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Opinión Nota vista 830 veces - 13 de Enero de 2023



Entre Páginas y Pantallas - Por Gustavo Labriola

Osvaldo Soriano. Un esperanzado pesimista en búsqueda de la felicidad

La prosa diáfana y elocuente de las novelas y los cuentos de Osvaldo Soriano le permitieron ser un escritor popular y vender un número infrecuente de ejemplares. Eran años cuando todavía era posible que un autor sea leído y seguido por lectores y, en su caso, muchos de ellos se convirtieran en fanáticos. Llegó a vender más de un millón de ejemplares de sus libros y a suscribir contratos por 500.000 dólares.

Osvaldo Soriano, que en este año se hubiera convertido en un octogenario, nació en Mar del Plata pero por, trabajos de su padre, fue un trashumante.

Eso le permitió conocer muchos pueblos del interior profundo y adoptar para sus escritos, la idiosincrasia, el color local y las rutinas de la vida provinciana.

Soriano nunca fue ajeno al compromiso. Desde siempre marcó su posición frente a la vida, la sociedad y la política que le valió desde el exilio hasta el enfrentamiento enconado con otros escritores.

La incursión en el periodismo desde muy joven le sumó a su natural capacidad receptiva la dinámica de una actividad que está en constante efervescencia y le permitió un lenguaje llano, reconocible y asequible, tanto en sus textos literarios como en sus escritos periodísticos.

Había comenzado su labor como periodista en el diario El Eco de Tandil, luego pasó por Primera Plana, la revista El Porteño y La Opinión, medios en los cuales compartió redacción con insignes plumas argentinas y extranjeras, como Tomás Eloy Martínez, Juan Gelman, Ernesto Sábato y Miguel Briante, entre otros, para finalmente ser uno de los fundadores de Página 12.

Soriano mantenía en sus novelas y cuentos un estilo personal. Suscribía tramas elaboradas, utilizando un tono que aparentaba liviandad más era una estrategia estilística que intentaba y finalmente conseguía empatía con el lector.

Sus diálogos eran perfectamente reconocibles con la vida cotidiana. Tenían una afinidad con el lenguaje cinematográfico, lo que le valió que varias de sus obras se convirtieran en películas.

En toda esa elaboración había mucho de intuición que Soriano usaba con fruición y la convicción de saber absorber el humor social y la vida cotidiana. Para eso le ayudó mucho el fútbol, que amaba, practicándolo amateurmente y disfrutándolo en su equipo preferido, San Lorenzo de Almagro.

Respondiendo a las críticas, dijo en algún reportaje, “No soy el primero que vienen de otro lugar. Fue Camus el tipo que dijo que en la cancha de fútbol se juegan todos los dramas humanos. El que no entienda eso, no entenderá nada de literatura”.

Algunas de sus historias trascurren en el ficcional pueblo de Colonia Vela, en la cual ubica “No habrá más penas ni olvido”, título que, además de tener una clara connotación tanguera, alude con singular precisión el descarnado y doloroso enfrentamiento entre peronistas que se dio en los años setenta.

Un libro publicado casi en simultáneo con los hechos, 1974, que con tono de grotesco y tragicomedia recrea esa feroz disputa, una manifiesta metáfora de la realidad argentina.

Se conoció primero en Italia, y recién años después, en nuestro país. Casi en simultáneo con la recuperación de la democracia (se estrenó el 22 de septiembre de 1983), Héctor Olivera con guion que firmó conjuntamente con Roberto Cossa, realizó la película homónima con la actuación de un elenco de grandes actores como Federico Luppi, Miguel Angel Solá, Ulises Dumont, Victor Laplace, Héctor Bidonde, Arturo Maly.

A propósito, Soriano declaraba: “Yo estaba muy sensibilizado por ese disparate que ocurría en el país y que nos desbordaba en todos los aspectos: ¿Qué era eso de que Perón bautizara como peronistas a quienes no lo eran y echara peronistas que sí lo eran? Todo esto, que tiene explicaciones políticas, a mí me parecía poéticamente siniestro”. La película que obtuvo premios importantes en el Festival de Berlín provocó, como se entiende, lógicas repercusiones encontradas al momento de su estreno.

En la edición argentina del libro, el escritor italiano Italo Calvino aludía y valoraba el humor negro, sarcástico y mordaz, que Osvaldo Soriano había desplegado en su novela. Apreciaba la acción vertiginosa que tenía la narración, sus diálogos y el estilo rápido y seco.

