Federico Fellini, que al decir del crítico Manuel Villegas López, no era” un intelectual, ni un formalista, sino un hombre que vive y cuenta”. Había concretado una de las mayores pinturas de la sociedad italiana de fines del ´50 con “La dolce vita”(1960), un “film enorme, monstruoso y magnífico, que es la explosión final del gran fuego de artificio fellinesco” y luego había concretado La tentación del Dr. Antonio”, un episodio de Bocaccio´70 (1962).
Fellini, habitualmente, comenzaba a hilvanar sus historias a partir de un detalle, o un recuerdo. Dirigió hasta ese momento siete films y medio (por lo del episodio del último film).
Recordó algún momento de situación conflictiva (que según declaraciones del propio Fellini, habría sido seis años antes), y comenzó a redactar un guion que tenía mucho de impronta personal y aguda observación.
El guion trata sobre un famoso director y guionista que se encuentra sumergido en una severa crisis creativa y procura conseguir el espacio interior y las musas necesarias para encarar su nueva realización.
Todo el entorno se conjuga para incrementar su ansiedad.
Sus recuerdos oníricos lo atormentan.
El tenor de las relaciones con las mujeres de su vida no hace más que evitar encontrar la paz necesaria.
En las escenas con las mujeres también se juega mucho de la fantasía del autor, independientemente de la visión misógina y machista que anida en la sociedad contemporánea al film. No falta la madre, la esposa, la amante, la prostituta, aquella mujer que lo inició en el sexo, figuras insignes en la filmografía de Fellini y que refuerzan ese hilo conductor, ese vínculo, ese cordón umbilical que siempre tuvo con la Mujer.
Fellini al concretar la película filma desde la visión del protagonista, Marcello Mastroianni (su alter ego), y consigue una fantástica creación, “en pleno delirio introspectivo, vitalista, ideológico” (sigue diciendo Villegas López) que alterna realidad con la imaginación del propio personaje.
La historia se va generando, simuladamente, en forma caótica. El director en la película parece desconcertado, confundido y abrumado. Es un gran proceso de creación.
Hay una sucesión de capas superpuestas y la manifestación de la interrelación entre imágenes reales, recordadas o imaginadas, El prestigioso crítico Roger Ebert ha afirmado: “8 y ½ no es una película de un director sin ideas, es una película llena de una inspiración desbordante”. Es una de las mejores películas sobre como dirigir películas.
Como era habitual en Fellini, el guion fue redactado con la colaboración de otros escritores, y en particular uno de ellos, Tullio Pinelli había sugerido el nombre de “La grande confuzione” para este film.
Por otra parte, Marcello Mastroianni, si bien fue el gran artífice de “La dolce vita”, no había sido la primera opción considerada por Fellini para el personaje principal.
Tuvo conversaciones con Laurence Olivier y hasta pensó en Charles Chaplin, pero finalmente se convenció en recurrir a su amigo que, como el propio Mastroianni en algún momento dijo: “Yo me parecía mucho más a él: soy católico, débil, antihéroe” y termino siendo Guido Anselmi, actor protagónico del film.
En las declaraciones, a menudo antojadizas, que algunos críticos o intelectuales derivan de las películas, se interpreta por el creador lo que él ha intentado realizar.
En este caso, en una respuesta irreverente y ocurrente Fellini en un libro de reportajes “Yo, Fellini” con Costanzo Costantini, contradice a gran autor Alberto Moravia.
Le pregunta Costantini: “Según Alberto Moravia (..) leíste (el Ulises) y meditaste mucho sobre él y Guido Anselmi, el protagonista de la película se parecería a Leopoldo Bloom (el personaje principal del Ulises de Joyce). A lo que responde Fellini: Lamento tener que desilusionar a Moravia, pero no leí el Ulises”.
Nadie mejor que el propio autor para definir su creación.
