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Cultura Nota vista 676 veces - 24 de Diciembre de 2022



Por Sarah Mulligan

La estrella del oriente

Había una vez, hace mucho pero mucho tiempo, un nene que pastoreaba ovejas en la colina de un país tan lejano que no era posible siquiera encontrarlo en los mapas. Desde la cima podía ver las luces del pueblo y a la gente moviéndose de aquí para allá. El cielo estaba plagado de puntitos titilantes y la brisa era sedosa y fresca.

¡Qué noche preciosa!- murmuró.

¿Qué dijiste?- le preguntó una voz dulcísima y firme que venía de todos lados y de ninguna parte.

El pastorcito pegó un salto, asustado, y se escondió tras un arbusto:

¿Quién me habló?

Soy yo. ¡Ey! Acá arriba- El chico miró hacia todos lados.

Aquí, eyyy, ¿no me ves?? Soy la Estrella del Oriente, dijo con orgullo y brilló con tanta fuerza que dejó chiquititas al resto de estrellas. – ¿Podrías repetirme lo que dijiste?

Que… que… que está linda la noche…- balbuceó el nene.

¿Cómo no va a ser hermosa, si hoy se festeja la llegada del amor?

¡Ah! – exclamó, sorprendido el chico y dos lágrimas se asomaron por sus ojos grandes.

¿Qué pasa, chico?

Nada. Es que… mi familia está lejos. Mucha venida del amor, pero no tengo con quien festejar.

¿Cómo que no? ¡Te acompaña la mismísima Estrella del Oriente!- rio la estrella. Y, como bien se sabe, cuando las estrellas se ríen hacen un desbarajuste de luces en el cielo. El nene quedó maravillado con las piruetas que hizo su nueva amiga y también se rio.

¡Ven conmigo!- lo entusiasmó la Estrella.

¿Adónde?

¡Si no vienes no te enteras!

Como no tenía mejor cosa que hacer aquella noche, decidió seguir a su enigmática amiga. Hizo un sonido con el cuerno y sus ovejas los siguieron por la ladera de la colina.

De pronto vieron a un leñador que cargaba una inmensa bolsa sobre la espalda y se apoyaba sobre el hacha como si hubiese sido un bastón.

Eyyy, leñador… ¿qué haces trabajando? ¿Sabes que hoy es día de fiesta?- Le preguntó la estrella.

Ah, sí- dijo el leñador, ensimismado, sin mirar de dónde venía aquella voz y sin percatarse del niño.

¡Eyyyy! – gritó más fuerte la Estrella del Oriente. -¿Acaso no te alegra?-

Me da lo mismo. Perdí a toda mi familia. ¿Qué me importa?

Pues aquí hay una. Te presento al... ¡Pastorcito de los brillantes cabellos del color de las castañas y –señalándose a sí misma con un haz de luz- a la mismísima Estrella del Oriente! ¿Qué tal?

Sí. Je. ¡Vaya Familia!

¡Ven! ¡Sígueme!

¿Adónde?- dijo el leñador, intrigado ante tanto alborozo.

¡Si no vienes no te enteras!- El hombre dudó un instante. Miró el pueblo animado y ruidoso y supo que ahí se sentiría más solo que nunca. ¿Qué perdía siguiendo a la simpática Estrella? Así que los siguió. Caminaron un buen trecho. La Estrella no paraba de hablar.

¡Hooooola! – gritó la Estrella del Oriente a una ancianita sentada sobre una roca que cascaba unas nueces. -¿Qué haces, abuelita?

¿Abuelita? Ni un solo nieto tengo. ¡Ja! ¡Abuelita!

Vamos, aquí tienes uno- le dijo la estrella mostrándole con un dedo luminoso al pastorcito que no había abierto la boca. La anciana lo miró y gruñó:

¡Bahh! ¡Estrella mentirosa! ¡Habráse visto! Y siguió cascando nueces.

¿Piensas quedarte aquí con tus nueces? ¿Qué te parece si vienes con nosotros?

¿Adónde?

Pues… ¡Si no vienes no te enteras!- y la estrella dio otra voltereta, destellando luces de colores.

La anciana estiró sus piernas y se dio cuenta de que hacía mucho tiempo que estaba sentada en la misma posición sobre la roca. Mal no me vendría caminar un poco, se dijo. Se levantó con esfuerzo y los siguió.

Al rato se escuchó una bella melodía navideña. Caminaron unos pasos y encontraron a un joven, de barba negra que cantaba al son de la guitarra.

¡Epa! ¡Qué bien cantas!

¡Oh! Canto para mi esposa de ojos verdes y también para los amigos que dejé en el Gran Continente. Me vine a trabajar a este lugar perdido y ahora…

¡Oh! ¡Sígueme!- lo invitó la estrella. ¡Pero trae tu guitarra! ¿Eh?