Al año siguiente, Lautaro Murúa dirigía “Cuarteles de invierno” sobre una novela de Soriano. Transcurría también en Colonia Vela y era la amistad entre un cantor de tango y un boxeador en el marco de la opresión en años de la dictadura militar. Actuaban Oscar Ferrigno, Eduardo Pavlovsky. Ulises Dumont y Arturo Maly, un actor que era muy requerido en esos años en papeles de reparto. La música era de Astor Piazzolla.

“Una sombra ya pronto serás”, título también con evocación tanguera fue en 1994, una película de Héctor Olivera basada en la novela de Soriano y contó con la actuación de Miguel Ángel Sola, Pepe Soriano, Alicia Bruzzo y Luis Brandoni. El protagonista, un ingeniero informático que, retornado al país, deambula por las rutas argentinas, encontrándose con seres marginales y exóticos como el ex dueño de un circo que está huyendo a Bolivia y un norteamericano rico abatido por una desilusión amorosa.

Posteriormente, publicó “A sus plantas rendido un león”. Un grupo de amigos exiliados en Paris interesados en pergeñar una valiente acción revolucionaria en un país imaginario donde el cónsul argentino impulsa invadir la embajada inglesa en el marco de la guerra por las Malvinas.

“El ojo de la patria” es otro ensayo de realismo delirante, como ha denominado a la obra de Soriano, Alberto Laiseca. Julio Carré, nombre con connotaciones de novela policial, es un espía argentino casi abandonado por sus jefes al que le encargan traer el cadáver de un prócer, en una trama infectada de espías y servicios.

“La hora sin sombra” es la búsqueda del padre, metafórica y realmente. Un escritor que recorre el país con el objetivo de redactar la “guía de las pasiones argentinas” debe ir en rescate de su padre que, enfermo y al borde de la muerte, se escapó del hospital donde estaba internado.

Los textos periodísticos de Osvaldo Soriano en Primera Plana, La Opinión y Página 12 fueron compendiados en “Artistas, locos y criminales”, “Rebeldes, soñadores y fugitivos”, “Cuentos de los años felices” “Piratas, fantasmas y dinosaurios”, “Arqueros, ilusionistas y goleadores” y en “Cómicos, tiranos y leyendas”. En todos ellos, dibuja aguafuertes con reminiscencias artlianas y agudas observaciones sociales.

Para conocer más la personalidad y la impronta de Soriano se puede recurrir al libro “Osvaldo Soriano. Los años felices en Cipoletti de Pablo Montanaro que cuenta la infancia y adolescencia de Soriano en Cipoletti, junto a testimonios de quienes lo conocieron en esos años. También se puede recurrir al documental “Soriano” de Eduardo Montes Bradley con declaraciones de personas que se vincularon con el escritor.

Aquellos especialistas y críticos que lo valoraron mientras algunos académicos desdeñaban su prosa por considerarla demasiado “anti-literario”, consideran que su mejor novela fue la primera, “Triste, solitario y final”.

Publicada en 1973, los cincuenta años pasados desde ese momento no han hecho más que solidificar su prestigio.

En ella, Soriano como autor y protagonista esgrime una parodia del cine norteamericano con personajes tomados de la realidad y la ficción. Stan Laurel (el flaco de la serie de películas “El gordo y el flaco”), considera que está en el final de su carrera como cómico. Recurre a Philip Marlowe, el detective privado ideado por Raymond Chandler en entre otras “El sueño eterno”, “Adiós, muñeca”, “El largo adiós”, a efectos que investigue el porqué no es más considerado para las compañías realizadoras.

El escritor Juan Carlos Martini en la contratapa de la primera edición en Argentina, dice respecto a esta novela, “Triste, solitario y final” es una celebración de la literatura y el cine, un libro regocijante y piadoso, lúcido y cruel, que se alza con vuelo propio desde los límites de la ficción: la tumba de Stan Laurel en Forest Lawn y el poético paseo de Raymond Chandler por una playa de Bay City son los sugestivos extremos de una obra cuyas claves describen -y añoran- una armonía ausente”.

Autor admirado por grandes escritores como Julio Cortázar, Arturo Pérez Reverte, Guillermo Saccomano, Soriano ha sido un narrador persuasivo, al decir de Juan Sasturain. Sus personajes son, generalmente, hombres de su generación, perdedores estimables que persiguen sueños y felicidades esquivas; abrumados pero pragmáticos; frustrados pero ilusionados; presos de una realidad contradictoria regida por un azar extravagante.

Fallecido el 29 de enero de 1997, a los 54 años, su ausencia nos priva de un escritor que con sobria inteligencia observaría la realidad compleja y paradójica y nos permitiría ilusionarnos con cada nuevo libro de Soriano encontrar la sagaz e intuitiva mirada de un par, un esperanzado pesimista en búsqueda de la felicidad.


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