En ese mismo libro, Fellini presenta una síntesis magnífica de su película: “Es la historia de un hombre que tiende a agotarlo todo, a congelar la vida.
La historia de un hombre atado, enredado, aprisionado, que intenta salir de una especie de estancamiento, que se esfuerza por comprender, pero que al final se da cuenta que no tiene nada que comprender, que tiene más la necesidad de aceptar la vida tal como es y de abandonarse en vez de problematizarla.(…) Una película debe ser como la vida: debe contener imprevistos, acontecimientos inesperados, errores.” No deja de ser en cierto punto, una película con dosis de desencanto. Generado fundamentalmente por el galimatías emocional y la falta de claridad creativa que tiene el personaje. Sin que se pierda de vista el concepto principal de Fellini, 8 y 1/2 es como la vida.
El rodaje, como todos los de Fellini, fue caótico, desmesurado, una conjunción de circo, exceso y genialidades.
El director utilizó largos planos. Usó los espacios de manera tal que parecen ser maleables a sus intenciones. Hay escenas grandilocuentes, hay desplazamientos de cámaras que impactan.
Juegos escénicos constantes. Un trabajado cuidado estético. Una fotografía ajustada en adecuada mirada en blanco y negro y la música, la siempre eficaz e inseparable del genio de Fellini, la de Nino Rota es incidente en el film y siempre recordable.
La película fue reconocida por críticos y premiada tanto en el Festival de Moscú como por el Óscar de la Academia a la mejor película extranjera. Fue aclamada en el Festival de Cannes cuando se presentó fuera de concurso. Se ha convertido en un testimonio, un ícono de mediados del siglo XX.
Es una de las más imaginativas construcciones en las que se reflexiona sobre el acto creativo. Fellini se interna en los mecanismos del arte y en los meandros de la introspección personal. Juega en una frontera difusa y ambivalente entre la realidad y el sueño, incorporando humor.
El director adopta la personalidad del protagonista para plantearse las incógnitas de las relaciones con el mundo, con los recuerdos, con las personas que tuvieron vinculación con él. No elude el temor por el paso del tiempo, por envejecer y perder la prestancia de la juventud.
Semeja la apertura de un resquicio en la persona de Guido Anselmi, que nos muestra la realidad que es, la angustia que nos atormenta a nosotros mismos.
Numerosos artistas han reconocido la influencia de 8 y1/2. Entre ellos, Woody Allen y su “Recuerdos” (1980), y Bob Fosse en esa genial introspección, recuerdos y diálogos con la muerte, “All that Jazz” (1979). Por otra parte, “Nine” fue un musical de Broadway, basado en el argumento de la película.
Los autores fueron Mario Fratti y Arthur Kopit, y la música de Mauri Yeston. Esta comedia musical fue estrenada en 1982, contó con la interpretación de Raúl Julia, tuvo otra versión en 2003 con Antonio Banderas, y también se representó en Argentina.
En 2009 Rob Marshall lo llevó al cine, con la interpretación de Daniel Day Lewis, Nicole Kidman, Judi Dench y Sofía Loren.
Es tal la intrínseca relación que procuró demostrar Fellini con “8 y ½” que el título completo es “Fellini 8 y ½”. Fue estrenada el 13 de febrero de 1963 en Roma y según Scorsese “8 y ½ “es la expresión más pura de amor por el cine que conozco”.
Y al decir de Villegas López, “el neorrealismo poético de Fellini (¡genial definición!) acaba por dominar lo estrictamente real, objetivo y visible para hacer deslumbrante eclosión, que marca otros rumbos, sin renegar de sus orígenes”.
El amor por el cine, hace que Federico Fellini afirme: “Filmar es mi modo de vivir: cuando no filmo, preparo una película”.
Y los sesenta años pasados desde el estreno de “8 y1/2” no han hecho más que acrecentar el valor de este film como una de las obras más bellas, recordadas y admiradas del cine.
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