombros/y te silencia.⬝ En �SManeras de ausencia⬝, expresa un amor profundo e intenso, una mirada psicológica, un verdadero ensayo: �SDe lo que me faltas crezco,/tu falta me alarga hasta mañana,/del aire de tu ausencia respiro,/del tiempo que me faltas/rejuvenezco,/del hambre tranquila de tenerte/me alimento,/tu no estar me acompaña/en la noche y el día/como el anillo de largos años/cuyo extravío ciñe el dedo/de desnudez y desconcierto.⬝
Mermet reconoció verse influenciado por Shakespeare, por los versos de Góngora, Quevedo, Lope, Miguel Hernández, Pablo Neruda, Jorge Guillén, el ensayista objetivista francés Francis Ponge, Dylan Thomas, Rilke y las novelas de Proust o Alejo Carpentier. Se preocupaba por la perfección. De allí su obsesión por la reescritura. Eso hizo que al momento de su muerte, en 1978, cuando su viuda le entregó a su amigo Félix della Paolera, por decisión póstuma de Mermet, sus originales, hubieran más de 2000 páginas escritas que debían ser analizadas y organizadas.
Della Paolera encaró el rescate de la obra de Mermet junto con Pedro Mairal (el autor de �SUna noche con Sabrina Love⬝ y �SLa uruguaya⬝), con el director de la revista �SHablar de Poesía⬝, Alejandro Crotto, y con Enriqueta Racedo y Marcos de Soldati. Resultado de ese trabajo, se publicó en 2006, una antología de Mermet que contiene algunos de sus poemas más destacados. El libro deja entrever a obra en cierta manera anacrónica pero a la vez profundamente vanguardista⬝. Previamente por la editorial de Rodolfo Alonso, en 1980, se había publicado �SLa lluvia y otros poemas⬝, que contenía el extenso poema �SLa lluvia⬝ por el cual había ganado en 1951 el Primer Premio de Poesía provincial en Mendoza, con un importante suma de dinero que le permitía editar el libro. Opción que desechó.
Mairal afirma que �Sen pocos autores se da tan claro como en Mermet esa frase de Emerson citada por Borges: �SEl hombre es la mitad de sí mismo, la otra mitad es su expresión⬝. Y agrega �Sesa era su apuesta: dejar todo su ser en su obra, omitirse de su vida, faltar⬝, �SOptó por ser su obra leída, por ser su palabra⬝. Su obra es una cosmovisión, una experiencia interior, estética y trascendente. Y una preocupación por el tiempo. Lo que le hace decir en una carta a della Paolera �SNo vivimos o no deberíamos vivir, o no es nuestro destino vivir en el tiempo. Sino en un filo de navaja, en un borde, en un cruce, en una intersección del tiempo y la eternidad.⬝ O tener una transcendencia basada en ese concepto de �Svivir con un pie en la eternidad y otro en el tiempo y su contingencia.⬝
Es Mermet un autor de una profundidad poco común, de una poesía inteligente, comprometida, que exige relecturas y despojado dejarse invadir para poder disfrutar sus textos precisos, elaborados, axiomáticos, bellos.
Borges que conoció a Mermet, dijo que éste �Sprefería soñar, escribir y corregir eternos borradores. He conversado algunas veces con él; no me dijo que era poeta. Sé que era un curioso lector; su memoria estaba poblada de versos. Quizá pensara que publicar es resignarse a un texto definitivo. No diré que fue un gran poeta porque, en este caso, el epíteto disminuye al sustantivo. Diré algo más, diré que fue plenamente un poeta⬝.