Como era una embarcación pequeña, difícilmente figure en los registros y además, no tenía escrito ningún nombre ni matrícula
Es posible que aún esté allí, pero el agua termina por imponerse y la madera se deshace, más aun considerando que está en una zona de aguas turbulentas y de correntada impetuosa y han pasados muchos años. Aunque, cuando al fin pude un día llegar con unos viejos amigos con quienes solía ir a pescar por esos lugares.
El sitio donde a veces asomaba el barco, era entre Puerto Yeruá y Nueva Escocia. Más cerca de Puerto Yeruá.
Con estos amigos habíamos establecido el campamento en la desembocadura del arroyo Yeruá, que era un lindo sitio para acampar.
Tal vez la zona donde he encontrado mayor cantidad de patíes y bagres moncholos de hasta un kilo y medio estos últimos. En el interior del arroyo, he sacado tarariras de buen tamaño con cucharita voladora.
Estas excursiones de pesca las hacia con mis amigos y también mecánicos, más la compañía de un vecino de enfrente, un hombre viejo y muy conocedor de la naturaleza, todos los yuyos y también sus propiedades medicinales. Era un gusto escuchar sus historias de su vida de cazador, ya que en su juventud fue su medio de vida, vendiendo cueros y plumas. Sabía armar todo tipo de trampas con un pedazo de alambre y los elementos que le proveía el monte.
En ese tiempo supe tener una lancha con un motor de 60 HP con el que nos desplazábamos. A veces la llevaba con la camioneta o a veces lo hacíamos por el río, con ella en marcha desde Concordia.
En una de esas veces, en la que el río estaba bajo, pues el barco hundido emergía en su casi totalidad.
Quedamos de acuerdo en que, del campamento, volveríamos para ver si podíamos subir a verlo por dentro. Así fue que, al día siguiente, como era mucha la curiosidad, amarramos la lancha junto a él
Estaba muy deteriorado de tantos años sumergido. De sus antiguas instalaciones se conservaba la cabina, y un bañito con su inodoro desfondado. La cubierta estaba llena de ramas que fue depositando la corriente, cuando estaba sumergido. Como había muchas ramas secas, empezamos a juntar para hacer fuego en el campamento. Pero apareció una víbora, y yarará para más dato como de un metro y medio y Germán, que así se llamaba el vecino, le pegó un garrotazo con lo que estábamos juntando, y la mató. Pero sin embargo nos advirtió:
─ Miren que estas siempre andan de a dos─ pero a pesar de que movimos bastante el ramaje, no apareció otra.
Juntamos bastante como para llevar y entonces decidimos seguir la exploración en la bodega, por lo menos uno de los hermanos (el más chico) y yo. Los demás quedaron pescando desde el barco. Aunque la impresión por la yarará quedó pendiente sobre todos nosotros, y por más que nadie lo mencionaba, era una imagen preocupante y presente
La bodega, o más bien sentina porque ya no había división, que fue adonde nos dirigimos a mirar. En realidad, estaba lleno de arena que seguramente fue acumulándose cuando estaba sumergido. Tanta arena había que, desde el interior de la bodega, se podía tocar el techo.
Eso sucedía cuando advertimos que alguien estaba haciendo uso del bañito sentado en el pequeño inodoro, que como dije antes, estaba agujereado y desde abajo se veía. ─Mirá, el viejo está en el inodoro─ me susurra.
Y sin dudarlo un segundo, lo pinchó a través del agujero con una caña.
El pobre creyó que lo había picado la otra víbora y comenzó a gritar. Como yo era el que tenía menos confianza con el hombre, tuve que ir a calmarlo y decirle que fue solo una broma de mal gusto de este pillo.
Nunca me gustó hacer bromas por la sencilla razón de que no me gusta que me las hagan a mí. Lo cual no quiere decir que no sepa reírme cuando veo cosas como esa.
Con estos amigos mucho no pescábamos, pero lo pasábamos divertidos, eso sí. Eran los compañeros ideales, si el objeto era solo pasarla bien en el campamento y comer unos buenos asados.
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