El hombre, cautivado por la alegría de la estrella, se paró y los siguió sin dejar de tocar el instrumento.

El camino se llenó de música y al rato vieron a un hombre alto que sostenía a una joven embarazada.

¡Hooola bonita pareja! ¿Qué andan haciendo?

Mi esposa está por dar a luz. Pedimos ayuda, pero la verdad es que nadie nos deja pasar a su casa. ¿Pueden creer?

¡Oh! No se hagan ningún tipo de problema. ¡Conozco un lugar que les va a encantar! ¡Síganme!

¿Adónde?- preguntaron el hombre y la mujer embarazada.

Ahhh ¡Si no vienen, no se enteran!

Como no tenían un mejor plan, los jóvenes decidieron seguir a la Estrella.

Cerca del pueblo había a un establo. Una vaca se acercó enseguida a recibirlos.

¡Bienvenidos! ¿Qué andan haciendo por aquí a estas horas?

¡Hola vaquita linda! -dijo la Estrella del Oriente- Esta gente necesita un favorcito. Está por nacer su bebé. ¿Tendrías un buen lugar donde ubicarlos?

¡Claro que sí! ¡Claro que sí! ¡Adelante! ¡Pasen, pasen!- La vaca estaba tan contenta que el cencerro que colgaba de su cuello se movía de un lado al otro. Entraron al establo: el pastorcito, el leñador, la anciana, el hombre de la barba negra con su guitarra, la pareja de jóvenes y, por supuesto, la Estrella del Oriente.

¿Qué les parece? ¡Mi propia cama!, la vaca les mostró un montón de pasto amontonado en el fondo. El nene, que seguía sin decir palabra, estiró sobre el heno su túnica de pastor y el joven ayudó a la chica a recostarse. Enseguida se acercó un caballo; después, un buey y dos burros. Las ovejitas le pidieron al nene permiso para entrar. ¡Por nada del mundo se iban a perder el nacimiento del bebé!

¡Qué bien estamos acá!- dijo la joven.

Mientras tanto, el leñador abrió su bolsa y con los maderos hizo una fogata. El chico ordeñó a la vaca y sirvió leche en unos cuencos que encontraron en el establo; la anciana cascó unas nueces y las repartió y el muchacho de barba negra cantó al compás de su guitarra mientras la Estrella del Oriente hacía piruetas de colores.

De pronto, se oyó el llanto de un bebé. El muchacho alzó al niño, y lo colocó sobre el pecho de la joven madre. Sin saber por qué todos cayeron de rodillas pues la escena era muy bella y allí reinaba una paz desconocida.

Entonces la joven vio a la anciana tan emocionada que le permitió sostener a su hijo. Por unos instantes, la mujer sintió que mecía a su propio nieto y sintió un amor inexplicable. El leñador -que había perdido a su familia- levantó en alto al bebé y en ese momento sintió que recuperaba la alegría de otros años. El cantor reconoció en los ojos del niño la verde mirada de su esposa. El pastorcito sintió por un momento que aquel bebé podía ser su hermano pequeño y jugó con sus dedos diminutos.

Mientras tanto, el hombre de barba negra cantó una bella historia: hace muchos, pero muchos años, en un pueblito llamado Belén, hubo un pequeño establo donde nació un rey sencillo. Estaba rodeado de seres solitarios que le ofrecían sus dones: su túnica de pastor, sus nueces, su música, sus leños y el recién nacido les ofreció el calor de su amor por siempre jamás. La guitarra sonó hasta que todos se quedaron dormidos.

Al amanecer, el pastor, la anciana, el leñador, el músico, la vaca, el caballo, el buey, los burros y las ovejas se despertaron felices. ¡Habían vivido la mejor Nochebuena de sus vidas! Sin embargo, la pareja de jóvenes y el bebé ¡habían desaparecido! Los buscaron por todos lados, ¡y nada! Tampoco tuvieron noticias de la Estrella del Oriente, aunque eso era esperable porque se sabe que a las estrellas solo se las ve por las noches.

Cuando abrieron la puerta del establo, un rayo de sol iluminó la estancia. Entonces, vieron algo que los hizo estremecer. Sobre la pared, había unas figuras esculpidas en la piedra. Se acercaron un poco más y pudieron reconocer los rostros resplandecientes de la joven, del flamante padre y del bebé recién nacido. Sobre ellos, pudieron ver la inmensa sonrisa de la Estrella del Oriente.

FIN




Sinopsis del cuento: “La Estrella del Oriente”

“La Estrella del Oriente” es cuento de Navidad escrito, ilustrado, animado y producido por Sarah Mulligan para compartir en familia durante estas fiestas.

Si querés comunicarte con la autora podrás escribirle a través de su web: www.sarahmulligan.com.ar, o en sus redes: IG: @sarahmulliganok Facebook: Los cuentos de Sarah Mulligan y ver sus videocuentos en Youtube: Los cuentos de Sarah Mulligan

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